ESTÁS EN: El Soneto

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


Pgs.  1   2   3    

    YA NO TENGO


    Sin sombra que me siga, silencioso,

    las manos a la espalda y paso quedo,

    combatiendo nostalgias con denuedo,

    a mi tierra me vuelvo sin reposo.


    Ya no tengo vasija para el poso

    que los años de lidia en este ruedo

    han dejado en mi frente, y ya no puedo

    resistir sosegado a tanto acoso.


    Ya no tengo el asiento de mis sueños.

    Es el aire y la luz mi casa viva:

    la araucaria y palmera son sus dueños


    y del río y sus chopos es cautiva.

    Ya no tengo otra cosa que diseños

    de sonrisas que al fin, llovéis de arriba.


Ya podemos retomar sus 14 versos. Si en su lugar hubiera 13 distribuidos según los 8 de sus dos cuartetos y 5 de un quinteto, resultaría una composición áurea prácticamente perfecta:


82 = 13(13-8) = 13x5 = 65


Probemos a cambiar los dos tercetos del último soneto, por este quinteto:


    Ya no tengo el asiento de mis sueños.

    La araucaria y palmera son sus dueños

    y del río y sus chopos son cautivos.

    Y del aire y los buitres, tan altivos.

    Ya no tengo otra cosa que diseños.


El poema resultaría perfecto. Y me extraña que a nadie, que yo sepa, se le haya ocurrido esta fórmula. El quinteto está hecho también con endecasílabos y su rima (AABBA) no desentona con la de los cuartetos.


El problema es que con el cambio he perdido la palabra clave con que expresaba mis sentimientos. Evidentemente cuento con un verso menos y, por añadidura, tengo una estrofa única que me da menos elasticidad que dos (los tercetos).


Pero el problema más serio es que Petrarca seguramente no sabía demasiada geometría. Y ahí precisamente radica lo admirable de su invento: sólo por intuición dio con el soneto tal como lo conocemos: tan próximo a la perfección áurea, y con la ventaja de su extensión y elasticidad más conveniente. Seguramente sin él saberlo, dio con la fórmula:


8,65252 = 14 x 5,3475


Redondeando los 8,65 a la baja nos da los 8 versos de los cuartetos, y redondeando al alza los 5,35 obtenemos los 6 versos de los dos tercetos. Nada excesivo, de todas maneras. Y además, el quinteto seguramente era desconocido en tiempo de Petrarca, pues parece que se desarrolló en el siglo XVIII.


Gloria, pues a Petrarca por habernos legado una composición tan bella que no ha perdido frescura con los siglos (él mismo compuso 300). Y a Boscán y Garcilaso que importaron el soneto para los españoles.


Veamos ahora las leyes que rigen el soneto. Como hemos dicho, se trata de un poema de 14 versos endecasílabos organizados en cuatro estrofas: dos cuartetos y dos tercetos. Su rima es consonante y lo fundamental en él es el acento en la décima sílaba.


Por tanto, si la última palabra del verso es aguda, ese verso endecasílabo sólo tendrá 10 sílabas (aunque resulte paradójico), pues después de la última aguda ya no puede haber más sílabas.


Por el contrario, si la última palabra es esdrújula, como el acento del verso ha de recaer en la sílaba décima, todavía le quedan dos sílabas más a la última palabra, así que ese verso endecasílabo tendrá doce sílabas.


Estas condiciones básicas no son exclusivas del soneto. Un octosílabo terminado en sílaba aguda tendrá siete sílabas, etc. Y la exigencia es asimismo aplicable a los hemistiquios tomados separadamente en un alejandrino, p.e.


En cuanto al acento, y aparte de lo dicho para la décima sílaba, los endecasílabos pueden clasificarse en:


Enfáticos, con acentos en la sílabas primera y sexta. Heroicos, acentuados en segunda y sexta. Melódicos, que tienen acento en tercera y sexta. Sáficos, con acento en cuarta y sexta u octava.


Como se ve, la acentuación en las sílabas sexta y décima es lo que caracteriza al soneto.


La rima que Petrarca prefería para el soneto era:


ABBA-ABBA-CDC-DCD


Existen variantes, menos en los cuartetos que en los tercetos. En aquellos se puede usar el serventesio (ABAB) en lugar de la rima abrazada del cuarteto (A. Machado), aparte de alguna otra rara excepción. Los tercetos dejan mucho margen al gusto o a la conveniencia. Yo he encontrado hasta 19 combinaciones de rima distintas. De entre ellas las hay con el soneto terminado en un pareado al gusto de Shakespeare. A. Machado lo utiliza en su bello poema A un olmo seco y resulta magnífico.


Este poema machadiano se inicia con un soneto un tanto peculiar, pues su segundo verso es un heptasílabo, con lo que el soneto queda tocado de silva: Heterometría, que en el caso de su hermano Manuel se lleva al límite, mezclando en el mismo soneto Madrigal de madrigales, heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos.


Esto me da pie a referirme a las variantes métricas del soneto. Aparte del endecasílabo, pueden darse sonetos con versos prácticamente de cualquier metro: trisílabos, pentasílabos, octosílabos, dodecasílabos y alejandrinos (14 sílabas). Estos últimos fueron muy utilizados por Rubén Darío. Voy a copiar un ejemplo del más sintético de todos, el llamado sonetillo. Es un delicioso poema de Manuel Machado titulado Verano:


    Frutales

    cargados.

    Dorados

    trigales ...


    Cristales

    ahumados.

    Quemados

    jarales ...


    Umbría,

    sequía,

    solano ...


    Paleta

    completa:

    verano.


Por último voy a referirme a otra variante reducida del soneto: la septina o medio soneto que se compone de un cuarteto y un terceto en endecasílabos encadendos así: A B B A / C A (o B) C.


Dionisio Ridruejo lo emplea mucho en la Elegía del bosque arrancado de su Primer libro de amor. Veamos un bello ejemplo:


    Vengo a mirarte, campo doloroso,

    cuando son triste leña tus encinas,

    cuando en rigores de tu polvo inclinas

    sus mutilados miembros al reposo

    y en las huellas del ciervo sin camino

    se alberga el yerto ruiseñor piadoso

    segado, en pluma tierna, de su trino.



ANTERIOR                            

PAG. 3 / 3