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TÍTULO: El cuaderno gris

AUTOR: Josep Pla. Licenciado en Derecho, periodista, escritor.

Unidad Editorial S.A, 1999; 575 páginas. Colección Millenium: 10º aniversario del diario El Mundo.

Traductores (del catalán): Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros Ribas.

Prólogo de Carmen Rigalt.


Este libro que nos ocupa hace el número 40 entre las 100 joyas que El Mundo ha seleccionado para su publicación, como lo más granado en la literatura del primer milenio. El autor de El Quijote encabeza la lista y, aunque el orden no tenga mucho que ver con la valía de los diferentes autores, voy a señalar algunos de ellos para que se vea en qué compañía anda J. Pla: Shakespeare, Cela, Aldoux Huxley, Balzac, Fernando de Rojas, Poe, Lope de Vega, Tolstoi, Calderón …


Empezaré por la traducción, un auténtico logro, que es lo primero que salta a la vista. Nadie mejor que Dionisio Ridruejo hubiera podido hacerla. Con la ayuda imprescindible de Gloria de Ros, su mujer. Diré por qué.


El libro lo había escrito el autor en catalán nada menos que entre 1918 y 1919 (finales de la Primera Guerra Mundial), y no se publicó en español hasta 1966. Coincide esta fecha con la estancia en Cataluña de Dionisio Ridruejo en calidad de exiliado interno y procedente de su anterior exilio, también interno, en Ronda, donde ya había traducido la obra poética de Rilke, asimismo con la colaboración de otra mujer, la alemana Hexe.


Seguramente hay que pensar que Pla, hombre de natural sencillo y modesto tenía suficiente satisfacción con lo que había escrito en su lengua materna. Tal vez fue Dionisio Ridruejo quien le animó a dar el salto a la traducción a fin de extender la satisfacción a mucha más gente.


Por otra parte, el libro llamado cuaderno es realmente un diario. Y de diarios y cuadernos Dionisio Ridruejo sabía mucho. En distintas épocas había escrito Cuaderno catalán, 1965; Cuaderno de Roma; Diario de una tregua, 1973; Cuaderno de Madison, Cuadernos de Rusia, etc.


No me cansaré de repetir que lo más importante para hacer una buena traducción es que el traductor conozca bien su propia lengua: La lengua destino. El conocimiento de la lengua fuente que precisa el traductor es el que necesita para saber de qué va lo que traduce. Los localismos excesivos no entran en esta consideración.


La pareja formada por Dionisio Ridruejo y su mujer resulta ideal. Ella, seguro que habrá resuelto el localismo denominador, por poner un ejemplo, de los vientos dominantes: el garbí, etc. Pero su marido ha debido saber cómo se llaman los mismos vientos cuando dominan en otros sitios de España. Aunque no sea más que para añadir una útil nota del traductor.


Pero es que además, Dionisio Ridruejo es un eximio prosista y poeta, Cuando he estudiado su obra me llamó la atención el hecho de que nadie, ni desde la derecha, ni desde la izquierda intelectuales, lo haya valorado justamente. La explicación que se me alcanza es que unos no le han perdonado su salto del fervor nazi en la División Azul a su antifranquismo posterior, y a otros les parecieron insuficientes sus últimas expiaciones. Lástima que con todo ello haya sido la Literatura la que ha salido perdiendo a costa de la política.


A J. Pla le pasó algo análogo (nada igual) con la censura franquista, pero agravado por su condición de catalán. Un hombre como él, de por sí independiente, había de tener problemas añadidos con los catalanes independentistas que mandaban o pretendían “orientar” conciencias.


Yo lo conocía poco y, no sé por qué, me lo imaginaba un escritor de izquierdas, pero me extrañaba que, de ser tal, la izquierda no lo hubiera jaleado más. Por otro lado, me inspiraban garantía los elogios de Albert Boadella. En todo caso, mi idea sobre nuestro autor ha quedado completamente desmontada después de leer, con interés y satisfacción crecientes, su libro.


Me lo imaginaba, como digo, de izquierdas, malhumorado y esquivo, a lo Baroja y, también con boina calada. Pues no. De derechas. Tampoco de la derecha convencional: Ver lo que transcribo como piezas de retrato y lo que se deduce de su autorretrato. De una familia burguesa convencional, enemigo del desorden, del barullo y del habla grosera, modesto, sencillo, muy tolerante y muy cercano. Por lo que acabo de decir, pienso que su alianza con Dionisio Ridruejo no haya favorecido su acceso al olimpo de la gloria literaria actual, la de lo políticamente correcto.


Con esto paso ya a hablar del libro y de las cosas que me ha despertado. Pero antes he de hacer un encargo al lector: Que no lea el Prólogo -de momento- y en cambio lea ahora mismo el “Autorretrato verídico prometido a la señora Lola S… y no enviado por exceso de sentido del ridículo” (págs. 82 a 90), dentro de lo escrito el 7 de junio de 1918. A mí me gusta saber con quien me estoy jugando los cuartos cuando voy a enfrentar una obra importante.


El título del Cuaderno, adjetivado de gris es, precisamente el querido por su autor que no cree ni en lo blanco ni en lo negro de la naturaleza humana que es gris por naturaleza -si se me permite la redundancia-.


Yo estoy de acuerdo con ello. Es más, pienso que el fanatismo de lo blanco o de lo negro es peligroso e incluso falaz. Cuando alguien proclama que algo hay que ponerlo negro sobre blanco, intenten leer lo que se ha escrito: seguramente algo gris, o incluso incoloro, para que no se entienda o para que todos entiendan que lo entienden (a su manera, claro).


El tono gris le permite a J. Pla moverse con soltura sincera en todos los terrenos. Es un ampurdanés de corazón que ama profundamente su tierra y sus gentes.


Del Pirineo al mismo pie

desde la sierra y hasta el mar

se extiende un valle placentero,

                 el Ampurdán.


Su tierra, como su libro, no tiene prominencias. Es un anchuroso y placentero valle en el que no pasa nada. Hoy en día, para que una obra tenga éxito entre los viajeros del metro ha de ser muy gorda (como los tanques de palomitas del cine) y basada en un hecho real.


En esto tiene ventaja El cuaderno gris: no está basado en un hecho real, sino en centenares de ellos. ¿Se imagina el lector la cantidad de hechos reales que pueden acontecer en seis horas de espera nocturna en una ciudad como Gerona, que ya no es Ampurdán, para dar tiempo a que llegue el expreso de Barcelona? Pues con cosas así se enfrenta nuestro autor en beneficio de quienes aman la sencillez y la elegancia literaria.