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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2    3    4    5

Las páginas 172 y 173 son algo más que una metáfora sobre la masculinidad (la cabra ya empieza a tirar al monte). Me recuerdan (page to page y en blanco y negro) a la célebre canción que bailaba Fred Astaire y cantaba Frank Sinatra, “Cheek to cheek”. La de la izquierda representa al Rey Sol pintado por Hyacinte Rigaud y la de la derecha, al ex-presidente norteamericano Barack Obama. Se trata de los retratos oficiales de ambos mandatarios.


Si algo he aprendido en este libro es a ver las cosas de otra manera; verán por qué digo esto.


La figura de Luis XIV, u otra parecida, rodeada de aparatoso manto cubrelotodo excepto las piernas, inspiró a Mingote una viñeta a la que puso este pie: ”El tiempo en que las mujeres presumían de piernas: las de sus maridos”. Sin embargo, comparando la figura del rey con la de otro tan masculino y viril como pueda ser él, un campesino contemporáneo suyo, por ejemplo, lo que salta a la vista no es que la cultura dicta lo que es afeminamiento o virilidad, sino lo que es poder y lo que no lo es.


Lo masculino y lo femenino no son asuntos culturales como algunos pretenden. Son algo que arraiga en el hecho de que los humanos somos seres sexuados. Lo que sí presenta rasgos culturales, no hay que confundir, es su expresión.


Otro tanto ocurre con la figura de Obama, tan admirado por nuestro autor. De ella dice éste: “Los hombres dominantes nunca han tenido un aspecto más insulso y deprimente que en la actualidad”. No hay que engañarse. No sería raro que ese aspecto hubiera sido dictado por el marido del embajador estadounidense en Madrid, ambos buenos amigos del ex-presidente que, a su vez, es un excelente valedor del grupo de presión para la ideología de género LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales, Intersexuales). Dicho marido fue encargado por la Sra. Obama de redecorar la Casa Blanca. Y el retrato de su marido (es decir, el de Obama) es parte principal de la decoración.  


Pues bien, si situamos la sede del poder del “Imperio americano” en el despacho oval de la Casa Blanca y más concretamente en la mesa presidencial, esa robusta mesa de madera, rica, pero discretamente tallada que protege las piernas de un presidente y da asiento a la firma que puede cambiar el  mundo, resulta que un presidente de aspecto insulso sienta sus posaderas sobre ella (no se olvide, retrato oficial). El poder por encima de todo: ¡El poder soy yo!

Como se sabe, fue Luis XIV quien parafraseó, desde la página de la izquierda, esta expresión de Obama, cuando dijo: “¡El estado soy yo!”.

     

Hay otra connotación muy singular en esta fotografía de Obama y es la siguiente. En la página 27 del libro aparece el Mapa 1 que está lleno de flechas cubriendo todas las regiones de la tierra. El origen de la primera de ellas se sitúa en Kenia, la patria del padre de Obama. A tal respecto dice nuestro autor:

Los científicos también coinciden en que hace unos 70.000 años sapiens procedentes de África oriental se extendieron por la península Arábiga y, desde allí, invadieron rápidamente todo el continente euroasiático.

Lo que no indica el mapa es cuándo llegaron a las islas Hawaii donde nació Obama.



Antes hablaba de “los organismos”. Ahora copio de la página 17:

Los biólogos denominan a los organismos con un nombre latino en dos partes, el género seguido de la especie (Homo sapiens: género Homo -hombre- y especie sapiens -sabio-).


Los géneros, a su vez, se agrupan en familias que poseen un ancestro común. Todos los gatos se agrupan en la familia de los felinos (el minino doméstico, el león, el guepardo)… También Homo sapiens pertenece a una familia grande y particularmente ruidosa: la de los grandes simios. Nuestros parientes vivos más próximos incluyen a los chimpancés, los gorilas y los orangutanes; los primeros son los más próximos a nosotros. Hace exactamente 6 millones de años, una única hembra de simio tuvo dos hijas. Una se convirtió en el ancestro de todos los chimpancés, la otra es nuestra propia abuela.

Total, parece que estamos otra vez en el Génesis. Sabemos quien es nuestra madre (nuestra propia abuela) pero ignoramos quien sea nuestro padre (seguramente uno cualquiera de los grandes simios de aquella gran familia). Después de todo, esto es irrelevante, porque lo importante es lo de que “se convirtió”, seguramente por vía de una mutación que fuera la base de la evolución humana.


Añade nuestro autor que hubo otras muchas especies además de la sapiens del género Homo; las de los Homo neanderthalensis, Homo erectus, Homo soloensis, Homo rudolfensis, Homo ergaster, etc. Y sigue “explicando” la evolución de una manera sencilla y honrada: