Título: EL JARDÍN DE LAS DUDAS

Autor: Fernando Sabater. Es político (UPD); filósofo (fue catedrático en la Universidad Complutense); escritor, Premio Planeta 2008 con La hermandad de la buena suerte; ensayista (Ética para Amador, El valor de educar …); Premio Nacional de Ensayo 1982. Con la presente novela, El jardín de las dudas, quedó finalista al Premio Planeta 1993 que ganó el Nobel Vargas Llosa con Lituma en los Andes.

Editorial Planeta 1993.

250 páginas.


El contenido del libro se centra en Voltaire, filósofo muy admirado por nuestro autor: Su biografía, su aventura vital, sus ideas, sus convicciones, sus opiniones, sus relaciones personales y sociales, su época, sus visiones …

Todo ello se formula de manera muy original; al menos hoy lo es. El libro tiene forma de novela epistolar pero, como se suele decir ahora para dar más crédito a una obra, basada en un hecho real. Sabater no necesita acudir a tal recurso (la ocurrencia es mía).

El género epistolar constituye un expediente muy útil y es fuente de belleza literaria cuando se sabe manejar. En la literatura española tenemos ejemplos notables, tales como las Cartas de mujeres, del Nóbel  Benavente, o las  Cartas marruecas de José Cadalso, militar cosmopolita muy culto, por no citar a Cervantes.

Hacia el capítulo 36 del segundo libro de El Quijote se insertan varias cartas con ocasión del gobierno de Sancho en la Ínsula Barataria. Me apetece copiar un retazo de una de ellas que vale por un libro entero y que hoy conserva una  rabiosa actualidad. Es de la Carta de Sancho Panza a Teresa Panza su mujer:

… De aquí a pocos días me partiré al gobierno, adonde voy con grandísimos deseos de hacer dineros, porque me han dicho que todos los gobernadores nuevos van con este mismo deseo. Tomaréle el pulso, y avisaréte si has de venir a estar conmigo o no.

El rucio está bueno, y se te encomienda mucho, y no le pienso dejar aunque me llevaren a ser gran Turco …

La manera en que Sabater estructura su libro consiste en haber extraído de la muy extensa obra del filósofo francés las cuestiones que él desea resaltar y sobre las que quiere extenderse. Luego se ha fijado en una mujer, una aristócrata española contemporánea suya, a la que hace interesarse por las mismas cosas que llamaron la atención de nuestro autor. A éste ya sólo le queda dar vida a esa estructura mediante una correspondencia postal que se mantiene como hilo conductor a lo largo de la obra. Naturalmente, la participación de la mujer es secundaria: ella escribe una breve carta al filósofo que es respondida por éste con minuciosidad.

He de confesar que yo no había leído antes a Voltaire (ya saben que estaba rigurosamente prohibido por la Iglesia, a pesar de su formación jesuítica: ser volteriano era una cosa muy mala). Sin embargo, siempre me interesó su agudeza, claridad de ideas, sentido del humor y sentido común.

De Sabater sólo había leído algún libro y, especialmente, sus artículos que siempre son de gran interés y están muy bien escritos.

Terminado de leer el libro que nos ocupa y antes de escribirlo,  creí imprescindible leer algo de Voltaire. Lo tenía olvidado, pero entre mis libros conservaba, heredado de mi padre, un ejemplar volteriano titulado Cartas filosóficas y otros escritos.

Es probable que Sabater se haya inspirado en el modo cartas que aquí emplea Voltaire para dar forma a su libro, aunque hay que reconocer que nuestro autor ha mejorado la técnica del escritor francés. Las llamadas cartas de éste no son tales, ciertamente. Aunque a veces contienen diálogos internos, y en ocasiones resultan contestaciones a la Marquesa de Chatelet (con quien convivía, en realidad) se parecen mucho más al mensaje que el náufrago mete en la botella sin destinatario.

Sería como descubrir la pólvora decir ahora que Voltaire escribía muy bien. De ello (del descubrimiento de la pólvora) ya se ocupa él en su artículo Ejércitos, armas cuando dice: “¿Quien habría creído entonces [cuando los infantes ingleses eran tan buenos arqueros] que actualmente los ejércitos sólo hacen experimentos de física?”

Este tema de la pólvora también lo pone Sabater en la pluma del filósofo francés para explicar en su libro, con mucha gracia, los problemas que aquejaron a Voltaire con el rey Luis XVI a propósito de la Enciclopedia.

Como quería decir, Voltaire escribía muy bien (fue académico de la Academia Francesa), pero Fernando Sabater lo hace mucho mejor aún. Y yo creo que esto tiene una explicación. Voltaire abarca muchísimo en su extensa obra (filosófica, literaria -teatro en particular-, histórica, enciclopédica, etc). Aunque cuida la forma (y esto se refleja en su ironía, retranca y humor para lectores inteligentes), no es la forma lo que más le preocupa sino la fidelidad a su lema aplastad al infame (al oscurantismo, a la superstición, la intolerancia, la estupidez, la tortura, etc).

Voy a poner un ejemplo de la retranca volteriana. En la entrada Inquisición, de Otros escritos filosóficos, dice Voltaire:

La Inquisición es, como todo el mundo sabe, una invención admirable y completamente cristiana para que gocen de extraordinario poder el Papa y los frailes y para convertir en hipócritas las naciones. [Omito lo que sigue no sea que se entere la Iglesia y vaya a tener que descender de los altares a Sto. Domingo de Guzmán].

Leyendo a Sabater se adivina a Voltaire, pero de no haber leído antes a éste, uno tiene la tentación de pensar que nuestro autor está traduciendo al escritor francés. Cuando se desvela el enigma se aprecia en su valor real la dignidad, elegancia, cortesía, buen decir a la antigua de nuestros mejores clásicos, con que se prodiga Sabater. Voltaire es más directo y cortante, de retranca menos sutil.

Antes de terminar quisiera decir algo a propósito de nuestro libro. Su autor, como filósofo que también es, se mete en el jardín de la duda que es patrimonio de un filósofo. Esta actitud se lleva muy bien con Voltaire que no es un filósofo de lo abstracto. El sabe que la metafísica es un cosa imposible y no le da vergüenza reconocerlo. Se siente lleno de dudas.

En su entrada Alma, de Otros escritos filosóficos, escribe Voltaire:

Santo Tomás, en su cuestión 75 y siguientes, dice “que el alma es una forma que subsiste per se, que está toda en todo, que su esencia difiere de su poder, que existen tres almas vegetativas: la nutritiva, la aumentativa y la generativa; que la memoria de las cosas espirituales es espiritual, y la memoria de las corporales es corporal; que el alma razonable es una forma inmaterial en cuanto a las operaciones, y material en cuanto al ser”.

¿Has entendido algo? Pues Santo Tomás escribió dos mil páginas tan claras como ésta. Por eso, sin duda, le llaman el ángel de la escuela.

En esto, Sabater es de la misma cuerda que Voltaire: Es un filósofo próximo. Se tiene por filósofo de la compañía, alejado de los que levitan para elucubrar abstracciones metafísicas indemostrables.

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