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QUÉ hay detrás

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                                                                                                                    Pgs.  1    2  

No voy a insistir en la Safo que admira Ovidio; recordaré en cambio a otra poeta tan voluptuosa como ella: Beatriz Russo, excelente poeta y militante del bando feminista que se desliza a la causa antimachista. Copiaré de ella una muestra de esto último, cuando la mujer puede meter en prisión a su hombre para guardarlo y enseñarle a hacer lo que debe.

Me he tatuado una serpiente en mi pierna con tu nombre y a veces siento que está viva, como tú,

y asciende mis muslos hipnotizada por algún Himno a la belleza,

y se desliza, pontífice de un rito que no suelo entender, pero me sigue,

como si de pronto mi voz fuera un salmo penitente,

y entonces tú me obedeces, mártir de tu fe en mi cuerpo,

y asciendes un poco más hasta llegar a la antesala de mi sexo,

allí donde esperas la vehemencia de tu nombre, el sentido de ser tú el llamado y no otro,

tú en comunión con tu nombre a la espera de mí.

Doscientos años de vida tiene tu nombre y sin embargo,

tatuado en mi pierna se ha hecho serpiente y a tientas busca mi cuerpo.

Cada vez que te nombro profano un instante tu reposo y te obligo a que duermas junto a mí,

a que asciendas mis muslos tal y como ahora te digo,

así, lentamente, con la falsa detinencia del deseo que se retracta por miedo a no verse ennoblecido,

con la imprecisión de una mano inexperta que finge un control que sólo yo poseo.

El circo, como otros espectáculos públicos, ofrece inmejorables oportunidades para la conquista.

No existe mujer que cortejada convenientemente sepa resistirse.

Se condescendiente con los defectos de las mujeres, sobre todo con las entradas ya en años. Estas son las que mayores placeres proporcionan al hacer el amor.

Mi joven amigo GALJ no experimentó problemas con la conquista aunque después tuvo variados altibajos. Cierto día recibió el ofrecimiento de una secretaria que ya empezaba a madurar, para que la acompañara a un baile de empresa ya que la amiga que habría de hacerlo estaba indispuesta, le mintió, casi con toda seguridad.

¡Jóvenes , una edad corno ésta -o incluso más avanzada- es aprovechable! Es éste un campo que hay que sembrar: dará sus frutos. Mientras las fuerzas y la edad os lo permitan, aguantad el esfuerzo que ya con paso quedo llegará encorvada la vejez.


El tiempo mismo difumina los defectos físicos y lo que fue una imperfección deja de ser un obstáculo. Y oculta el defecto con lo más próximo a una cualidad.

Bailaron; se acabó el baile y entró la noche. Ella lo invitó a su casa a tomar algo. Su anciana madre ya reposaba arriba. Comenzaron unas caricias que ella aceptaba bajo palabra de que allí hubo chicas más jóvenes y más guapas. En efecto, las había, dándose la circunstancia extraordinaria de que mi amigo, sorprendentemente, las conocía de otro lugar y de otro instante.


Sin embargo GALJ declaró envolviendo la respuesta en una nueva caricia: ¡Pero tú eras la que más me gustaba! Aquella noche durmió con la secretaria.

Lo que satisface han de conseguirlo por igual hombre y mujer. Detesto el coito que no consigue arrebatar a los dos. Detesto a la que se entrega como si ello fuera algo obligado. Y que, frígida, va pensando en su calceta: el placer que se concede por obligación no me resulta agradable. ¡Que ninguna joven actúe conmigo por obligación! Me encanta oír los gritos que denuncian su placer y que me pida que me detenga, que me contenga. ¡Que pueda ver los ojitos vencidos de mi amante, fuera de sí, que desfallezca y me prohíba tocarla por largo tiempo.

Coito: del latín co-ire (irse juntos, en co-mandita, a las más elevadas esferas de placer).

La frígida puede pensar en su calceta o, desde su posición supina, en que hay que pintar el techo tan estropeado desde la última inundación del vecino de arriba.


Mi amigo GALJ tuvo serios problemas amorosos porque él era de los de eyaculación precoz y su amante más frígida que el cero absoluto de Lord Kelvin.