QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

SONIA Y EL CRACK


Sonia es muy lista y muy habilidosa. Estoy citado con ella para uno de estos días. Allí iré a poner mis pies en sus manos y, a escuchar el canto alegre de sus alicates. Tiene usted las plantas de los pies divinas; se ve que anda poco, me dice. Como tiene razón, le explico que, por prescripción facultativa, he de estar la mayor parte del tiempo patas arriba, es decir con las piernas estiradas horizontalmente para ayudar a la circulación de retorno. Me las acoge un mueble elegante que nunca pensó él que iba a servir a tan bajo propósito. Pero la vida es así de dura, incluso para algunos muebles. Él se resigna y yo trato de compensarle con un paseo de una hora que también está prescrito por el médico.


La podóloga es la solución que me resuelve el problema de llegar a las uñas de los pies que cada día que pasa las tengo más lejos. Pero me resuelve también lo otro que me ocurre con las uñas de las manos, que no es sino que me las tengo que cortar también. Éstas me las corto yo con las gafas de cerca y con unas tijeras. Como nunca sabía cuando debía cortármelas, ellas crecían con una desmesura que, unas veces me causaba ventajas y otras, inconvenientes.


Ante la duda, decidí cortármelas cuando la de los alicates, así que problema resuelto porque los alicates de Sonia me funcionan puntualmente cada dos meses, también por prescripción facultativa: es el periodo que establece el seguro médico para este tipo de intervenciones.


Lo que ha pasado esta vez es que con la pandemia, todo se ha trastocado, pero mis uñas han seguido creciendo sin importarles lo que pudieran decir los expertos del gobierno. Tan es así, que los problemas de alicates y tijeras parece que han afectado incluso a las cuestiones informáticas. Ya lo verán.


Mi nieto pequeño, que ya es un hombre hecho y derecho, cuando era un niño dejaba que su abuelo lo llevara al colegio. Creció y, cuando ya mayorcito necesitaba ayuda del abuelo, la reclamaba y, bien que le venía. Una vez le pidieron en clase que convirtiera una caja de zapatos en una sala de museo. El chiquillo no sabía por dónde empezar y el abuelo le dio algunas pistas. Hoy, con la informatización de todo, las cosas son mucho más fáciles que antes.


En una cara grande de la caja pusimos la imagen de un cuadro también grande y alargado que tomamos de Internet. Seguramente elegiríamos el Guernica que es de lo más grande y alargado que hay en cuadros. Las otras paredes las rellenaríamos con cuadros más pequeños, tal vez algún Mantegna o con la Mona Lisa que no sabemos de qué empieza a reírse con la que está cayendo.


El resultado fue muy positivo para el currículo académico del chaval, así que le faltó tiempo para hacérselo saber al abuelo. Eres un crack, abuelo, le dijo. Lástima que te hayas puesto tan tarde con esto de la informática.


Tan tarde como que hacía veintitantos años que al crack ese le había dado el Ministerio de Industria un premio nacional por una aplicación informática asociada a cierta Innovación tecnológica industrial que él mismo había desarrollado.


Desde entonces el abuelo crack no había parado de informatizarse a través de su propio sitio web que masterizaba oportunamente con anuales ediciones. Los sucesivos ordenadores usados desembocaron al final en su magnífico MacBook Pro portátil de ejemplar ejecutoria.


Como en esta vida todo lo que puede salir mal termina saliendo mal, el Mac empezó a fallar. Primero Outloolk tardaba en aparecer, luego no permitía limpiar su papelera y, al final, no se abría. El abuelo crack consultó con su hijo que sí era un crack de primera división. Su eficaz consejo tuvo una rápida respuesta positiva: “Pulsa la tecla de alternativa mientras extraes el icono Outlook del Dock”. Hecho, y funcionó. Así de simple.


Pero las uñas seguían creciendo, es decir, el tiempo seguía pasando y las cosas raras empezaron a prodigarse en otras aplicaciones. En el navegador Google Chrome, por ejemplo.


En esta nueva ocasión el abuelo crack ya no consultó con el crack de primera división sino con el Crack universal de todos los tiempos y para todas las cosas. Se fue hasta el castillo del Duque para ver con el propio don Quijote qué es lo que pasa con las uñas. Allí se lo encontró dándole consejos a su escudero que iba a partir a hacerse cargo del Gobierno de la Ínsula Barataria. Copio del Capítulo XLIII de la 2ª Parte de El Quijote: