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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2    3    4  

Lo que sigue ahora demuestra mi ignorancia. Yo no estoy seguro de que los indepes catalanes sean unos neuróticos, pero, por si acaso, transcribo el chiste de judíos  que el judío listo Freud, cuenta en 1905, parece que sabedor de lo que dichos independentistas iban a dar de sí en nuestros días del año 2020.

<< Itzig ha entrado en quintas y ha sido destinado a servir en la Artillería. Es un muchacho inteligente pero algo indisciplinado y poco amante del servicio. Uno de sus jefes, que le profesa cierta simpatía, le llama aparte y le aconseja: Itzig, tu no aprovechas para esta vida. Cómprate un cañón y hazte independiente.>>


El risible consejo es un franco contrasentido. No hay cañones a la venta para todo aquel que quiera adquirirlos, y, además, uno solo no constituye fuerza bastante para hacerse independiente o, como diríamos en términos comerciales, establecerse por cuenta propia. Sin embargo no podemos dudar ni por un momento de que este consejo es algo más que una necedad; es una necedad chistosa, un excelente chiste. ¿Qué es, por tanto, lo que convierte la necedad en chiste?

     No necesitaremos reflexionar largo tiempo. De las especulaciones de diversos autores sobre esta materia, que hemos expuesto en nuestra introducción, podemos adivinar que en tal necedad chistosa se esconde un sentido y que este sentido, en lo desatinado, es lo que convierte a la necedad en chiste. Tal sentido es fácil de hallar en nuestro ejemplo. El oficial que da a Itzig el desatinado consejo se hace el tonto únicamente para demostrar a Itzig lo estúpido de su propia conducta. Imita a Itzig, como queriendo decirle: <<Ahora te voy a dar un consejo tan estúpido como tú.>> Se apodera de la estupidez del judío y trata de mostrársela a sus propios ojos, haciéndola servir de fundamento a una propuesta que tiene que corresponder a los deseos del mismo, pues si poseyera un cañón propio e hiciera la guerra por su propia cuenta, ¡Cuánto brillarían entonces su inteligencia y su ambición! ¡Y cómo cuidaría de su cañón, teniéndolo siempre en buen estado y estudiando a fondo su mecanismo, para resistir la competencia de los poseedores del mismo artículo!

Como es desconocido por todo el mundo, Gila era un entusiasta de Freud.


Al principio  me refería a una p.n. adulta comportándose como un niño enrabietado. Lo explica Freud:

La mesura y la templanza, aun en los sentimientos lícitos, son frutos posteriores de  la educación y quedan establecidas por la coerción que recíprocamente ejercen entre sí las actividades anímicas. Allí donde esta coerción se debilita – en lo inconsciente de los sueños o en la monoideación de las psiconeurosis- aparece de nuevo la falta de mesura peculiar al niño.

Terminaré conectando con el niño que da lugar a los chistes <<ingenuos>> tal como Freud los llama. Y lo haré recordando que en la obra de Freud, magníficamente traducida por Luis López -Ballesteros y de Torres hay chistes sin traducir, es decir, conservados en alemán, de tal manera que hurtan la gracia a cualquier español que no conozca ese idioma. Tal es el caso del chiste que sigue, que me obliga a permitirme una licencia traductorial.


Supongamos que nuestra palabra Medicina se llamara en vez de así, Nenacina. El chiste:

Una niña de tres años y medio advierte a su hermano pequeño: <<No comas tanto. Te pondrás malo y tendrás que tomar una Nenecina.>> <<¿Nenecina? -Pregunta la madre-. ¿Qué es eso? >> <<Sí, -replica la niña-; cuando yo estuve mala, también tuve que tomar una Nenacina>>.


La niña cree que el remedio que le prescribió el médico se llamaba Nenacina por estar destinada a ella (una nena); y deduce que siendo para su hermanito deberá llamarse Nenecina.

Como fin de fiesta y, sin nada que ver con Freud, voy a contar el último, uno de los mejores chistes que recuerdo; es de Gila y su teléfono negro.


Un menda llama por teléfono a un número que sabe existe, a esa hora en que la gente suele acostarse, y pregunta:

-¿Está Basilio?

-No, aquí no hay ningún Basilio, se ha debido equivocar.

A las cuatro de la mañana vuelve a llamar al mismo número, diciendo:

-Hola, soy Basilio, ¿ Ha preguntado alguien por mí?


Gila aclaraba: La primera llamada era una broma; la segunda, una cabronada.