Estás en: LA CUBIERTA (artecatorce2)

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


Pgs. 1    2    3    

LA CUBIERTA


Al igual que todas las mías, la construcción de que voy a hablar tiene también sus antecedentes concatenados. Me recuerda a la piscina de 25 m en la que nado a diario, con su cubierta telescópica curva y asimétrica. Como nadar es muy aburrido según dice mi hijo, mientras nado, me meto en consideraciones de cómo se las van a arreglar para cubrir con una solución semejante la gran piscina del club que es el doble de larga y mucho más ancha que ésta a la que me estoy refiriendo.


En coincidencia con estos mis devaneos recibo la invitación de la Fundación Eduardo Torroja para asistir a la conferencia que en ella había de pronunciar la arquitecto Ángela García de Paredes con motivo de la presentación del Premio Eduardo Torroja de Ingeniería y Arquitectura que la conferenciante obtuvo en 2014. El Premio está otorgado por el Ministerio de Fomento a la restauración de la villa romana de La Olmeda en Pedrosa de la Vega (norte de Palencia).


Hace unos años que el propietario de la finca de labor La Olmeda había descubierto, mientras labraba la tierra, unos valiosos mosaicos romanos que ofreció a la Diputación de Palencia para estudio de los arqueólogos. El resultado fue la espléndida planta de una villa romana con ricos y bien conservados mosaicos. Se trataba, pues, de que una vez puesto a la luz todo el yacimiento arqueológico, se acondicionara el conjunto para su mantenimiento, estudio y contemplación.


Se abrió concurso a tal fin y el proyecto ejecutado fue el de la arquitecto Ángela García de Paredes. Me fijaré sólo en la cubierta de la obra que tanto me ha interesado. La finca está situada en medio de un extenso llano cerca del río Carrión, rodeada aquí y allá por algunas choperas aisladas. La arquitecto explica cómo la cubrición de la villa debía acomodarse al paisaje, lejos de asemejarse a la nave convencional de una explotación agrícola.

Fig. 1

Y así se determinó el proyecto que habría de cubrir la superficie de unos 5.000 m2. La estructura de la cubierta (Fig. 1) consiste en módulos hechos de perfiles en forma de rombo montables in situ para constituir un área casi plana. La gracia está en el casi porque ese adverbio resulta determinante de la excelente configuración de la obra: No hace competencia a los erguidos chopos vecinos; da consistencia a la ejecución con un mínimo de apoyos; la pequeña curvatura en sus naves imprime una belleza particular al conjunto especialmente si se contempla desde su interior, y facilita sobremanera el transporte y montaje de los módulos. Esos módulos obraron en mí un efecto de trampantojo del que luego hablaré.


Por aquellos días asistí en la Real Academia de Ingeniería, al igual que el resto de diccionaristas compositores del Diccionario Español de la Ingeniería, a una sesión sobre Terminología Nuclear en Español. Al regreso me encontré de sopetón delante de la Imprenta Municipal-Artes del Libro que mi amigo Agustín me había recomendado visitar para ver una exposición de Papiroflexia. Así hice. La exposición estaba promovida por la Escuela Museo  Origami de Zaragoza (EMOZ): la disfruté a placer.


En ella estaba lo más granado del arte de plegar papel: ejecuciones, libros, papeles, información sobre creadores y plegadores, etc, etc. Si tuviera que quedarme con el nombre de un creador allí representado, ése sería sin duda el de Eric Joisel. Siento un gran placer al felicitar ahora a mis colegas de la AEP (Asociación Española de Papiriflexia) con sede en Zaragoza por haber logrado constituir EMOZ y por la vitalidad de que ellos dotan a esa Institución.


Y lo hago desde mi fracasada experiencia. Todavía en el siglo pasado, y cuando yo frecuentaba la AEP con cierta asiduidad, intenté museizar en Madrid la Papiroflexia. Para ello me puse en contacto con la Dirección del Museo Nacional de Artes Decorativas que acogió la idea con interés, pero … Al final me convencieron de que no tenían espacio disponible ni capacidad de ampliarlo. El museo exhibe figuras hasta en los rincones de las escaleras … Así que, ¡Enhorabuena, Zaragoza!


En la referida exposición de EMOZ en Madrid pude ver una gran figura realizada en papel pinocho que ponía de manifiesto la útil peculiaridad de dicho papel para resolver la construcción que rondaba mi cabeza. Sería cuestión de hallarlo en su versión de los diferentes colores del arco iris.


El arco iris ya no es lo que era, aunque sería más preciso decirlo al revés. El arco iris de después de la lluvia es como siempre; lo que ha cambiado, y mucho, es la apreciación que hacemos de él. Antes, los siete colores básicos (en semejanza con las siete notas musicales do, re, mi …) eran rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, añil y violeta (Newton, Opticks). Pero como el espectro de la luz visible es un continuo y Photoshop puede ofrecernos una gama de millones de colores entre el rojo y el violeta, el resultado es que ahora puedes encontrar colores de moda que no son fundamentales y en cambio tienes dificultades para conseguir otros fundamentales. Tal me ha ocurrido al intentar comprar el arcoíris completo: he conseguido un papel magenta pero se me ha resistido el añil o índigo.


A aquella muchacha italiana no le preocupaban los tecnicismos de moda. Hace ya algunos años veraneaba yo en la hospedería del monasterio de La Vid, cerca de Aranda de Duero, cuando una tarde llovió. La mansa lluvia cesó para ser sustituida por un espléndido arco iris doble, uno de esos que abrazan concéntricamente el arco interior con otro exterior ligeramente distante.


A mi espalda había un animado grupo de chicas italianas que hacían estancia allí para visitar Peñaranda de Duero, Covarrubias, Santo Domingo de Silos, San Pedro de Cardeña, Burgos ... Me volví para llamar la atención de la más próxima. Mira! le dije, apuntando al cielo. Su respuesta entusiasmada: Oh, bellíssimo arcobaleno!


Pues con todos estos mimbres he construido el cesto que se refleja en la Fig. 2. Bueno, aquí no hay cesto; ni siquiera se trata de la cubierta de una edificación. Es simplemente una muestra de lo que podría ser una tal cubierta: ya se ve que, intencionadamente, ni siquiera está completa aunque permite adivinar su curvatura.

Fig. 2

Se parece a la cubierta de La Olmeda en que está hecha de rombos y es fija, pero difiere de ella en que no es casi plana. Se parece a la cubierta de la piscina en que es curva y asimétrica pero en cambio no puede ser telescópica a causa del relieve de la cobertura de sus rombos: ése ha sido uno de mis caprichos. Si prescindo del capricho y hago plana dicha cobertura conservando el color (aunque resulte mas aburrida a la vista), sí podría conseguirse el efecto telescópico.

Fig. 3

La construcción, que es autoportante, se apoya en tres puntos bien cimentados que dan consistencia al conjunto (Fig. 3). Dos de ellos, con columnas reforzadas, pueden dar lugar a un vistoso portón de acceso. La Fig. 4 es la misma 3 a la que se ha sobreimprimido, resaltado en amarillo, el apoyo único y el doble.  El efecto curvatura de la construcción se ha conseguido con el empleo de una cimbra con sección de calculada línea quebrada (Fig. 5).

Fig. 4

Fig. 5

En cuanto a la iluminación interior de mi construcción se parece más a la de la piscina que a la de La Chopera. Esta última carece de iluminación cenital natural: queda iluminada perimetralmente.


En la Fig. 2 se aprecia que todos los rombos aportan luz al interior: los coloreados son translúcidos y los otros, transparentes. Aquí cobra sentido mi capricho en relieve al mirar a los rombos coloreados. Vistos desde el interior, precisamente el relieve arrugado evoca la visión de un curioso vitral  que no existiría de ser plana la cobertura (Figs. 6 y 7).

Fig. 6

Fig. 7

La observación final es la referida a los trampantojos. Si preguntas a alguien cuántos rombos ve en la Fig. 2, seguramente responderá que 22. Pues no; no hay más que 15: los coloreados. Los otros no son rombos porque sus cuatro lados no están en el mismo plano debido a la curvatura de la construcción. De hecho, los rombos que se construyen con perfiles, son 15; los demás que, insisto, no lo son, resultan como subproductos. Este hecho pasa casi inadvertido en la cubierta de La Chopera dada su cuasi planitud. Lo sabe bien el ingeniero que diseñó las conexiones atornilladas entre vértices de rombos (Fig. 8).

Fig. 8

En mi caso, los perfiles de los rombos no son metálicos: son palillos de dientes de sección circular y de muy buena madera a los que se han suprimido las puntas en la medida necesaria para conseguir un buen acoplamiento con el uso de cola blanca. A los rombos les da forma una pareja de triángulos equiláteros (Fig. 9).

Fig. 9

CODA


Como se ve, todo lo que he escrito hasta aquí se refiere a la inspiración que me ha dado la cubierta del premio Eduardo Torroja. Esa cubierta y el cerramiento completo del yacimiento arqueológico romano era asimismo el objeto de la conferencia a que me referí al principio. En ella se ponía todo el énfasis en las cuestiones arquitectónicas y de ingeniería, de las que he extraído las Figuras 1 y 8.

Pero, una vez que mostré mi maqueta a mi amigo Mariano, éste me ha sorprendido con un nuevo hallazgo que no quiero dejar de compartir. Enseguida me habló de un vídeo sobre el referido yacimiento, y yo, a mi vez, pensé que se trataría del mismo sobre la conferencia que yo había manejado. Pues no. Este nuevo vídeo resulta ser una maravilla narrativa de la riqueza de los mosaicos romanos, de la reconstrucción de la villa y, sobre todo, de la deriva humana que una aventura como ésta ha producido en un Ingeniero Agrónomo. Véanlo entrando en la ventana de un buscador y copiando / pegando:

2014-Los Mosaicos de la Olmeda.pps

ANTERIOR                                                                                         SIGUIENTE     

PAG. 2 / 3