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El sentido común.


Como se sabe, es el menos común de todos los sentidos. Se llama así porque se supone que es común a todos, es decir, porque lo tienen todos y cada uno, con lo cual deja de ser común para convertirse en algo distintivo, individual. Por consiguiente, resulta diferente de un individuo a otro.


Todos, individual y colectivamente presumimos de tener sentido común cuando lo que tenemos en realidad es nuestro propio sentido de la realidad y, no digamos ya, de la irrealidad. Tomemos el caso e los políticos. Todos alardean de poseer sentido común, pero eso es mentira: los de izquierdas sienten, prácticamente sobre todas las cosas, de forma distinta de los de derechas, y viceversa. Ahora sólo hay sentido común en Corea del Norte.


El diccionario de la R. Academia lo define como la “Capacidad de entender o juzgar de forma razonable”. A ver, que levanten el brazo los que juzgan de forma razonable! Seguro que, menos los sordos, que no han oído la pregunta, todos quedarán brazo en alto. Hará falta, pues, que se acerque un juez a juzgar lo que es razonable para cada cual. Y aún así habrá que convocar a más jueces porque habrá recursos …


El sexto sentido.


El mismo diccionario lo define muy bien como “la capacidad de percibir de manera intuitiva lo que de ordinario pasa inadvertido”. Es una especie de no sé qué que tienen unos pocos, entre ellos, san Juan de la Cruz. Mostraré sólo el Preámbulo de su Glosa a lo divino y la estrofa número ocho, porque todas ellas terminan con un no sé qué al que se llega por suerte (por ventura).

PREÁMBULO

Por toda la hermosura

nunca yo me perderé,

sino por un no sé qué

que se alcança por ventura.

   VIII

Más emplea su cuydado

quien se quiere aventajar

en lo que está por ganar

que en lo que tiene ganado

y assí, para más altura

yo siempre me inclinaré

sobre todo a un no sé qué

que se halla por ventura.

El poeta deja claro en la última estrofa (la IX) lo superior que resulta para él su sexto sentido, el del no se qué, sobre los sentidos corporales e incluso sobre el sentido común. Dice:

Por lo que por el sentido / puede acá comprehenderse / ...

... Yo nunca me perderé,

sino por un no sé qué

que se halla por ventura.

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OTROS SENTIDOS

El sentido de Paco de Lucía


Paco de Lucía era un guitarrista excepcional, inventor, entre otras cosas, de los toques de alzapua (que se dan sólo con el pulgar) y del rasgueo de tres dedos. Era, además, un fumador empedernido. Mi amigo Miguel, de noventa y tantos años, también lo fue hasta que terminó la carrera; por entonces, y por ese motivo, se consideraba adscrito al gremio de los guitarristas, y me ha explicado por qué.               


En aquellos tiempos antiguos los cigarrillos (entonces ni siquiera se llamaban así: eran cigarros; y los puros no eran cigarros como ahora; eran puros) consistían en picadura de tabaco envuelta en papel de fumar cuya manufactura dependía de la habilidad del fumador para enrollar la mercancía utilizando la pareja de sus pulgares y la otra de índices. Al final, la lengua bien humedecida coronaba la obra.


De la picadura no se podía decir que fuera o que no fuera combustible. Lo que sí se podía decir es que, según se fumaba, caía a medio quemar sobre la vestimenta. El fumador lo sabía y de vez en cuando tenía que dar sobre la ropa un rasgueo como de guitarra para sanear la situación.


Ese rasgueo no era preciso hacerlo a lo Paco de Lucía; se podía hacer con los cinco dedos que tenemos, pues como Spain is different, no nos pasa como a los pobres ingleses que sólo tienen cuatro: cuatro dedos y un thumb. Por cierto, este thumb o nuestro pulgar, es el único dedo cuya yema puede aplastarse sobre las yemas de cada uno de los otros dedos.


Dicho todo esto hay que añadir que Paco de Lucía es la recientemente inaugurada última estación de la línea 9 del Metro de Madrid y, cabecera de línea. La otra cabecera de línea es la estación de Arganda del Rey. Dicha línea, con sus 29 estaciones, es la sexta más larga de entre las 12 existentes.


Esa línea de metro es, geométricamente hablando, una dirección que tiene dos sentidos, el de Paco de Lucía y el de Arganda del Rey. Esto se advierte en cada estación, en sus correspondientes andenes, una vez que el metro de Madrid circula por la izquierda. En esa línea, dos trenes que circulan en sentidos contrarios son, por definición, palíndromos: παλιν (en sentido inverso)


El sentido de las agujas del reloj


Cuando estudié los tubos acodados en el espacio no tuve más remedio que usar triedros coordenados que podían ser destrógiros o levógiros. Estos adjetivos están definidos en el DRAE, respectivamente, como asociados al giro horario (según el de las agujas de un reloj), o antihorario si el giro es en sentido contrario.


Los españoles, con ligereza, solemos ponernos en manos de una adaptación ambigua del lenguaje y hablamos simplemente de un giro a la derecha o un giro a la izquierda. Y, con frecuencia, nos equivocamos. A mí me ha pasado alguna vez y he tenido que rectificar.


Si miramos al Big Ben desde el suelo imaginando la vertical por las 12, veremos que las 3 quedan a la derecha y las 9 a la izquierda. De ello se deduce que cuando las agujas (cualquiera de ellas) pasan de antes de las 12 a después de las 12, están haciendo un giro a derechas.


Pero si las mismas agujas pasan de antes de las 6 a después de las 6, han girado a izquierdas, lo cual resultaría en una contradicción porque las agujas giran siempre en el mismo sentido, el horario. Los ingleses lo tienen claro: Lo que gira como las agujas de un reloj dicen que gira clockwise y lo que gira en sentido contrario, gira counterclockwise.


Como se ve, la cuestión hay que desambiguarla cuando el giro anda alrededor de los 180 o ó los supera. No sé si lo del generalizado girar a derechas o a izquierdas lo hemos heredado en el español, del francés o del Código de la circulación.


Porque en esta última aplicación, sí resulta correcto. Imaginemos un cruce de 4 carreteras de doble circulación determinado por una rotonda. El que llega a ella por cualquiera de las 4 se encontrará con una señal que la obliga a girar a la derecha (si está en Bayubas de Arriba), o a la izquierda si está en Kirkby (Liverpool).


Todo esto me recuerda un artículo que publiqué bastante antes de lo de los tubos y que titulé Sobre la pérdida de un sentido. Me refería, precisamente, a la pérdida del sentido de  las agujas del reloj que se anunciaba por la irrupción acelerada de los relojes digitales. Parodiando a Casablanca, “siempre nos quedará el Big Ben”.


Ampliando la cuestión diré que hay que tener cuidado con quienes piensan que esa pérdida de sentido se compensa sobradamente con quienes tienen un sexto sentido, porque muchas veces esos que dicen tener un sexto sentido lo que sufren es de haber perdido el sentido común. Y no lo digo, naturalmente, por san Juan de la Cruz.

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