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DARWIN


Las opiniones religiosas de Stephen Jay Gould y Darwin es el título del capítulo 25 que Martin Gardner (MG) les dedica en su libro ¿Tenían ombligo Adán y Eva? De esas opiniones me voy a ocupar ahora.


Del mismo libro ya saqué materia para escribir el artículo FREUD, dado que MG ha dedicado su libro de los ombligos a extraer cuestiones relevantes o chocantes, de personajes famosos o de situaciones sobresalientes.


Como se sabe, Darwin es conocido por su teoría de la evolución que se consideró opuesta al creacionismo bíblico. Como yo no soy ni antropólogo ni biólogo, no estoy en condiciones de meterme en el jardín evolutivo que tanto se ha enriquecido últimamente con nuevos y sensacionales descubrimientos genéticos y que tanta controversia, aplausos y pitos ha recibido ya a pesar de su corta vida.


Para situar la cosa hay que colocar al naturalista (geólogo y biólogo inglés) Charles Darwin (1809-1882) en su lugar dentro de la historia. Está ese lugar entre el naturalista francés Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) y el asimismo geólogo y biólogo evolutivo estadounidense Stephen Jay Gould (1941-2002).


Lamarck, en su Filosofía Zoológica formuló que las formas de vida que se apreciaban habían evolucionado desde formas de vida más simples. La capacidad de adaptación al medio ambiente propició la evolución y dio lugar a la diversidad de especies que conocemos.


A ello añadió la teoría de la herencia de los caracteres adquiridos según la cual,  pasado un largo tiempo de “aprendizaje” de la novedad asimilada, la especie (y no un individuo en particular) transmitiría en herencia como dotación genética dicha novedad a su progenie.


Darwin bebió de la fuente lamarckiana pero pronto cambió el rumbo empujado por su inquebrantable dedicación al trabajo de investigación experimental que ocupó toda su vida, toda la tierra que tuvo a su alcance y todos los campos de la naturaleza, incluyendo el humano.


El sustento de ese trabajo fue el viaje que realizó alrededor del mundo en el velero Beagle     que duró casi cinco años, de los cuales, 18 meses los pasó embarcado y el resto del tiempo en tierra investigando sobre el terreno. Cuando a bordo, tampoco estaba ocioso, sino que ocupaba su tiempo en escribir, sistematizar y dar forma a cuanto en tierra había explorado y observado (era un observador excepcional).


El Beagle había hecho antes otro viaje a Sud América (sin dar la vuelta al mundo). Su segundo viaje, el de Darwin, fue muy parecido al de El Cano, el que diera por primera vez la vuelta a la Tierra. La diferencia fundamental de ambas vueltas fue:


Al salir al Pacífico desde el Cabo de Hornos, Darwin costeó Sud América hasta el norte y desde allí cruzó el Pacífico hacia el sur dejando Australia al norte. El Cano, en cambio, después del Cabo de Hornos había cruzado el Pacífico directamente hacia el norte dejando Australia al sur.


NOTA marginal: Un vecino de mi comunidad tiene un perro que pasea regularmente a cada miembro de la familia. Es de la misma raza que el velero de Darwin.


Todo el trabajo de campo (de campo y mar) que Darwin recopiló en su libro Diario de Investigaciones fue la base de su posterior teoría de la Evolución por la Selección Natural.

La Evolución se sustancia en esto: Toda la vida en la Tierra procede de un último antepasado común universal que existió entre hace 3800 y 3500 millones de años.


La Selección Natural fue propuesta por Darwin como medio para explicar la Evolución Biológica.


Es natural que su Evolución le costara a Darwin una caricatura de la época tan cruel como bien compuesta en la que aparece su cabeza con poblada barba de anciano, superpuesta a la de un primate cuyas cuatro extremidades terminan en manos prensoras propias de ejemplares arborícolas.


Sin duda procedería del sector cristiano integrista aferrado a la explicación bíblica literal de la creación: Con Darwin ya no existen Adán y Eva (ni con ombligo ni sin él). Todos los seres vivos proceden de un único antepasado que actuó en una especie de bigbang  biológico unos 10.000 millones de años después del bigbang  cósmico (que parece ser ocurriera hace 13.800 millones de años).


Una digresión que no puedo evitar.  

Cuando yo vivía en Stafford (Staffordshire, las Midlands, Inglaterra; primavera de 1957), no recuerdo cómo (seguramente sería a través del Departamento de Educación de la fábrica de English Electric donde trabajaba como posgraduado), fui requerido para ir a dar lecciones de español a alguien que necesitaba soltarse en nuestro idioma porque iba a instalarse en Venezuela en un negocio de porcelana. No llegué a saber en qué consistía la cosa pero, por ciertos detalles llegué a la conclusión de que debía tratarse de cerámica sanitaria.


Cada fin de semana venía a buscarme un coche que me transportaba norte arriba y que en unos veinte minutos me dejaba en la fábrica que con la arcilla como materia prima producía en sus modernos hornos piezas perfectamente acabadas.


Para sellar nuestra amistosa relación, un día me regalaron un ejemplar de muestra consistente en un pequeño lavabo representando un cuenco con pie, de una pieza, que me pidieron firmara en azul sobre blanco antes de meterlo, delante de mí, en el horno continuo correspondiente junto con el pirómetro piramidal testigo de la evolución térmica requerida. Avanzaría horno adelante en compañía de la partida industrial programada. La pieza con mi nombre perduró más tarde en mi residencia de casado durante algún tiempo (no demasiado).


Como en el caso de las muñecas rusas, otra digresión dentro de la que ya va terminando.


Supongo que una pirámide pirométrica dentro de un horno debe mosquear a cualquier curioso de la etimología. He tratado de averiguar si existe su posible raíz común πυρ (fuego; no olvidarse de las piras funerarias p.e). Cuando me ocurre, que es con frecuencia, acudo entrando en Google Chrome con “etimología chile” que es una fuente etimológica chilena de la mayor solvencia.


Pero antes he averiguado qué pasa con el pirómetro wedgwood. No he visto que exista en sitio alguno un pirómetro piramidal que es el que yo vi. El de Josiah Wedgwood constaba de varios elementos cilíndricos. Deduzco, pues, que el de la fábrica que yo frecuenté debía ser de desarrollo propio.


Pgs. 1   2    3