ESCRITO EN ESPAÑA, por Dionisio Ridruejo. Acotaciones


Observaciones


El libro que me propongo acotar es la 2ª edición producida por el Editor Gregorio del Toro. La tarea tiene su complicación tal como reconoce el autor al explicar su génesis y desarrollo, pues a los anacronismos, utopías y ucronías resultantes de una confección dilatada en el tiempo ha de añadirse mi incursión nada menos que en el año 2007 que ya ha convertido hipótesis en historia pasada. Los hitos de la cronología del libro serían estos:


    1936-1941: Colección de conferencias, discursos, artículos.

    1954-1958: Idem con añadido de reflexiones intercaladas.

    1960: Fin de la redacción. El libro ha tomado forma autónoma alejándose de lo que pudiera ser un

              mero collage.

    1961: Terminado de escribir; afinado para la imprenta.

    1963: 2ª edición revisada por Dionisio Ridruejo.

    2007: Leído y acotado por mí.


Está claro que mi incursión añade complicación pero no hurta autenticidad a lo escrito por D.R. ni por mí: Yo incorporo mi visión, experiencia y opinión que, naturalmente, por edad y condición, dista de la suya. Y debo aclarar que mi opinión es sólo eso, pero no toda mi opinión: es sólo la que hace al caso.


La estructura es sencilla: Con margen izquierdo corrido a la derecha, lo textual de D.R. Como texto justificado pleno van mis Acotaciones. Aún he de observar lo siguiente: Siempre que he podido he mantenido al pie de la letra las palabras de D.R., pero como en éstas hay bastante retórica, a veces no he tenido más remedio que dar saltos de texto sin traicionar su palabra ni su espíritu. También se aprecian saltos cronológicos en los contenidos que son puro reflejo de los saltos originales del texto.


Preámbulo


Me había comprometido con nuestra tertulia poética "ARCO POÉTICO" a terminar la pentalogía que bajo el título genérico de "Soria, tierra de poesía" había venido desarrollando con trabajos relativos a El Cantar del Mío Cid, Bécquer, Antonio Machado y Gerardo Diego. Me faltaba D.R. que para mí no era, de oídas, más que un poeta menor, soriano y muy politizado.


Siempre pensé que su obra poética, escasamente difundida, había quedado ensombrecida por el carácter marcadamente político de su autor. La cosa no dejaba de ser curiosa porque otros poetas como A. Machado, Lorca o Pablo Neruda, aparte de por su valor literario, han sido muy leídos gracias a su adscripción política, particularmente de izquierdas.


Lo sorprendente es que D.R., después de haber sido un gran fascista, primero, y más castrista que Fidel Castro, después, no haya suscitado la menor simpatía, con el tiempo, ni de la izquierda ni de la derecha.


Quiero fundar la anterior afirmación copiando lo que se puede leer en la página


                    444. Si hoy hay en España un aglutinante capaz de fundir los impulsos

                    nacionalistas del neofascismo con los impulsos revolucionarios del maximalismo

                    socialista, este aglutinante se llama Fidel Castro.


Hay que decir que en la 2ª mitad de su libro D.R. habla, un tanto vergonzantemente de maximalismo socialista para referirse al comunismo (otros lo han llamado en ocasiones socialismo real). Los eufemismos hacen presa en todas las plumas.


También añadiré que ante la ferocidad de Franco y la imposibilidad de derribarlo por otros medios (según la visión de D.R.), cualquier solución, incluida la del aglutinante, le hubiera parecido aceptable a nuestro autor, tal como se desprende de la lectura de esa segunda mitad.


El compromiso al que antes me refería (el de mi tertulia poética) se circunscribía exclusivamente a la obra poética de D.R. que a priori me interesaba más que su vertiente política, pero ello no evitaba mi prevención de que tal vez, en el coloquio que siguiera a la conferencia no fuera a suscitarse la faceta política. Por si acaso, debía estar preparado.


Mientras trabajaba en estas Acotaciones tropecé accidentalmente con una señora que al conocer mi empeño del momento, y sin venir a cuento, me espetó que era de izquierdas y que no había leído a D.R. ¿Y eso?, pregunté. Hombre, es que lo de Pitita ... ! me respondió. Yo creí que sería por lo del fascismo, pero resulta que no, que es que el papel couché también tiene cierta importancia en la izquierda. Dicho papel, y la ignorancia (en este caso, de que había que echarle un galgo para encontrar la relación de parentesco de ambos Ridruejo).


Para mi sorpresa he descubierto en D.R. un excelente poeta y al hombre que se define a continuación


Acotaciones


                    Páginas 18,19. Mi educación había sido tradicional y conformista. Era serenamente     

                    religioso y liberalmente creyente con una punta de anticlericalismo. Me molestaba la

                    beatería derechista pero me repugnaban los alardes blasfematorios de la izquierda. Me

                    atraía el socialismo. Me pareció hecha a mi medida aquella Falange de "ni derechas ni

                    izquierdas sino todo junto". Más artista que intelectual y más contemplativo que activista, la

                    vida literaria y mi propia vida sentimental me absorbían. Era aficionado a la polémica y al

                    juego de las ideas. José Antonio me impresionó (después de conocerlo personalmente)

                    como el modelo que el joven busca para seguirle e imitarle.


En este cuadro primitivo (su autorretrato) faltan, a mi juicio sus rasgos más característicos: valentía, honradez, inconformismo, perseverancia, afán de lucha e impaciencia. Como le pasó siempre, seguramente hubiera quedado insatisfecho incluso si lo que él preconizaba al final, hubiera prevalecido.


Vivió con esos trazos el tiempo de Franco y ello le costó prisión y disgustos, pero la extrapolación de su condición personal a todo el pueblo español es un desatino. Sí podría extenderla a quienes eran como él, en particular, y generalizando, a los que tenían vena política, que también eran, como ahora y como siempre, una minoría.


Entonces yo no caí en la cuenta, pero ahora que me la doy, quiero dar las gracias a todos estos que con su malpasar permitieron (más bien soportaron) que tanto yo como la mayoría de mis conciudadanos hubiéramos tenido entonces la oportunidad de crecer tanto como personas.


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                    21,22. Los falangistas la aceptamos de pleno (la guerra civil). Hicimos incluso cuanto         

                    estuvo en nuestras manos por hacerla nuestra completamente, y yo no fui una excepción.

                    Participé con plenitud en la esperanza y el entusiasmo, pero el recelo y a veces el disgusto

                    me acompañaban.


D.R. nunca escurrió el bulto de sus antecedentes fascistas, cosa que se echa de menos ahora en demócratas de toda la vida que le acompañaron, por ejemplo, en la División Azul.


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