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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Para el canónico, como es natural, era ridículo eso de alcanzar victorias con un solo brazo pero, al mismo tiempo debería de encontrar estupendo lo de que la fuerza viene del cielo. No sé si ya en tiempos de Cervantes estaba inventada la graciosa copla que reza:

Llegaron los sarracenos y nos molieron a palos,

que Dios ayuda a los malos

cuando son más que los buenos.

Si ya estaba vigente, tal vez el canónigo igual se habría enfrentado al mismísimo Judas Macabeo.


Capítulo 50, Tomo 1.


Si no, dígame [Don Quijote se dirigía al canónico alabando los libros de Caballerías]:

¿hay mayor contento que ver, como si dijésemos, aquí ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de pez hirviendo a borbollones, y que andan nadando y cruzando por él muchas serpientes, culebras y lagartos, y otros muchos géneros de animales feroces y espantables, y que del medio del lago sale una voz tristísima, que dice:

     Tú, caballero, quien quiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que debajo de estas negras aguas se cubre, muestra el valor de tu fuerte pecho, y arrójate en mitad de su negro y encendido licor; porque si así no lo haces, no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete Fadas, que debajo de esta negrura yacen?

     ¿Y que apenas el caballero no ha acabado de oír la voz temerosa, cuando sin entrar más en cuentas consigo, sin ponerse a considerar el peligro a que se pone, y aun sin despojarse de la pesadumbre de sus fuertes armas, encomendándose a Dios y a su señora, se arroja en mitad del bullente lago, y cuando no se cata ni sabe dónde ha de parar, se halla entre unos floridos campos con quien los Elíseos no tienen que ver en ninguna cosa?

Admirado quedó el canónigo de los concertados disparates (si disparates sufren concierto), que Don Quijote había dicho, del modo como había pintado la aventura del caballero del lago, de la impresión que en él habían hecho las pensadas mentiras de los libros que había leído, y finalmente le admiraba la necedad de Sancho, que con tanto ahínco deseaba alcanzar el condado que su amo le había prometido.




Apocalipsis 9

Los tres últimos trompetas.


El quinto ángel sonó la trompeta, y vi una estrella que caía del cielo sobre la tierra y le fue dada la llave del pozo del abismo; y abrió el pozo del abismo, y subió del pozo humo, como el humo de un gran horno, y se oscureció el sol y el aire a causa del humo del pozo. Del humo salieron langostas sobre la tierra, y les fue dado poder, como el poder que tienen los escorpiones de la tierra. Les fue dicho que no dañasen … sino sólo a los hombres que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes … que no los matasen, sino que fuesen atormentados durante cinco meses; y su tormento era como el tormento del escorpión cuando hiere al hombre … Las langostas eran semejantes a caballos preparados para la guerra, y tenían sobre sus cabezas como coronas semejantes al oro, y sus rostros eran como rostros de hombre; y tenían cabellos como cabellos de mujer y sus dientes eran como de león; y tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como el ruido de muchos caballos que corren a la guerra. Tenían colas semejantes a los escorpiones, y aguijones, y en sus colas residía su poder de dañar a los hombres por cinco meses …


Lo que parece claro es que el canónico canónigo veía la paja en el ojo ajeno y no veía la viga en el propio. Miren lo que dice el Evangelista:


San Lucas 6. 41-42


… ¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame quitarte la paja que tienes en el ojo, cuando tú no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, quita primero la viga de tu ojo, y entonces verás de quitar la paja que hay en el de tu hermano.


Capítulo 1, Tomo 2


[El cura y el barbero habían ido a visitar a Don Quijote en su casa para ver cómo evolucionaba la recuperación de su locura una vez sometido ya a un largo periodo de reposo. De entrada lo encontraron en razón pero, en seguida, empezó a desvariar como de costumbre con sus libros de caballerías. Les dio un repaso pormenorizado de las excelencias de los muchos caballeros andantes que él había conocido… Llegado a este punto: ]


-Qué, ¿Tan grande le parece a vuesa merced, mi señor Don Quijote, -preguntó el barbero-, debía ser el gigante Morgante?

-En eso de gigantes, -replicó Don Quijote,- hay diferentes opiniones, si los ha habido o no en el mundo; pero la Santa Escritura, que no puede faltar un átomo en la verdad, nos muestra que los hubo, contándonos la historia de aquel filisteazo de Golías, que tenía siete codos y medio de altura, que es una desmesurada grandeza.


[En realidad parece que Goliat medía algo menos: el equivalente a 2 metros 90 cm.]






El gigante Goliat


I Samuel 17, 4


Salió al medio, de las filas de los filisteos un hombre llamado Goliat, de Gat, que tenía de talla seis codos y un palmo.



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