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ARTEQUINCE

¿Turbina o escalera?


La copiosa lluvia de .pps que cada noche cae sobre nuestro escritorio para dejarlo humedecido a la mañana siguiente tiene innegables ventajas. Yo diría de ella que todo son ventajas: nos da muestras de moralinas con amor; nos enseña geografía; cuenta chistes y chismes; nos ejercita en la paciencia con los cansinos; nos redescubre las cosas ya olvidadas; nos canta, nos baila; da para nosotros clases de política y de religión, que últimamente parece ser una misma cosa;  nos muestra lo hermosa que es la naturaleza y lo habilidoso que puede llegar a ser el hombre. No termino diciendo lo del largo etcétera porque ese etcétera además de largo es muy ancho.

El otro día recibí uno cuyo contenido se refería a escaleras famosas. Supongo que muchos ya lo conocerán porque yo no soy más listo que ustedes. De entre todas me llamó la atención una sin descansillos; la función de estos la ejercía la prolongación del último posapié  del tramo. Y lo chocante era que cada posapié era una misma pieza desde abajo del todo hasta la altura final: resultaba plana sólo en la superficie pisable y curvada para ganar la altura necesaria al pasar de un escalón al siguiente. Estas piezas resultaban curiosas pero obligaban a mucho volumen para la escalera.


Sin ánimo de copiarla, capté la idea que subyacía en ella  y que yo podía reproducir con mis elementales recursos. El resultado fue una escalera de caracol que no subía a ninguna parte, una inútil escalera plana: la de esta primera figura.


Como se ve, la figura está apoyada en un plano casi vertical gracias a un defecto de montaje que se manifestó en el transporte hasta la reunión de café con mis amigos. Resultó que cuando quise enseñársela en posición erguida se había despegado de la oscura y brillante superficie de apoyo, a consecuencia de lo cual tuve que mostrarla en posición horizontal, como aplastada y con alteración de la perspectiva.

La causa del fallo era que el brillo de la superficie impedía la adherencia de la cola de pegar. El arreglo consistió en raspar ligeramente la capa de brillo justo en los puntos donde debía producirse el   pegado. Siempre se aprende algo nuevo y además, en este caso, tuve la inmerecida recompensa de disfrutar de un recuerdo jocoso a propósito de horizontalidades y verticalidades.

En una escena de Los Hermanos Marx en el Oeste, Groucho se topa de narices al volver la esquina de un pasillo en el salón,  con la prostituta del lugar: ¡Caramba, Lolita -exclamó el hermano mayor- así de pie, no te había reconocido!


Mis amigos dictaminaron según su libertad de juicio: para unos aquello era una tarta de manzana, para otros, una tuneladora; otros, en cambio, lo vieron como una turbina [Pelton (?), añadí yo para mis adentros].


-oooo00oooo-

Sin embargo yo no desistí de mi empeño escalerofriante; aquí estoy de nuevo. Esta vez se trata de una auténtica escalera de caracol de peldaños curvos, pero que tampoco conduce a ninguna parte. Si la famosa Torre de Babel no consiguió llegar al cielo, imagínense lo que yo podría llegar a subir con mi escalera hecha con las hojitas de un libro en blanco para anotaciones. Pero, ¿a que queda bonita?     [se recomienda ver CHISTORRA GRÁFICA 17]