-Nuestros pensamientos son los responsables de nuestras emociones.

-No nos engañemos: El presente nos pertenece.

-¿En qué falló la educación que recibimos?

-¡No más sufrimientos inútiles! ¡Ya está bien de sufrir!

-¡Conquistemos nuestro futuro!

-Definamos nuestras ilusiones.

-¿Cómo voy a poder cambiar a estas alturas de mi vida?

-¿Cómo voy a ser feliz con mi marido/mujer, pareja, hijos, amigos, jefes, compañeros … si ellos son los responsables de mi infelicidad?

-¿La vida se termina cuando se acaba el amor?

-No aceptar lo inevitable.

-No confiar en nosotros mismos, o pensar que la solución está en los demás.

-Vivir los imprevistos y las contrariedades como tragedias.

-Agotarse física y mentalmente. Pretender llegar a todos los sitios.

-Hábitos o costumbres que debemos tratar de disminuir o eliminar.

-Reglas básicas para aplicar a diario.

-“Coger distancia” para ser objetivos y ayudar a observar y actuar de forma racional.

-No insistir en los errores de siempre.

-Asumir que estamos aquí para aprender a ser felices, no para sufrir.

-¿Cuándo no actuamos correctamente? Situaciones de ansiedad y estrés.

-Creencias irracionales más frecuentes. Tipos.

-La parada de pensamiento.

-Técnica de relajación muscular progresiva.

-El autorefuerzo.

-¡No suframos inútilmente! ¡Si controlamos nuestros pensamientos, controlamos nuestra vida!

……….


POR ALUSIONES 1

Cuando leí por primera vez en el libro los dos famosos acrónimos me vino a la mente algo que no supe explicarme. Lo entendí después, cuando alcancé la página 202 y me encontré con una apelación a observar y actuar de forma racional.

Había redescubierto mi acrónimo SOIA. También éste me había resultado de gran utilidad en los cursos que impartí durante bastante tiempo a mandos y empleados de la Compañía en que a la sazón me ocupaba para implantar la Calidad Total.

Su significado: Situarse; Observar; Imaginar; Actuar. La sistemática estaba pensada para resolver Problemas, tanto los materiales de la producción como los inmateriales de la Organización.

Como se ve, la apelación de la página 202 de nuestro libro tiene en común con SOIA las fases de Observar y Actuar y por eso no entraré en ellas. Me fijaré, por el contrario, en las otras dos. Imaginar soluciones para esquivar el sufrimiento puede ser de gran utilidad pero, sobre todo, es el Situarse lo que resulta crucial, aunque lo habitual en los cursos de formación es que ese Situarse adecuadamente resulte dado por supuesto.

Observar, sí, pero después de haberse Situado frente al verdadero problema. Es asombroso ver cómo la gente, dados sus costumbres, prejuicios, conocimientos o experiencias se puede situar, no frente a su problema, sino frente a otra cosa. En ese caso, de nada servirá observar bien esa cosa.


POR ALUSIONES 2 (In hac lacrimarum vale)

En el hito “Asumir que estamos aquí para aprender a ser felices, no para sufrir”, dice nuestra autora:

De nuevo, este parece un principio incuestionable, pero si lo pensamos un poco nos daremos cuenta de que mucha gente, muchas religiones y muchos grupos parecen empeñados en lo contrario.

……….

La felicidad no está en el dolor, sino en la superación del dolor, de las dificultades y de los obstáculos que nos impiden disfrutar de la auténtica esencia y del ser humano.

Nuestra autora no se plantea, y hace bien, porque no es ese su objetivo, por qué mucha gente, etc. parece empeñada en lo contrario. Pero quienes hemos vivido la experiencia de la resignación al sufrimiento como un valor religioso no tenemos más remedio que concluir que sí debe haber serios motivos para ello.

Al poder (religioso, político, social, económico o de cualquier tipo que sea) siempre le conviene tener resignados a sus influidos para luego poderlos redimir, si así conviniera, o simplemente para mantenerlos en un statu quo de aparente tranquilidad. Esto es tan viejo como La Salve (siglo XI) donde los desterrados hijos de Eva en este valle de lágrimas claman gimientes y llorosos a nuestra Madre, la Reina del cielo, para que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos … Ahí queda eso!


POR ALUSIONES 3

En el hito “La parada de pensamiento” podemos leer:

Ya hemos comentado que el SNA es el encargado de nuestra supervivencia, y se tiene que activar ante situaciones de peligro; lo que ocurre es que al pensar en lo horrible que va a ser el examen [se refiere a un examen académico] ha recibido orden de actuar, pues como ya hemos repetido muchas veces, él no distingue los mensajes verdaderos de las simples exageraciones y, por desgracia para nosotros, con mucha frecuencia nuestros pensamientos internos son poco racionales.

……….

¿Qué podemos hacer para desactivarlo? Podemos darnos una orden y decir ¡BASTA!, pero a veces no es suficiente; en esos casos, provocarnos una pequeña emergencia para que ese SNA tenga que acudir [supuestamente a solucionarla] y, de paso, se desconecte y nos permita volver a tener el control.

Queda claro que nuestra autora tiene desencadenada una cruzada contra los malos pensamientos que nos producen sufrimiento. A quienes llevamos ya muchos años alejados de nuestra juventud, todo esto nos recuerda demasiado a aquellos tiempos en los que también estábamos sometidos a cruzadas contra los malos pensamientos, solo que entonces había que luchar contra los malos pensamientos que nos producían placer y no como ahora, cuando nuestra autora lucha contra el dolor y el sufrimiento.

Entonces el placer era pecado y sólo se consentía en restringidísimas circunstancias y casi como un mal menor y a regañadientes (en el caso de los casados, sólo si la intención era procrear. Recientemente me dijo un coadjutor de parroquia, con la cabeza en su sitio, “pero por qué tendrá que meterse la Iglesia en la cama de los casados?”)

El pecado de pensamiento por excelencia era el de deseo, perfectamente tipificado en el 9º Mandamiento de la Ley de Dios “No desearás la mujer de tu prójimo”, que viene a ser una simplificación de lo que el Antiguo Testamento contemplaba al exigir evitar no sólo deseos de mujer ajena, sino también de la casa, el siervo, el buey, el asno y de todo lo que fuera de tu prójimo”.

A nosotros los jóvenes, este noveno mandamiento nos quedaba un poco a trasmano aunque no puedo por menos de recordar que a una madre joven de entonces la conocíamos como “la madre buena”, y no porque lo fuera, que seguramente lo era, sino porque tenía un sex apeal que no podía con él. De todas maneras, lo que nos inquietaba a nosotros era el sexo mandamiento, que bastante teníamos con bandearnos con las chavalas.

Y para terminar, el atractivo más directo del libro: Los casos. La autora presenta nada menos que 32 que ha vivido con responsable compromiso y que, dada su variedad, le han permitido ilustrar de forma clara y directa cada uno de los hitos que van destacándose a lo largo del libro. Seguro que a cada lector, alguno de ellos ha de venirle como anillo al dedo, y también a la prima del lector, o al amigo o al cuñado de éste. Ya lo verán.

Estás en: La inutilidad del sufrimiento.

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