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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Y para ir terminando, una acotación a algo importante que trata Aramburu a propósito del aprecio literario por alguien de quien se puede discrepar en otras cuestiones. Me recuerda el caso de Dionisio Ridruejo, excelente poeta, silenciado, olvidado por la izquierda por haber sido falangista antes (voluntario de la División Azul que luchó en el frente ruso contra el comunismo), y por la derecha por ser antifranquista después. Murió unos meses antes que Franco.

Estos dos autores (Menéndez Pelayo, tradicionalista antiliberal, y José María de Pereda, carlista) me parece a mí que permanecen hoy día ocultos bajo una densa capa de olvido …

El olvido inducido por lo políticamente correcto, que no es que sea respetuoso, sino mortal de necesidad.

Leo a Quevedo, que injurió a Góngora; leo a Góngora, que se burló de Lope de Vega, y leo por supuesto a Lope de Vega sin importarme que dejara dicha una bobadica contra el Quijote.

No sé a qué bobadica se refiere Aramburu, pero yo sí sé a qué me voy a referir ahora, que no es ninguna bobada: estoy pensando en el Quijote de Avellaneda, la obra apócrifa que apareció en 1614 poco antes de que Cervantes estuviera a punto de publicar la verdadera 2ª Parte de su famoso Quijote (octubre de 1615; al año siguiente moriría Cervantes; en 1614 había muerto también don Quijote, en su último Capítulo de la segunda Parte, el 74).


El nombre del supuesto autor Avellaneda, uno de Tordesillas, se da por descartado por todos los investigadores que se han ocupado con afán detectivesco de esta cuestión: se trata del seudónimo de un personaje inexistente. Se barajan muchos nombres como posibles autores reales; sólo anoto: Liñán de Riaza, Tirso de Molina y Lope de Vega. Y de ellos destacaré a Lope.


Yo descarto a Lillán que había muerto siete años antes de publicarse el Avellaneda y sólo dos después de que viera la luz la primera Parte de El Quijote. De Tirso se habla poco y de Lope, mucho. Éste y Cervantes habían sido amigos al principio, antes de ser famosos. Lope fue un niño prodigio de las letras y de mayor era mucho más famoso que Cervantes a pesar de ser quince años más joven que él. Al final, los dos escritores terminaron siendo, por celos y envidias, más enemigos que amigos habían sido.


Del Avellaneda (que yo no he leído) se puede decir que contiene un prólogo que parece estar escrito por Lope dado su tono anticervantino. En el texto, en cambio, hay mezcla y el mismo prólogo excusa los fallos que puedan aparecer en él. Todo apunta a que el prólogo es obra del Fénix de los ingenios y el texto se debe a algún negro auspiciado por Lope.


Esta hipótesis la puede sostener cualquiera que haya leído La Gatomaquia de Lope. Al lector le bastará  sólo con un pequeño recorrido por  la primera página de este mi enlace:

https://caprichos-ingenieros.com/gatomaquia1.html


Como se ve en el enlace, la Gatomaquia es el ejemplo cumbre de la habilidad de Lope para crear heterónimos que usa después con mucho provecho. La Gatomaquia se publicó en 1634, así que su autor licenciado Tomé de Burguillos (de Navalagamella, por más señas) ya podía quedar bien compuesto con los antecedentes del Alonso Fernández de Avellaneda. La aventura fallida de Lope con el Avellaneda había sido el precedente con que Lope se había entrenado en su maquinación de plagiador virtual.     


De hecho, parece que el Avellaneda no le rindió beneficio alguno a Lope. Por gracia del destino, fue Cervantes el único que habló de dicho Avellaneda, precisamente por boca de don Quijote que lo menta en su visita a Barcelona hacia el final de sus días, Capítulo 72 de la 2ª Parte del Quijote verdadero:

… quiero que sepa vuesa merced, mi señor don Álvaro Tarfe, que en todos los días de mi vida no he estado en Zaragoza, antes [más que nada] por haberme dicho que ese don Quijote fantástico se había hallado en las justas desa ciudad no quise yo entrar en ella, por sacar a las barbas del mundo su mentira, y así, me pasé de claro a Barcelona …

… Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Quijote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Álvaro Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced como no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquel que andaba impreso en una historia intitulada Segunda parte de don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente, el alcalde proveyó jurídicamente; la declaración se hizo con todas las fuerzas que en tales casos debían hacerse, con lo que quedaron don Quijote y Sancho muy alegres.