QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Mi amigo Mariano me ha mandado esta fotografía sensacional. Se da la curiosa coincidencia de que su autor, Antonio Ruiz, es un extraordinario fotógrafo de raigambre soriana. También yo soy soriano, nacido en Noviercas, próximo al Moncayo y bachillerado en la capital. Pero es que además, mis raíces adventicias las tenga pegadas a San Vicente de la Barquera donde pasé mi infancia: los inolvidables diez primeros años de mi vida.


Lo que hace única la fotografía es, sobre todo, su profundidad de foco: Todo lo que se ve parece estar pegado al observador, cosa natural para el primer plano y el medio, pero es que, además, las montañas de los Picos de Europa, con lo lejos que están, parecen estar al alcance de la mano (pero están detrás de Potes, en Asturias).


Así las veía yo cuando niño, de nieve lejana, desde el atrio de la iglesia. Extraordinaria visión aquélla, con la marisma de por medio. La misma marisma que empieza al otro lado del puente que hay a la vista en la fotografía y que da la vuelta al atrevido morro en cuyo alto se sitúa la iglesia.


La otra virtud de la foto es el punto de vista elegido por el autor. Al pie del Naranjo de Bulnes, el campanario de la iglesia y, más abajo, las pilas del puente de Carlos III. Este puente (no confundirlo con el de La Maza, que se construyó en tiempos de los Reyes Católicos) se proyectó durante el reinado de Carlos III para sustituir a lo que yo conocí como presa de El Peral, pero fue construido diez años después de fallecer el monarca. Recientemente se ha modernizado con elegancia, tal como se ve.

Y a la derecha, los barcos que no estaban allí cuando yo habitaba el lugar. Entonces eran más pequeños, de menor calado y se agrupaban en el muelle viejo junto a La Venta. De cuando en cuando se dragaba la bahía y así se iba tirando. En la foto se los ve con sus botavaras enhiestas como dando un aspecto solemne al cuadro.


Con lo que vengo contando he planteado a veces averiguar en qué época del año está hecha la fotografía. Daré mi solución: En primavera, y me explico.

Obsérvese por la flecha libre de los arcos del puente que estamos bajo los efectos de la marea alta y, además, de marea viva. Recuerdo con qué admiración y recelo yo veía tirarse de pie al agua desde lo alto del puente a los muchachos más valientes. Asimismo retengo la imagen de La Gloria y El Cristo Rey, los barcos más grandes construidos, aún en madera, en la posguerra, amarrados al puente: todo un presagio de la movida de barcos a su posterior atracadero.


Las mareas vivas en el Cantábrico se producen en primavera y en otoño. Recuerdo como en tales ocasiones podía inundarse la plaza delante de mi casa al rebosar el agua de la bahía por los desagües.


Pero en otoño no queda tanta nieve en los picos, así que habrá que descartar el otoño. Aún hay más. Las botavaras, a manera de cañas de pescar, se emplean para capturar el bonito (un pescado de unos seis kilos) con anzuelo. En mis tiempos, los barcos atracados para salir “al bonito”, posaban sus dos botavaras en el techo de la cabina del patrón y sobre la cubierta de popa. Se ve que hoy esto ha cambiado, pero la práctica es la misma: a la hora de pescar, una botavara a babor y la otra a estribor.


Si el barco entraba con una buena captura, hacía sonar con alegría su sirena a la altura de La Barquera, y yo me apresuraba al muelle para ver cómo una cadena humana (de pescadores que a veces hablaban en vascuence) se pasaban cada bonito hasta descargar el barco.




Otra pista para el detective es que los bonitos se suelen acercar a la costa (a las profundidades menores) en la primavera temprana, donde resultan presa más fácil para los pescadores.