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Unas gotas de ARTE

En materia de arte hay una cosa que siempre me ha preocupado, y es la de si el autor ha de contar algo de lo que hay tras la obra producida. Y he podido comprobar que esta preocupación mía es bastante compartida. Copiaré lo que tengo escrito al respecto en mi estudio sobre el soneto:

Sin embargo, yo creo que es bueno explicarse aunque haya, poetas en este caso, que no estén dispuestos a dar muchas explicaciones. Preguntaron a Gerardo Diego en una ocasión qué había querido decir con unos versos y respondió afablemente, que lo siguiente: y leyó de nuevo los mismos versos … Es ésta una cuestión curiosa, porque hay otros poetas, en cambio, que sienten la necesidad de explicarse al margen de su obra. Así, Antonio Machado, cuando quiere comentar un soneto suyo confía la tarea a su autor apócrifo Abel Martín. Y San Juan de la Cruz, a petición de la priora de las Descalzas de San José de Granada, escribe los Comentarios a su Obra Poética que el académico Manuel Alvar juzgó así: “Nos aclaran muchas cosas que no entenderíamos de habernos atenido sólo a la letra de su mundo poético”.

Marcus du Sautoy, el célebre matemático inglés, desarrolla la misma idea en su libro Simetría. Un viaje por los patrones de la naturaleza (Ed. Acantilado). Hacia el final del libro que estoy terminando de leer, dice (y copio):

Aunque la ambigüedad es algo que los matemáticos hacen el mayor esfuerzo por evitar al redactar su trabajo, a menudo son tan remilgados como los artistas a la hora de revelar de dónde les vino la inspiración. Acepto que esto es importante en las artes, pero pienso que puede ser muy poco honrado en las matemáticas. He leído a menudo demostraciones en las que de pronto el argumento empieza a serpentear de la manera más inesperada. Aunque todo tenga un sentido lógico, por qué el autor está siguiendo un camino en particular, es un misterio. Con frecuencia el matemático está ocultando a la vista algún razonamiento o imagen útil, alguna especie de mapa secreto que guía la dirección de la demostración.

Gauss fue uno de los mayores magos a la hora de presentar las demostraciones. Muchas de sus demostraciones ocultan una bonita idea geométrica que él tuvo en mente cuando hizo su descubrimiento, pero ocultaba a la vista esta imagen cuando se ponía a describirlo por escrito. Si lo interpeláramos respondería que “un arquitecto no deja los andamios una vez que ha terminado el edificio”.

Uno, modestamente, y sin pretender enmendarle la plana a Gauss, sí quiere contar las menudencias que rodean a lo que va a mostrarse que es, naturalmente, arte menor. Voy a enseñar mis andamios.

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Decir que esta figura es un fractal con final feliz es, naturalmente, una boutade que tiene, no obstante, su razón de ser.

Es sabido que un fractal no tiene final: es algo que tiende a infinito mediante infinitésimos. El hecho de haber conseguido una figura final que, además, es bella, es el resultado de una casualidad.

Mi amigo Mariano Nieto me había mandado su hermoso ejemplar de fractal dendrítico muy estilizado. Ello me dio la idea de qué podría conseguir yo con una degradación cuantitativa continua en la cantidad de los lados de un polígono.

A modo de ensayo partí de un exágono regular (siempre manejaría polígonos regulares) para seguir el siguiente proceso:

En el exterior de cada lado del exágono asentaría un pentágono; al exterior de cada lado de cada pentágono asentaría un cuadrado. Y a cada cuadrado le asignaría triángulos por el mismo procedimiento. El resultado es lo que se ve que, para dotarlo de cierto contraste, muestra exágono y pentágonos en línea más gruesa.

Y que, por cierto, una combinación semejante de hexágonos y pentágonos es la que se aplica en los balones de fútbol para cerrar el volumen esférico. Cosa que también ocurre con los fullerenos de la nanotecnología; en ambos casos ocurre al revés: son 5 hexágonos los que rodean a un pentágono.

No he conseguido un fractal, pero sí el modelo de un vitral o de un mandala que a mí me gusta mucho.

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Monumento a la Arista (αριστα : las estupendas!)

Así he decidido llamar a estas figuras aprovechándome del comparativo de superioridad griego en su nominativo del plural neutro.

No sé si el observador se habrá percatado, pero hay 320 aristas.

La materia prima es el rectángulo de cartulina que te mandan en forma de invitación a los actos con los que sueles estar amenazado.

Ese rectángulo tiene el tamaño de un tercio de DIN A4, y como está escrito por un lado, he tenido que contrapear los rectángulos por parejas para conseguir que anverso y reverso sean de color plano.

Lo siguiente fue plegar por una de sus diagonales esos rectángulos compuestos; y luego pegar cada dos de una forma inequívoca, atento a las malas pasadas que juegan las simetrías en casos como estos. Y, por fin, esperar la suerte del Faraón.

Quiero decir con esto que no tenía ni la más remota idea de lo que podría salir de todo ello. Cuenta Mingote que cuando los esclavos presentaron al Faraón la primera partida de las grandes piedras que habían acarreado y le preguntaron qué habían de hacer con ellas, el Faraón les contestó: Id poniéndolas ahí en un gran montón, que ya se me ocurrirá algo. Así nacieron las famosas pirámides de Egipto.

Al final a mí me salió lo que se ve y que, al menos, es una figura muy vistosa. Yo estoy orgulloso de ella, pero mi amigo Paco Bustamante fue y me abatió el orgullo. Hombre, se ve que has conseguido una fresa de esas de las tuneladoras del metro, me dijo. Pero como él es muy simpático y yo muy generoso, enseguida le perdoné la afrenta.


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