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TÍTULO: Ciencia y fe:¿relaciones de complementariedad? algunas cuestiones cosmológicas.

Autor: Manuel Carreira, s.j.

VOZDEPAPEL


Este libro llegó a mis manos, según se verá, como consecuencia de haber asistido yo a la conferencia que el autor dictó en el ICAI (enero 2007) sobre la cuestión CIENCIA Y FE: AZAR Y DISEÑO FINALÍSTICO.

Comoquiera que los organizadores estimulaban al auditorio a la participación, tomé la iniciativa y envié al conferenciante un @ con los siguientes comentarios:


“Antes de nada quisiera agradecerle el disfrute que me supuso escuchar su conferencia: frente a lo que hoy se usa, es un respiro tener en la tribuna a alguien con sabiduría, autoridad, convicción y buen decir.

Me identifico plenamente con su ponencia, con una reserva tan solo: la que me suscita el párrafo que copio y que aparece al final de la transcripción impresa que se nos facilitó (y que estaba en sus palabras):

Toda sabiduría se encuentra en grado eminente en el Ser infinito que nos habla con los dos libros, de la Naturaleza y de la Revelación.

Mi primera sorpresa es ver que aunque toda la ponencia nos la ha leído en el libro de la Naturaleza, al final deja en reserva el libro de la Revelación.

Supongo que por libro de la Revelación he de entender la Biblia, y por su primer capítulo al Génesis.

Ya hace tiempo que la Iglesia Católica nos enseña que el Génesis no ha de interpretarse al pie de la letra, por ejemplo en lo referente a la creación, puesto que se trata de una descripción poética: V. hizo muy bien en explicarnos cómo los océanos nos llovieron en forma de meteoritos cargados de hielo, en vez de insistirnos en aquello tan bello de que el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas (aguas sobre las que se duda si eran preexistentes o creadas por Dios -Sagrada Biblia, 8ª Edición de la BAC, 1958-).

Pero estos detalles son irrelevantes. Lo que a mi juicio importa es discernir adecuadamente lo que sigue en el relato del Génesis: La tentación, caída y primera promesa de redención que viene a continuación de la descripción de El Paraíso.

Para empezar, la promesa de redención está ahí, a mi juicio, traída por los pelos: Pongo perpetua enemistad entre ti (la serpiente, el diablo) y la mujer. Y entre tu linaje y el suyo. Parece excesivo deducir de ahí todo el hecho cristológico, pero en fin, allá los teólogos, y no Dios, que seguramente contemplará divertido los manejos humanos.

Los propios comentaristas bíblicos tienen sus dudas a la hora de poner fronteras entre poesía y realidad. Parece que esas dudas las zanjó en su momento la Comisión Pontificia Bíblica por decreto de 30-6-1908, decreto que sigue conservando afirmaciones tan pintorescas como que la mujer fue formada del cuerpo del primer hombre.

Sigue el tema de la muerte: No comáis de él (del árbol que está en medio del paraíso), ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir. Y como comieron, fueron expulsados del Jardín … que no vaya ahora (el hombre) a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre.

Total: el pecado, como consecuencia la muerte, y como beneficio colateral, la Redención. Y uno se pregunta si la Comisión de turno (porque supongo que cada cierto tiempo se constituirá una nueva para ponerse al día y como mínimo adecuarse al libro de la Naturaleza cuando proceda) no ha leído dicho libro de la Naturaleza para enterarse de que las almejas, los abetos y los elefantes también se mueren sin necesidad de haber desobedecido a Dios.

Así las cosas parecería que el Credo de nuestra fe está hecho de dos partes: La primera que rezaría Creo en Dios Padre todo poderoso, creador del cielo y de la tierra, que según su conferencia, se lee en el libro de la Naturaleza, y el resto, que según V. termina diciendo, sería el contenido del libro de la Revelación con que Dios nos habla. ¿No será más bien el libro con que nos hablan los hombres de una determinada Comisión? Da la impresión de que esos dos libros con los que V. dice nos habla Dios, tienen consistencias bien distintas.”


A ello contestó el autor remitiéndome a su libro que creía adecuado para clarificar mis dudas. Lo compré, lo leí y seguidamente le puse otro @ con el contenido que viene a continuación y del que ya no recibí respuesta. De ello dejo constancia a continuación.


Continúo con el tema que me sugirió su conferencia de 18-1-07 en el ICAI. Siguiendo su consejo compré su libro Ciencia y fe:¿relaciones de complementariedad? algunas cuestiones cosmológicas (1ª edición, octubre 2004) que he leído y releído. Y que, por cierto, me costó mucho adquirir por problemas logísticos de la editorial.

Para centrar esta comunicación recordaré esquemáticamente que su conferencia me resultó muy instructiva en lo tocante al Libro de la Naturaleza y un tanto enigmática en lo que se refiere al Libro de la Revelación. Por mi cuenta llegaba yo a la conclusión de que el Credo se podía dividir en dos partes: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”, y el resto. Fue entonces cuando V. me recomendó su libro que esperaba me ayudaría a salir de dudas. En caso de no ser así, se ofrecía a dejar abierto el cauce de comunicación iniciado.

     

Como digo, he leído su libro y tengo que añadir que no sólo no ha disipado mis dudas, sino que las ha acrecido. No comentaré nada de lo relativo al Libro de la Naturaleza porque lo encuentro tan excelente como en su conferencia. Sólo haré algunas observaciones sobre ciertas cosas que me parecen significativas a fin de no resultarle gravoso.

Al libro, que me parece estupendo, le encuentro además un valor añadido: por ser recopilación de distintas conferencias sobre los mismos temas, pero a veces con matices diversos, enriquece el pensamiento en beneficio del lector.


Pg. 22 <Esta fe-confianza, …  …  haga un milagro>

Veo que la Iglesia Católica sigue muy interesada en la problemática de los milagros. Usted mismo, en el capítulo III, les dedica un apartado.

Pienso que creyendo en Dios Padre Todopoderoso el tema de fondo queda resuelto de un plumazo siempre que no se atente contra el principio de contradicción, y las cuestiones administrativas, mejor olvidarlas.

Yo pasé cierto tiempo hospitalizado cuando un cura joven nos repartía estampitas de su moderno fundador que estaba en trance de beatificación (o canonización, no recuerdo): se iba a la caza del milagro descaradamente. Ahora se va a beatificar a un hombre que yo conocí personalmente en Linares. También se buscan milagros. Cuando yo lo traté, el milagro era que viviera con la alegría y el amor que derramaba sumido como estaba en una decrepitud física inmensa y creciente. Basta leer sus libros escritos en situación tan precaria.


Pg. 23 <Como ven, los tres niveles  …  …  las bases de la fe?>

Da la impresión de que los católicos pretendemos ser el ombligo del mundo cuando Dios es completamente universal, en el tiempo nuestro y en nuestro espacio. ¿Cuántas personas de las que han pisado la tierra en estos dos últimos milenios (no hablo ya de antes) cree V. que han podido optar por algo desde su voluntad para merecer el don de la fe tal como V. lo plantea aquí? ¿No es cierto que la inmensa mayoría de la humanidad es ajena a “Nuestro Dios”, al “Dios de nuestro padres” de raigambre judía injertada en el catolicismo?


Pg. 26           [7. Conocimiento por Revelación.]

Echo de menos en su libro una definición de Revelación tan buena como las que da para ciencia y fe. Sospecho que la razón de tal ausencia es que ello no es posible.

En este párrafo hay un par de sies de apariencia dubitativa o desiderativa que desembocan en afirmaciones impersonales: al final, parece que la Revelación es algo que “se afirma … que se nos ha dado …”


Abundando en lo anterior observo que tiene muchas menos referencias al Antiguo Testamento que a la Tradición del Nuevo Testamento. Me voy a fijar en una cita del A.T:

Pg. 48  <Tan sólo en el desarrollo teológico  …  …  como parte de la teología.>

Lo de que “Dios ha creado todo de la nada” ¿es palabra de Dios porque Él se lo dijo a la madre de los Macabeos, y sólo a ella, o se trata de una intuición genial de aquella mujer (nueva idea, la llama V.) que hoy los científicos están empezando a reconocer una vez aceptado el Big Bang?

Porque intuiciones geniales de todo tipo no han faltado en la historia, y mucho más antiguas que ésta. Nada menos que 247 años antes, Demócrito ya se acercaba a la física de ayer …


Pg. 32  [c) El principio antrópico]

Supongo que siempre que habla de él se refiere al de Wheeler matizado, pues según su conferencia la causa tras el principio no puede ser de una naturaleza análoga a la de sus efectos, sino que se trataría de una potencia infinita.      

Me da la impresión, pues, de  que la denominación de principio antrópico equivale a la de “diseño inteligente”, ya que si el fin de la creación es conseguir vida inteligente, no habrá podido faltarle inteligencia al diseñador. Otra cosa es que la denominación de diseño inteligente tenga mala prensa (ya he visto a algún filósofo español progre sonreír sobre la cuestión) por estar encarnada en ciertos sectores estadounidenses que incluyen a su presidente.


Pg. 157  <La teología nos habla  …  …  (Catecismo, 328 y siguientes) >

La cuestión de los ángeles siempre me ha parecido una cosa simpática y un poco pintoresca sin mayor trascendencia que la de una especie de folklore teológico.

Pero resulta que no, que según el Catecismo de la Iglesia Católica se trata de algo sustancial aún hoy: la existencia de los ángeles es una verdad de fe. Como decía respecto de los milagros, no tengo nada que oponer a que Dios, en su omnipotencia, los haya podido crear: Una hipótesis. Pero de ahí, a darlos por creados sin decir cómo ni cuando (en el caso del hombre sí se dan explicaciones), a especificar sus funciones, para pasar luego a probar con sus actuaciones los fundamentos de nuestro credo, me parece una petición de principio que repugna a cualquiera que como yo ni es biblista, ni teólogo ni filósofo, sino alguien del común a quien simplemente le gusta pensar.

Por cierto, en los puntos siguientes al 328 del Catecismo, de los nueve grados de la nómina de S. Dionisio Areopagita, han desaparecido (no sé si por inspiración divina) los siguientes: serafines, querubines, virtudes y arcángeles.

Sabido es que los ángeles han sido fuente de inspiración de la fantasía de artistas, santos, teólogos y seglares. Pero tal vez sea la catalogación organigramática y funcional de San Dionisio, según parece, la más exhaustiva proyección de lo humano en lo divino. A su lado, el fantástico (por excelente y por la fantasía que rebosa) poema épico en prosa de Milton se queda en una especie Guerra de las Galias. Sin olvidar a Dante acompañando a Milton.

Curiosamente, en El Paraíso perdido (1667), Libro VI, se lee: “… Pronto sanó, porque los Espíritus, que tienen vitalidad completa en cada una de sus partes, no mueren como no sea de aniquilación. Ni en su contextura reciben herida mortal (en este caso de la tajante espada), lo mismo que tampoco puede recibirla el fluido aire …”

Lo cual resuena con lo que V. dice en la Pg. 75 de su libro:” … Incluso la idea de impenetrabilidad deja de ser aplicable, aún en escalas macroscópicas … “


NOTA FINAL

Algo más de un año después, y como digo en otro lugar, tuve ocasión de conocer a un biblista que me dio estas referencias del P. Manuel Carreira: Era un prestigioso científico pero un anticuado teólogo.