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Todo lo que viene dicho, y lo que sigue, está en función de mi perspectiva de muchos años de trabajos de Ingeniería. Al final de ellos me he encontrado con la semejanza entre Ingeniería y Poesía. De mis incursiones por ésta y para avalar mi punto de vista me he permitido presentar dos sonetos de mi colección. Del segundo no diré mucho; servirá sólo de acompañamiento al primero.


Me fijaré, pues, en el soneto Al soneto, con la intención de explicarlo, a sabiendas de que a los españoles, en general, no les gusta que les expliquen las cosas. Lope de Vega lo tenía esto muy claro y en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo dice:


    Siempre el hablar

    equívoco ha tenido

    y aquella incertidumbre

    anfibológica,

    gran lugar en el vulgo,

    porque piensa

    que él sólo entiende

    lo que el otro dice.


Sin embargo, yo creo que es bueno explicarse aunque haya, poetas en este caso, que no estén dispuestos a dar muchas explicaciones. Preguntaron a Gerardo Diego en una ocasión qué había querido decir con unos versos y respondió afablemente, que lo siguiente: y leyó de nuevo los mismos versos ... Es ésta una cuestión curiosa, porque hay otros poetas, en cambio, que sienten la necesidad de explicarse al margen de su obra. Así, Antonio Machado, cuando quiere comentar un soneto suyo confía la tarea a su autor apócrifo Abel Martín. Y San Juan de la Cruz, a petición de la priora de las Descalzas de San José de Granada, escribe los Comentarios a su Obra Poética que el académico Manuel Alvar juzgó así: "Nos aclaran muchas cosas que no entenderíamos de habernos atenido sólo a la letra de su mundo poético".


Lo que sí parece un atrevimiento es dar explicaciones desde terceros por muy expertos en crítica de arte que sean. Un soneto, al igual que un cuadro o una sinfonía, tiene siempre dos niveles: uno formal que puede conocerse y estudiarse, y otro profundo, que según las características de la obra puede quedar reservado exclusivamente al poeta.


Un soneto bien compuesto es ya una obra de arte. La dedicatoria de los Sonetos espirituales de Juan Ramón Jiménez está encabezada por la definición que del soneto daba el sonetista inglés Dante Gabriel Rosetti (uno de los grandes, junto con Shakespeare), y que encabezaba este escrito.


    Un soneto es un monumento a un instante,

    recuerdo desde la eternidad del alma

    a una hora que fue efímera y que será inmortal.


El propio Juan Ramón Jiménez se deshace en elogios y piropos al soneto, en el que titula Al soneto, con mi alma. Yo diría que un soneto es una perfecta obra de "ingeniería poética" porque está impregnado de los cuatro ingredientes que anotaba al principio, y añade además una característica de brevedad que aumenta su mérito (lo bueno, si breve, dos veces bueno, que diría Gracián). Análogamente, una obra de ingeniería farragosa en la que un Análisis de Valor tiene mucho que mejorar, no es una buena obra de ingeniería. Sensu contrario, me atrevería a decir que una idea, un sentimiento, incapaces de ser contenidos en un soneto, no son ni buena idea ni buen sentimiento.


De lo dicho se deduce que hacer un buen soneto o una buena obra de ingeniería, no es cosa fácil. Voileau (Arte poético) decía que Apolo inventó el soneto para tormento de los poetas.


Componer un soneto es una apuesta fascinante que no requiere más que disponer de tres cosas: una idea, un sentimiento asociado a ella y conocimiento de las formas a manejar. El resultado es una complacencia íntima, a condición de tener paciencia y capacidad de introspección.


No hay que confundir los recursos útiles para componer un soneto, como puede ser haber leído mucha poesía (Gerardo Diego decía que desconfiaba de los poetas que no hubieran leído a Garcilaso), con la habilidad del poeta, y menos con la preceptiva: no existen recetas, simplemente hay reglas a respetar. Se suele decir que cuando un ingeniero no sabe cómo resolver un problema mecánico, pone un muelle. Este tipo de recetas muestra enseguida el plumero de los ingenieros y de los poetas mediocres.


Un soneto se parece mucho a un cuadro. Yo diría que si está hecho con lenguaje llano, representaría una pintura realista. Si predominan en él las metáforas, la paleta del pintor daría luz a un cuadro impresionista y si abundan las imágenes, estaríamos ante una pintura abstracta.


Un soneto se asemeja también, por su sonoridad y por su estructura, a una sinfonía más que a una sonata. Ésta, como se sabe, es una composición simétrica, al contrario que una sinfonía. El soneto, con sus dos cuartetos y dos tercetos no puede nunca ser simétrico; en cambio, permite hacer crecer la idea desde su comienzo (como ocurre seguramente con una sinfonía de cuatro movimientos) en bloques tales como los antecedentes, la presentación, el desarrollo y por fin, el desenlace. Por supuesto, es regla básica de su rima que sea consonante, aunque excepcionalmente algún poeta se pueda permitir la asonancia.


La última semejanza que se me ocurre entre el soneto y la sinfonía es que así como el director de orquesta tiene que interpretar al compositor especialmente en lo tocante al tempo, el recitador de un soneto ha de interpretar fielmente al poeta en cuestiones tales como dónde hacer y dónde no hacer una sinalefa, qué sílaba normalmente átona se debe acentuar fonéticamente, cómo administrar las cesuras, etc.


Bien, con todo esto creo haber explicado mi soneto Al soneto. A continuación lo muestro junto con el otro soneto "de compañía". Luego seguiré con la geometría del soneto que se quedó rezagada.


    AL SONETO


    Soneto y no sonata concertada

    pues que tu ser no admite simetría

    para desarrollar la teoría

    que crece poco a poco de la nada.


    En rima consonante encarcelada

    recuerdas una breve sinfonía

    cuyo aire a cuatro tiempos consentía

    en dar cuerpo a la idea figurada.


    Difícil reto y fascinante meta

    que obligas a escarbar en la conciencia

    para extender color en la paleta.


    La intimidad descubres con paciencia

    por medio de recursos sin receta,

    que dan satisfacción en congruencia.


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