TÍTULO: La inutilidad del sufrimiento

AUTORA: Mª Jesús Álava Reyes.

Es psicóloga, master en Dirección de Recursos Humanos con experiencia en los campos de la psicología clínica, educativa y del trabajo. Ha colaborado en el CSIC y ahora regenta su propio despacho de consultoría psicológica. Tiene editados 5 libros y más de 20 publicaciones en el dominio de la psicología.

Mª Jesús Álava Reyes

Directora de Álava Reyes Consultores y Apertia Consulting

Arturo Soria, 329 - 6º

28033 Madrid

Tfno.: 91 766 70 28

Fax: 91 383 16  97

EDITORIAL: La esfera de los libros.


Excelente libro, recomendable para:

-Quienes tienen mucha vida interior porque seguro que más de una vez se habrán hecho planteamientos semejantes a los que aquí se tratan. Ahora tienen una ocasión magnífica de contrastar sus experiencias con las de una autora que sabe muy bien lo que dice y por qué lo dice.

-Quienes tienen poca vida interior porque, al tener alguna, encontrarán en sus páginas motivo de incrementarla y de beneficiarse de su incremento.

-Quienes tienen mucha vida exterior, es decir, los que hablan mucho por el móvil y “se lo pasan bien con los amigos” pero son escasamente reflexivos. Estos, como cada  quisque, y a pesar de todo, reciben como los demás las agresiones de su entorno: este libro les hará pensar.

-Todos:

Para los padres, que recibirán mensajes orientadores hacia sus hijos. Los esposos encontrarán otras formas de manejar sus relaciones. Los que tienen grandes responsabilidades verán cómo afrontarlas sin huir y sin sufrir … Seguro que cualquier lector se podrá ver reflejado en algún sitio del libro, como protagonista de un caso o como espectador de otro. Pasen y vean. No se lo pierdan.


¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar con qué finalidad sufrimos? … La verdad es que mucha gente sufre de forma inútil y, además, sufre prolongadamente.

Esto del sufrimiento prolongado es como un ritornello a lo largo de todo el libro. Y no se refiere sólo al “gran sufrimiento”, es que sufrimos por cosas en las que parece que nos recreamos. Sólo así se justificaría su persistencia.

Me viene a la memoria el caso de dos hermanas, ya mayores; podríamos simplificar, escenificando la cosa como que una es la lista, agresiva, mandona, de lengua larga … y la otra es la tonta, inútil, ignorante, inoportuna, apocada, indecisa, dependiente … La primera sufre a ojos vista y a oídos atentos, la incompetencia de la hermana. Ésta no explicita su sufrimiento pero, a poco perspicaz que sea el observador, verá cómo sufre con su insufrible hermana …

Supongo que una situación como ésta, de instalación en el sufrimiento, debe ser muy corriente. Con poca diferencia de tiempo yo he presenciado dos casos  muy llamativos. Los he presenciado y me he enterado de ellos de resultas de las voces, gestos, guiños de complicidad con la gente cercana, etc.

Y uno se pregunta, ¿no será que estas formas de sufrimiento constituyen el plano de sustentación de esas vidas, un plano tal que, de no existir, dejaría caer en el vacío a esas personas?

La felicidad depende de nosotros mismos, no de nuestras circunstancias.

Esta es la tesis nuclear del libro. Si el lector no se lo cree pero le gustaría creérselo, que empiece a leer. Cuando termine, y ya antes, se habrá convencido.

Lo crucial no es lo que nos pasa, sino lo que pensamos en cada momento. El pensamiento es previo a la emoción, y ese pensamiento es el que nos hace sentirnos bien o mal.

Pero claro, ocurren dos cosas. Primero, que no todo el mundo es consciente de la posibilidad de tal planteamiento. De ahí la utilidad del libro. En segundo lugar y, superada la primera dificultad, es que no siempre es fácil encontrar la solución al problema que se nos plantea. Ante esta segunda dificultad mucha gente reaccionará con coartadas que le facilitarán la evasión: “yo ya, a mis años …”; “con lo que ya tengo sufrido …”; “si es que siendo como soy …”; “yo no puedo con mis nervios…”, “o con los del otro/a…”; “a ver quien me saca de hacer lo que he hecho siempre…”

Desde el comienzo del libro, el lector se encontrará con dos acrónimos que no le van a abandonar ya hasta el final: son SNA y SNC. Se trata de los dos conceptos clave en el desarrollo de la obra. El primero se refiere al Sistema Nervioso Autónomo y el segundo al Sistema Nervioso Central. Son como el esqueleto del libro, pues en torno a ellos la autora edifica su tesis, la forma de detectar y acometer problemas de sufrimiento y, por fin, de resolverlos.

El SNA (antes llamado sistema nervioso vegetativo) se ocupa de los automatismos de los seres vivos y contribuye a su supervivencia. El hombre tiene escasa capacidad de intervención sobre él: poco podemos hacer para que nuestra digestión funcione de forma distinta de como lo hace.

Lo malo es que nuestros pensamientos lo pueden engañar y hacerle trabajar de forma agotadora como si realmente estuviéramos, sin estarlo, ante un caso de supervivencia.

Entonces es cuando hay que acudir al SNC, el de la razón, la lógica, el pensamiento racional, a fin de conseguir que el SNA “entre razón”, que es cosa que nunca hará por cuenta propia puesto que no está diseñado para eso.

Me gustaría advertir al lector de una excelente cualidad formal con que la autora ha estructurado su obra: una sabia concatenación mantiene el hilo conductor de la obra de forma que al leerla, uno siempre se encuentra a gusto y como en el buen camino, sin sensación de riesgo de poderse perder en alguna de las páginas que esperan.

Por ejemplo: Titula el Capítulo I como Tengamos las ideas claras: ¡No suframos inútilmente! En su primer Subcapítulo empieza desmontando la antinomia sensibilidad-sufrimiento. Con toda razón pensamos que una buena cualidad del hombre es la de ser sensible, luego (y aquí el sofisma), esa actitud positiva de ser sensible conduce inexorablemente al sufrimiento.

… una cosa es el sentimiento absolutamente natural, espontáneo y humano, que experimentamos ante situaciones dramáticas, y otra muy distinta es el pozo en que caemos cuando parece que sólo hay un camino: el de “bloquearnos”, “sumergirnos” y “dar vueltas” ininterrumpidamente a unos hechos que ya no tienen marcha atrás.

Y termina ese primer Subcapítulo:

Uno de los principios que más nos ayudarán en nuestro “camino” será el descubrimiento de que, al contrario de lo que pudiéramos pensar, lo importante en nuestra vida son los pensamientos, no los acontecimientos.

Para titular el siguiente y segundo Subcapítulo:

Lo importante en nuestra vida son los pensamientos, no los acontecimientos.

Obsérvese que la autora habla del “descubrimiento” que cada lector habrá de hacer por su cuenta en el viaje por el libro. Uno confía tanto en la experiencia de ella, que no necesita que nadie le advierta de un quia magíster dixit para quedarse satisfecho.

Podría seguir desmigando el libro, pero no lo voy a hacer para no hurtar al lector el deleite de su forma y la profundidad de su contenido. Me limitaré a copiar los hitos que van jalonando los sucesivos capítulos porque son los que garantizan el interés de la obra. Y retiraré algunos como hace Google con las páginas de mis libros, en esta ocasión, para mantener la intriga del lector.

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