Título: ¡Ya no existe Troya!

Autora: Alicia Esteban Santos.

Ed.  Dhyana Arte.


Alicia Esteban, Profesora de Filología griega en la U. Complutense, redescubre a Homero inventándolo en una nave que conduce el pasaje hacia la Troya que ya no existe. Un niño que forma parte de ese pasaje es el provocador de los relatos que salen de la boca de el aedo. Así llama la autora a Homero, por no denominarlo cada vez el antiguo griego y cantor épico por excelencia.

El argumento es una recreación en prosa de la Ilíada, con todas sus connotaciones: Fidelidad (la mutua entre amigos, Patroclo y Aquiles); la infidelidad (de Helena dejándose raptar a gusto por Paris); la crueldad (de todos cuando guerrean, desde Aquiles a Héctor pasando por los demás); la frivolidad aliada de la hermosura (Paris) ; el amor maternal (aunque fuera de una semidiosa: La Nereida Tetis, madre de Aquiles); el odio y sed de venganza (de Aquiles hacia Agamenón que le había arrebatado a su amante esclava Briseida: Agamenón, el soberbio, ambicioso, brutal!)… Amores, sangre, rencores, ambiciones…

La autora se vale de un artificio muy original consistente en suplantar a un Homero que inicia cada relato para, cabalgando sobre los puntos suspensivos del supuesto aedo, volar sobre la historia troyana con la soltura que le da su conocimiento del mundo griego y la destreza propia de una narradora auténtica que no hace concesiones a ningún extremo por escabroso, delicado o comprometido que pueda ser.

El lector se sitúa en un continuo vaivén, con los griegos junto a Aquiles, o con los troyanos de Héctor. Pero me gustaría ser capaz de facilitarle la aventura a ese lector que tal vez entre en el juego, anhelante de cierta simplicidad maniquea.

Si las cosas de los hombres son de por sí complicadas, no digamos ya las de los griegos que complican sus complicaciones con las complicaciones y complicidades de los dioses. Con la consiguiente mezcolanza de hombres creando dioses que a su vez crean hombres, dioses y semidioses.

Intentaré establecer una especie de nómina organigramada al estilo de lo que se hace en las obras de teatro, o de lo que tan necesario era en la novela rusa con muchos personajes de nombre a su vez cambiante o, lo que sería más parecido, lo que hacen los historiadores al historiar las monarquías.

La cosa es complicada porque el ciclo troyano es medio histórico, medio legendario y, además, de mucha antigüedad. Me voy a expresar como con seguridad a sabiendas de que en todo subyace la duda. Diré, p.e, indubitablemente, que fue Homero quien poetizó aquella situación en el siglo VIII a. C.

Lo primero que conviene clarificar es que siempre que se habla de la guerra de Troya aparece referida a la lucha entre griegos y troyanos. Se muestra a éstos, pues, como si fueran opuestos y distintos de aquellos. Sin embargo, Troya era una colonia griega situada en la costa occidental de la península de Anatolia, no lejos del mar que da vista al estrecho de los Dardanelos; en la margen derecha del río Escamandro (hoy Menderes) y un poco al norte de la isla de Lesbos.

Desde el 2.920 a.C (Neolítico y Edad del Bronce) los griegos se habían instalado en Troya. Era parte de la expansión griega con base en Creta. Los cretenses habían desarrollado su propia Civilización Minóica (recordar al Rey Minos, el mito del Minotauro, etc.) que se extendió desde la isla a todas las regiones costeras al norte: Las de Grecia, al oeste, y las de Anatolia al este. Más tarde llegaría incluso a la costa oriental de Sicilia.

Como se ve, desde la fundación de Troya hasta los Cantos Homéricos habían transcurrido 22 siglos, tiempo más que suficiente para que pasaran, entre griegos de toda procedencia, todo tipo de cosas. Por otra parte, como la Guerra de Troya tuvo lugar 1.200 años a.C, (duró 10 años y Homero se refirió a sus últimos 51 días), se ve que nuestro poeta la cantó tres siglos después de suceder.

Cuando en la Guerra de Troya hablamos de los griegos, estamos hablando de los aqueos del norte y de sus aliados de más al sur, todos en la península del Peloponeso y proximidades (entre las que podían incluirse Ítaca, Atenas, la Tebas griega, Delfos, etc). Agamenón era el jefe de la coalición, requerido como tal por su humillado hermano Menelao, y quien sabe si, sobre todo, apoyado en su propia y desmedida ambición estimulada por las riquezas de Troya.

Una expedición bien organizada los transportó en sus naves hasta la vista de Troya donde permanecieron ancladas los diez años que duró la guerra. Constituían la segunda instancia de su campamento de tierra firme. La distancia de su asentamiento a la ciudad de Troya daba a los griegos ocasión de hacer incursiones y escaramuzas por el interior. No lejos se hallaba la Tebas asiática, en ocasiones aliada de Troya.


NÓMINA (por orden de aparición en escena; los principales, con mayúsculas)


AGAMENÓN: Rey de Micenas y Argos (al sur de Corinto, en el Peloponeso).

↕ hermanos

MENELAO: Rey de Esparta (centro sur del Peloponeso) + Helena Hermione (hija).

         

Peleo, rey de los Mirmidones de Tesalia + Tetis, la Nereida (ninfa marina) AQUILES: Príncipe de Tesalia (entre Macedonia y la Grecia central). Un mestizo de dios y de hombre.


     [Por los datos que aporta Alicia Esteban, las dos bodas anteriores debieron ser casi simultáneas]


PATROCLO: Mucho mayor que Aquiles, coincidió con él en Tesalia y se hicieron muy amigos (amantes piensan algunos: Esquines, Esquilo, Alejandro).

CRISEIDA: Bella arrancada a los troyanos como esclava, para Agamenón. Se resistió tenazmente a ser poseída por éste que no se resignó. Pero como era hija del sacerdote de Apolo, el dios la vengó difundiendo entre los guerreros griegos una súbita y fatal enfermedad que los iba diezmando.


BRISEIDA: Análogamente, para Aquiles. Se enamoró de éste al haberlo perdido todo (su pueblo, su familia …) antes de llegar a él.


CLITEMESTRA: Esposa de Agamenón, a su espera en Argos. Cuidó de su sobrina Hermione a partir de sus 9 años, cuando su madre Helena se fugó con Paris.

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