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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Contemplar; 112.


Sin contemplaciones, los diputados se liaron en una pelea porque no sé qué ley contemplaba o dejaba de contemplar algo; unos sostenían que no lo contemplaba y otros, que no era necesario que lo contemplara porque ya lo contemplaba el artículo fulanito de no sé qué otra ley. Algo parecido a esto es lo que cuenta nuestro autor en su artículo, pero con más gracia.

Son modos insensatos de hablar y escribir.

Será inútil que busquemos en el diccionario alguna excusa para el desatino. Contemplar es:

-Poner la atención en alguna cosa material o espiritual.

-Mirar, considerar, juzgar.

-Complacer a una persona, ser condescendiente con ella.

-Ocuparse el alma en pensar en Dios.

Ese verbo, en cualquier acepción, necesita un sujeto animado así que ni una ley, ni una estalactita pueden contemplar nada.

Entonces, ¿de dónde han sacado nuestros políticos tanta originalidad? De donde siempre, del inglés. Ellos son como los Apóstoles después de la Resurrección de Cristo: tienen don de lenguas, y el inglés, naturalmente, es una de ellas. Y su diccionario sí contempla que un ser inanimado pueda contemplar cosas.


Así, el inglés dio facilidades a los soldados de Napoleón en Egipto para que fueran contemplados por no sé cuántos siglos, lo cual no fue impedimento para que Wellington los machacara después en Waterloo.


De ahora en adelante, las estalactitas de las cuevas de Nerja, tan monas ellas (pag. 99), podrán contemplar a los turistas que, embelesados, pasan por delante de ellas.


Desidia ortográfica; 118.

La embidia de la birtúd

Izo a Kaín kriminál

¡Glória a Kaín! Oy el bizio

es lo que se embidia más;


Nuestro autor pone esos versos de los Proverbios y cantares machadianos como ejemplo de cómo sonaría (y debería escribirse) el español si se dejara en manos de los desidiosos. Estos sospechan que la ortografía es virtud que hay que matar para no tener que envidiarla; y a ello se aprestan. Corto se ha quedado: embidia se escribe con n.

Hay que buscar el motivo real de la vigente desidia en el difundido convencimiento de que la corrección ortográfica no sirve para nada.

La convención ortográfica es un gran bien, pues constituye uno de los principales factores de unidad de la inmensa masa humana hispanohablante.

De acuerdo; pero ¿a qué desidioso le importa eso de la unidad de los hispanohablantes? Lo que le importa, en todo caso, es que la ortografía divide a la gente en dos clases: la culta y la inculta y que por tanto, lo que hay que hacer es eliminarla para evitar diferencias insoportables que reparten el bienestar injustamente.

La participación simultánea en la cultura y en el bienestar parece objetivo más deseable.

Las innumerables diferencias locales que hacen del español un “puzzle” dentro de su relativa unidad, se reducen, yo diría que gustosa y casi unánimemente, ante las convenciones de vocabulario, morfología, sintaxis y ortografía de la lengua escrita.