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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2    3    4    5

Parece que la corrupción administrativa estaba a la orden del día en el Siglo de Oro. Escribano: Persona que por oficio público está autorizada para dar fe de las escrituras y demás actos que pasan ante él.

—¿Dónde están los escribanos? ¿Es posible que no hay en el infierno ninguno ni le pude topar en todo el camino?

Respondiome un demonio:

—Bien creo yo que no toparíades ninguno por él.

—¿Pues qué hacen? ¿Sálvanse todos?

—No —dijo—, pero dejan de andar y vuelan con plumas. Y el no haber escribanos por el camino de la perdición no es porque infinitísimos que son malos no vienen acá por él sino porque es tanta la prisa con que vienen, que volar y llegar y entrar es todo uno (tales plumas se tienen ellos) y así no se ven en el camino.

Esas plumas son las de sus alas, naturalmente, que no sé si incluso no las tuvieran en los talones, como el dios Mercurio.

—¿Y los alguaciles malos no están en el infierno?

—Ninguno está en el infierno —dijo el demonio.

—¿Cómo puede ser, si se condenan algunos malos entre muchos buenos que hay?

—Dígoos que no están en el infierno porque en cada alguacil malo, aun en vida está todo el infierno en él.

Santigüeme y dije:

—Brava cosa es lo mal que los queréis los diablos a los alguaciles.

—¿No los habemos de querer mal, pues según son endiablados los malos alguaciles tememos que han de venir a hacer que sobremos nosotros para lo que es materia de condenar almas y que se nos han de levantar con el oficio de demonios y que ha de venir Lucifer a ahorrarse de diablos y despedirnos a nosotros por recibirlos a ellos?

Total, la competencia desleal entre dos bandas mafiosas dominantes.

Pero el pleito más intricado y el caso más difícil que yo vi en el infierno fue el que propuso una mujer condenada con otras muchas, por malas, enfrente de unos ladrones, la cual decía:

—Decidnos, señor, ¿cómo ha de ser esto de dar y recebir, si los ladrones se condenan por tomar lo ajeno y la mujer por dar lo suyo (301)? Aquí de Dios, que si el ser puta es ser justicia, si es justicia dar a cada uno lo suyo, pues lo hacemos así ¿de qué nos culpan?

La nota (301) aclara así el intrincamiento: lo suyo: en el lenguaje erótico este neutro significa el sexo. Pero, yo añado, por encima de todo, el juego de posesivos justicieros: a cada uno lo suyo, pero no el de ellos, sino el de ella.

—Mira lo que hacen las feas.

Y veo una muchedumbre de mujeres, unas haciéndose de nuevo, porque ni la estatura [se calzaban alzas], ni el cabello, ni el cuerpo [con la ropa lo desfiguraban a su favor], ni las manos, ni la cara, ni los labios, eran los con que nacieron ellas, y vi algunas poblando sus calvas con cabellos que eran suyos solo porque los habían comprado. Otra vi que tenía su media cara en las manos, en los botes de unto y en la color.

—Y no queráis más de las invenciones de las mujeres —dijo un diablo—, que hasta resplandor (293) tienen, sin ser soles ni estrellas. Las más duermen con una cara y se levantan con otra.

Según la nota (293), resplandor es un cosmético. Es claro que nada de esto es nuevo para los cosméticos, los cosmetistas y las mujeres de hoy.


La pesadumbre de recordar que vale más un “no” a tiempo que un “quien lo diría”. Los ingleses lo tienen muy claro: “Hay que tener los remordimientos antes”