SORIA, TIERRA DE POESÍA


El Cantar del MÍO CID


Yo me pregunto: Pero es que existe tierra de poesía? Siempre he creído que no hay más tierra que la que nos sostiene, la que nos mantiene , y al final nos contiene.


Por eso voy a intentar un experimento consistente en pasearme de la mano de cinco o seis poetas que me darán pretexto para acercarme a su obra unido a mis vivencias, relaciones y nexos familiares y de amistad.


No sé si son cinco o seis porque resulta que tampoco lo sabe nadie. Es decir, se duda de si el autor del Cantar del Cid era uno sólo o se trataba, por el contrario, de dos distintos asentados, respectivamente en San Esteban de Gormaz y en Medinaceli. Sobre los otros cuatro no hay ninguna duda: Becquer, Antonio Machado, Gerardo Diego y Dionisio Ridruejo.


Todo empezó con mi abuelo Juan que fue secretario en San Esteban de Gormaz; siguió con mi padre que allí pasó su infancia y empezó a alimentar su curiosidad por todas las cosas. Entre ellas, su interés por el Romancero que yo aprecié en él durante mi juventud.


Obra excepcional, esta del Cantar del Cid. Resulta asombroso ver que en un siglo XI sin imprenta ni más medios de comunicación que el caballo, se dieran simultáneamente escritos encuadrados después en las Canciones de Gesta con tópicos comunes a todas ellas.


Y es que nuestra percepción de la Reconquista nos lleva a verla como una situación de cuasi estabilidad ya que su duración aproximada de 800 años equivaldría a que los moros se retiraban de la Península a razón de un kilómetro por día. Pero no había tal. Por el contrario existía mucho flujo y reflujo, mucha permeabilidad.


Las andanzas del Cid por tierras de Ateca y Daroca enseguida eran conocidas y temidas en Huesca y Monzón: Menos de dos días podía tardar la noticia a uña de caballo, con sus relevos correspondientes. Bien poco tiempo, ya que cualquier acción se medía con esa misma escala.


Un ritmo más lento podría esperarse para una comitiva con damas que incluyera equipaje sobre mulas. Cinco días tardaron las hijas del Cid en su viaje entre San Pedro de Cardeña y Medinaceli, para una distancia semejante a la anterior.


Como es sabido, el Cantar del Cid que conocemos (ejemplar original conservado en la Biblioteca Nacional) es una recopilación hecha en el siglo XIV por Per Abbat sobre un texto análogo que existiría en 1207; es posible, incluso, que ya en 1120 existiera el Cantar compuesto sobre textos de poetas anónimos contemporáneos del Cid, es decir, que vivieron su aventura en la segunda mitad del siglo XI (el Cid murió en 1099, y el poema recoge sus aventuras finales, entre 1081 y 1094).


Lo que para mí está claro es que estos bardos estuvieron, a caballo o a pie, muy cerca del Cid en todas sus campañas y situaciones; de lo contrario no hubieran podido narrarlas con la precisión y coherencia con que lo hacen. Una vez más tengo que recordar al renacentista Alonso de Ercilla, poeta y soldado en activo.


He de admitir que fueron dos, apoyándome en Menéndez Pidal. Tal vez uno radicado en San Esteban de Gormaz, y el otro en Medinaceli, que sería el acompañante del Cid por tierra de moros: concretamente por los taifas de Toledo, Zaragoza y Valencia.


En realidad es irrelevante que fueran uno o dos, ya que la unidad es incorporada al poema por Per Abbat. Las narraciones del de Medinaceli adolecen a veces de errores geográficos como era de esperar, en razón al lógico desconocimiento previo de ciertos lugares. Así lo apunta el galés Ian Michael, profesor de español en las Universidades de Oxford y Southampton.


No viene al caso relatar los muchos cientos de kilómetros que el poema recoge a manera de viajes, algaradas o movimientos estratégicos del Cid y sus huestes, así como las expediciones de emisarios, y los desplazamientos de comitivas reales, o de la familia del protagonista.


Me voy a fijar sólo en los que tienen que ver con San Esteban de Gormaz y con Medinaceli. Por cierto, Medina, así se la denomina en el poema y así la llama mi amigo Rafael Bueno que tiene allí enterrados a sus padres. No sé si la abreviación obedece a incompatibilidad arábigo-latina, o se trata de economía popular: "Que de noche le mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo". Del Campo, en este caso, y según Lope de Vega.


San Esteban de Gormaz aparece por primera vez en el poema en el verso 397 de la ruta del destierro:


    Otro día de mañana          piensa de cavalgar,

    ixiendos’(e) va de tierra          el Campeador leal,

    de siniestro Sant Estevan,           una buena çipdad,

    de diestro Alilón las torres          que moros las han,

    passó por Alcobiella          que de Castiella fin es ya,

    la calçada de Quinea          ívala traspassar,

    sobre Navas de Palos          el Duero va passar,

    a la Figueruela          mio Çid va posar.

    Vánsele acogiendo          yentes de todas partes.


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