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3) El Dios gratuito -el Completamente otro- es el único que puede garantizar todo esfuerzo de comunión fraterna entre los hombres (incluso el comunismo) [el Autor debe querer decir que ni el comunismo, de por sí garantiza el logro de esa comunión fraterna puesto que excluye a Dios].


Sí, ya sé que Dios es gratuito para todo el mundo (como que a mí me dio la vida de balde!). Pero resulta que el Dios de los católicos o de los cristianos, si se prefiere, no lo es: Obligó al hombre del Paraíso a pagar una tarifa por ser de su Reino: … Ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás! … Y a la mujer: Multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; darás a luz a tus hijos con dolor …


Y validó el contrato con el sello del pecado original que todos llevamos en nuestra partida de nacimiento. Pecado éste que, como dice Hans Küng, se parece mucho a un pecado de transmisión sexual. Y todo por haber querido saber demasiado, ya recuerdan, lo del árbol del conocimiento, o del conocimiento del bien y del mal, o de la ciencia … así que, mucho ojo con los de Investigaciones Científicas!


También es cierto que Dios se debió de dar cuenta que se había pasado un poco y prometió  a renglón seguido y allí mismo, que todo lo arreglaría el Redentor que había de venir.


Ya sé, porque lo dice la Iglesia, que el relato del Génesis no ha de tomarse al pie de  la letra, pero también sé, por la misma Sta. Madre Iglesia que lo del Redentor, la Redención, es decir, la salvación eterna y el control que de ésta tiene la Iglesia, sí que ha tomarse al pie de la letra.


La tarifa del Paraíso valía para todos los hombres pero luego resulta que la Iglesia, por mandato divino, puede romper el contrato paradisiaco mediante el Bautismo que ella está autorizada a administrar sólo a sus fieles, naturalmente.


Con lo cual resulta que la Iglesia es quien tiene en sus manos nada menos que la salvación eterna de la humanidad. Bueno, algo tiene que hacer ésta, además, para salvarse: lo de la fraternidad cristiana que vamos a ver a continuación.


Yo le comentaba a un teólogo agustino educado en Roma lo cogido por los pelos que estaba en el Génesis lo de la promesa de Redención, la profecía sobre la Virgen, la Salvación, y toda la Cristología derivada. Su respuesta: No, si en realidad Cristo vino para salvarnos de nuestras debilidades …


Y mi devaneo mental: Y para eso, todo el tinglado que se monta en la segunda parte del Credo?! Lo de siempre: un misterio tapado, en este caso, por otros muchos (dos renglones de  la primera parte del Credo frente a 14 de la segunda).


Para que no quede en el aire la cogida por los pelos que digo, copio del Génesis todo lo que sobre ello -es decir, la Cristología de la Redención y de la salvación eterna- dice el Punto 15 del Capítulo 2 (Sitio web del Vaticano): Pondré enemistad entre ti [la serpiente] y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón.


Y ahora, lo de la fraternidad cristiana. ¿Habrá expresión más rotunda de fraternidad que la que se lee en el primer renglón del Credo? ¿Qué más hace falta para convencer a los hombres de que si Dios es nuestro padre, que lo es -yo creo-, todos somos hermanos?


Me gusta recordar una vez más mi caligrama: Donde hay vida sucesiva hay paternidad permanente. Y habría que añadir, Y hermandad entre todas las generaciones sucesivas. En otro contexto dice Montaigne que acostumbramos a llamar hermanos a los que han salido del mismo agujero. Aquí habría que completar que, todos los miembros de la humanidad han salido del mismo misterio.


Lo que ocurre es que, como el hombre es débil, no siempre está en buena disposición de querer a su hermano, sobre todo si hay una herencia por medio, petróleo o algo parecido.


En los tiempos dorados en que los reyes eran de origen divino y, por tanto, sus súbditos profesaban automáticamente la religión de su rey, se daban casos como el de Enrique II el de las mercedes (así llamado porque las repartía a manos llenas entre quienes le ayudaban en la lucha contra su hermano -hermanastro- Pedro).


Pero parece que un día, o porque ya no le quedaban mercedes para repartir, o porque pensó que le estaba resultando demasiado cara la pelea, decidió cortar por lo sano y, directamente, se quitó de en medio a su querido hermano, con lo cual consiguió varias cosas a la vez: el trono, el apelativo de el fratricida, ahorrar en mercedes y que se inmortalizara su hazaña en un grabado de la época que lo mostraba siendo coronado con gran solemnidad por dos obispos.


La Iglesia, que es muy pragmática, ha saltado de aquellos tiempos de la alta Edad Media a los presentes adaptándose divinamente a la nueva situación. Hoy, lo políticamente correcto es apostar por la igualdad entre todos los hombres y por  la fraternidad universal. Y en ello está la fraternidad cristiana que se nos predica en todas las misas. Sería injusto hacer tabla rasa y olvidar excepciones tan memorables como la de San Vicente de Paul.


El libro continua con estos capítulos, siempre conectados con Antonio Machado: Cristo; el cristianismo como ética del amor fraterno; Iglesia. Pero yo termino aquí mis comentarios porque creo que ya he tratado estos últimos capítulos en alguna medida, a lo largo de lo que llevo escrito.


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