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EL HUMOR

El humor surge como resultado de contraponer dos situaciones, ambas reales y con sentido en sus respectivos contextos, pero a condición de que esos contextos estén bien distantes. Cuanto más distantes –cuanto mayor sea la exageración– mayor será el efecto de humor.


El Buscón tiene multitud de ejemplos –ya hemos visto algunos– donde el humor hiperbólico es genial; en otras ocasiones el humor se consigue con un  simple juego de palabras. Por último, el humor poético, al estilo de Charlot, está tratado con una ternura inigualable.


Veamos un ejemplo de cada estilo:

… entramos en un aposento tan bajo, que andábamos por él como quien recibe bendiciones, con las cabezas bajas …


… dicen que era de muy buena cepa, y según él bebía, es cosa para creer …


… el diablo, que es agudo en todo, ordenó que, venida la noche, yo, deseoso de gozar de la ocasión, me subí al corredor, y por pasar desde él al tejado que había de ser, vánseme los pies y doy en el de un vecino escribano tan desatinado golpe que quebré todas las tejas y quedaron estampadas en las costillas … dos criados y un hermano me molieron a palos y me ataron a vista de mi dama … mas ella se reía mucho porque como yo la había dicho que sabía hacer burlas y encantamientos, pensó que había caído por gracia y nigromancia.

Añadiré un par de casos más tomados de El Buscón.

Enamorábala sentándose a conversación, y suspirando más que beata en sermón de Quaresma.

Los andaluces también se expresan habitualmente con comparaciones extravagantes: más raro que un perro verde; más negro que el sobaco de un grillo


Este otro no necesita comentario:

… un hidalgo hecho y derecho, de casa solar montañés, … don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán. No se vio jamás nombre tan campanudo, porque acababa en dan y empezaba en don, como son de badajo.

Y para terminar, algo que no es de El Buscón. Miren lo que dice en la pág. 144 el primer biógrafo de Quevedo, el abad italiano Don Pablo Antonio de Tarsia, Doctor Teólogo y Académico de Nápoles. El libro se titula Vida de Don Francisco de Quevedo y Villegas y fue publicado en Madrid en 1663. Extraigo del facsímil original:

… para la ejecución de lo dispuesto en el testamento … y Don Francisco de Vera y Chacón, religioso de la Orden de Santiago, y Vicario de Villanueva de los Infantes [donde Quevedo murió], el cual se halló presente; y viendo que lo iba disponiendo todo conforme su grande capacidad, le insinuó se acordase de la solemnidad y lucimiento de su entierro, y honras, y que dejase alguna cantidad para los músicos que habían de asistir a ello; pero Don Francisco, que viviendo fue poco ambicioso, y siguió siempre el camino de la mediocridad, quiso también en la muerte mostrar el mismo desasimiento, y para que se entendiese que no le llevaban semejantes pompas, respondió: La música páguela quien la oyere, imitando en ello la buena elección que tuvieron muchos hombres sabios, que mandaron excusar en sus entierros toda solemnidad y ostentación superflua.

Me parece que al abate napolitano no le interesó captar la ironía de Quevedo que muy bien podría titularse “epigrama contra gorrones”. Y entre los gorrones, algunos colegas del abad, clérigos ellos, que pretendieran alta liturgia gratis.