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Teología popular


No sé cómo ha llegado a mis manos esta perla. Está contenida en la página web Fe adulta y es de comentarista desconocido. Al final hago transcripción completa de ella desde UNA ANÉCDOTA … hasta … NI DIOS SABE DÓNDE ESTÁN (una página aproximadamente).


Seguro de que el autor de los versos no necesita presentación pero, por si acaso, la haré breve. Mejor dicho, pondré lo que de él se puede leer en Wikipedia según palabras de Valle Inclán:

«Quítenle al teatro de Muñoz Seca el humor; desnúdenle de caricatura, arrebátenle su ingenio satírico y facilidad para la parodia, y seguirán ante un monumental autor de teatro».

Pero es que, además, Muñoz Seca había estudiado el bachillerato en los Jesuitas, las carreras de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla y había  sido profesor de griego, latín y hebreo en Madrid. Total, que no era el clásico gracioso de comedia.


Lo que yo pretendo con mi aportación es explicar que lo serio o pretendidamente serio se entiende mejor cuando hay humor de por medio. Y lo haré extrayendo cosas que vienen como anillo al dedo, de la crítica que en su día hice sobre la obra de Pascal.


http://www.caprichos-ingenieros.com/pascal4.html


Por otra parte no será ocioso decir que cuando los hombres nos ponemos muy sublimes nos acercamos más al borde de lo sublimemente ridículo. Pondré un ejemplo. Acabo de escribir un artículo nada teológico en el que detallo la carta de presentación con que se identificó la Primera República Española:

Vino para erigir definitivamente en España el templo del derecho, de la justicia, de la moralidad y de la honra, que es el de la ¡República democrática federal!

Asombra ver lo poco que tardó en hacerse pedazos esa carta de presentación de la República. Ya con su primer presidente, Figueras, fíjense lo que decía Pérez Galdós de las sesiones Constituyentes a las que asistía como espectador:

Era un juego pueril, que causaría risa si no nos moviese a grandísima pena.

En la misma línea en que Muñoz Seca se cachondea de la teología del Obispo, recuerdo ahora lo que se puede leer en el enlace que antecede:

“Aquí ya apunta Pascal una sorprendente coña marinera que nunca antes se ha visto en un autor a veces  tan serio, tan integrista, tan fanático, tan oscurantista y tan pesimista.”

Muñoz Seca era buena gente como dicen en su tierra y por eso en su primer quinteto pone junto a Dios, con toda seguridad, a sus queridos finados.


Entonces el obispo le pontifica: Ni el Romano Pontífice tiene tanta seguridad como usted, no ya de que estén junto a Dios, sino ni siquiera de que hayan ascendido al cielo (cosa que luego da pie a M.S para afirmar que no se sabe por dónde andan).


En el segundo quinteto rectifica M.S concluyendo que el Obispo no quiere que sus porteros estén junto a Dios. Y además expresa así su misteriosa sabiduría teológica: “todos los que mueren van siempre al mismo sitio”. Y con sumo recato, deja ahí la cosa. No busca, como hacen los teólogos profesionales, otro misterio para resolver el suyo. No se enreda en si luego los muertos que van al hoyo van además a juicio, al purgatorio, a la casa del Padre o a la de sus antepasados con sus seres queridos y no queridos (¡menudo lío!).


El Obispo reacciona porque para eso está en posesión de la verdad y respalda su opinión, no como antes, en el Papa, sino en el mismísimo Dios: “Dios no decide nuestro futuro, sino que es nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no.”


Y aquí es donde ya entra en juego Pascal con su Primera Carta Provincial.


Había sido requerido Pascal para defender al Dr. Arnauld de la Sorbona, por decir que había leído con cuidado y con exactitud todo el libro de Jansenio, y que no había hallado en él las [cinco] proposiciones condenadas por el Papa Inocencio X .


Jansenio era obispo de Yprés y gran admirador y conocedor de la obra de S. Agustín; era partidario de él y contrario a los Jesuitas. En su obra teológica Agustinus defendía en el seno de la iglesia católica una noción de gracia divina basada en San Agustín, similar a las ideas de Calvino.


Se levantó una gran polémica en la Sorbona y los Jesuitas inventaron el término poder cercano para preparar la censura del Dr. Arnauld defendiendo el libre albedrío frente al determinismo. Tuvieron enfrente a los dominicos.


Las Cartas Provinciales de Pascal son escritos de estilo epistolar que dirige a un supuesto conocido suyo de provincias. En esta ocasión, y con toda la ironía de que es capaz, le dice al provinciano: