LOS SUEÑOS DE MI AMIGO


Mi amigo Mariano, que no es de los soñolientos, sino de los soñadores y, además es muy exagerado, me manda un @ con este texto:

     “Hola Jesús, acabo de parir este escrito sobre sueños. De este tema tú sabes mucho y me gustaría conocer tu opinión. Tal vez puedas ayudarme a mejorarlo”.


     Sigue mi respuesta en la que se nota en seguida lo que es suyo y lo que yo añado:



SUEÑOS SORPRENDENTES


Nos pasamos casi media vida soñando. El personaje central en todos los sueños es siempre el soñante, pero de esa media vida que transcurre en sueños casi no recordamos nada. Los sueños quedan poco grabados en la memoria.

He leído en algún sitio que el sueño es una necesidad vital. Si a una persona  se le impidiese soñar despertándola cada vez que inicia el sueño, enfermaría y moriría.

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


Estoy de acuerdo en lo último, dado que el sueño se orienta hacia la realización o cumplimiento de deseos y que ello aporta un poco de felicidad que es lo que necesitamos. Pero me parece exagerado decir que pasamos casi media vida soñando, como no sea que incluyamos el tiempo de “soñar despiertos”: cada sueño dura muy poquito. En cuanto a mí, puedo añadir que además, el haber soñado me relaja corporalmente dando un bienestar a mi organismo que también pudiera estar necesitando. Es como si el sueño fuera cómplice de una especie de somatización inversa

Evidentemente, aunque parezca extraño, hay cierta relación entre estómago y cerebro. Suelo cenar poca cosa, casi siempre leche y galletas. Pues bien, cuando por cualquier circunstancia tengo que cenar más abundante o variado, observo que mis sueños son más agitados.

A lo largo de mi vida he tenido fases oníricas con cierto leitmotiv. Por ejemplo, los aviones extraños o maravillosos que podía manejar o visitar, o volar por mis propios medios simplemente tomando un impulso y saltando. Periódicamente he soñado con agua que me atrae y causa placer pero que luego se va transformando en desasosiego. Por ejemplo, me estoy bañando muy a placer en una piscina pero, poco a poco, se va llenando de bañistas que acaban por impedirme nadar a gusto.

Recuerdo un sueño con una inmensa ola que iba cubriendo los vagones de un tren que circulaba a lo largo de la playa, de la misma manera que cubren a los surfistas, como si fuera dentro de un túnel líquido.

Son los conocidos como sueños recurrentes. Yo tengo dos típicos.

Uno es que, ya en el largo ejercicio de mi profesión no quiero ir a mi Escuela por no comprobar que tal vez no haya aprobado el último curso de la Carrera. O que si me decido a acudir al último y decisivo examen, no llego a tiempo, o no encuentro lápiz o papel que llevar para la prueba. Esto tiene que ver con el efecto pájara que estuve a punto de sufrir  en el último curso debido a las fuertes tensiones acumuladas durante tanto tiempo de estudio.

El otro es que después de abandonar mi fábrica por prejubilación, al intentar volver a visitarla después, no encuentro sino dificultades, cambios sorprendentes, desconocimientos mutuos y barreras arquitectónicas insuperables.

De todas maneras yo creo que estos sueños sólo tienen en común su contenido  manifiesto; el latente puede variar de unos a otros.

En general soñamos cosas disparatadas o intranscendentes; en ocasiones todos hemos tenido sueños realmente originales, sorprendentes o enigmáticos. Quiero recoger aquí algunos de estos sueños excepcionales que he experimentado.


Gato.

Yo me disponía a leer un libro de tamaño folio. Al abrirlo apareció entre sus páginas, como prensado entre ellas, un gato negro con grandes ojos brillantes. De repente el gato adquirió tres dimensiones y saltó desde el libro hacia mí. Por supuesto me desperté del susto dando un fuerte respingo que también despertó a mi mujer, Mamen.