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LIBROS PARALELOS: LA BIBLIA Y EL QUIJOTE


TÍTULO: Sagrada Biblia. Versión directa de las lenguas originales, hebrea y griega, al castellano.


AUTORES: Eloino Nácar Fuster, canónigo lectoral de la SIC. de Salamanca.

Alberto Colunga O.P, profesor de Sagrada Escritura en el convento de San Esteban y en la Pontificia Universidad de Salamanca.


Con prólogo del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Gaetano Cicognani, Nuncio de Su Santidad en España.


EDITORIAL: Biblioteca de Autores Cristianos.

                La Editorial Católica S.A.

                Un solo tomo de 1.409 páginas (de papel biblia, claro).

                Edición de 1958.

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TÍTULO: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.


AUTOR: Miguel de Cervantes Saavedra.


EDITADO en Madrid por Urbano Manini, 1868.

           Con dedicatoria al Duque de Béjar.

           En dos tomos de 752 y 893 páginas respectivamente (1.645 en total).


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Estoy terminando de leer el Quijote por enésima vez. Recordando a mi querido amigo Andrés Gómez Pitarch, también yo estoy dispuesto siempre a leer el Quijote una vez más.


Con la Biblia es distinto. No sé otros, pero yo acudo a ella cuando necesito alguna aclaración, alguna información, algún contraste. Es algo parecido al uso que suele hacerse de los diccionarios. Tan sólo he conocido una persona que leía un diccionario de forma seguida, como si se tratara de una novela o, más bien debería decir, de un libro de ensayos. Él era mi catedrático de griego y el diccionario era uno de alemán.


D. Benito Gaya Nuño, que así se llamaba, era un hombre muy impedido físicamente, pero una lumbrera intelectual. Seguro que viajar por un diccionario sería para él como moverse con soltura por el universo mundo. Con Internet habría sido feliz.


Que yo use los diccionarios como digo no me impide pensar que leer seguido un diccionario no sea al mismo tiempo enriquecedor. Que es cosa que no creo ocurra con la Biblia. No me parece tampoco que mi Biblia sea precisamente un libro de oración.


Es una lástima que Plutarco no haya podido describir a la Biblia y al Quijote como libros paralelos, porque lo habría hecho mucho mejor que yo. La verdad es que a mí nunca se me habría ocurrido hacerlo a no ser porque en esta ocasión se me ha cruzado por medio un canónigo que me ha descubierto un paralelismo muy sutil y prometedor.


De todas formas yo tampoco pretendo demostrar que la Biblia sea un Libro de Caballerías ni que El Quijote haya sido inspirado por Dios a Cervantes. Simplemente me he ocupado en mi propio pasatiempo y, después, que cada cual piense lo que quiera.


Espero que a nadie le sorprenda el paralelismo de dos libros tan importantes y tan meditados; en definitiva, tan familiares a tanta gente. De hecho, se dice que la Biblia es el primer libro más publicado, y que el Quijote le sigue en el segundo lugar.


Otra cosa. Al poner los autores, no he tenido ningún problema con Cervantes, indiscutible. Mi duda fue si poner a Dios como autor de la Biblia. Sabido es que hay muchos de esta opinión. De hecho, llevamos 2.000 años oyendo repetir que el contenido de El Libro es Palabra de Dios mientras se empuja a los fieles a responder amén en su alabanza. Esto no crea problemas al hombre medio, pero si a uno se le ocurre hurgar sólo un poquitín en la cosa, enseguida se pone de manifiesto la ambigüedad doctrinal: La Biblia, de Dios y al mismo tiempo del hombre; Jesús, Dios y hombre; el papa no se equivoca cuando es el representante de Dios en la tierra, pero se puede equivocar como hombre que es … En caso de duda aparece el teólogo ayudado por el biblista y desambigua la cuestión en un santiamén pro domo sua, naturalmente. Seguramente lo hará recurriendo al misterio como la gran solución, y todo el mundo encantado. Igual que Don Quijote.


Porque como dice en sus Cuentos anecdóticos el cristiano viejo y patriarca de las letras españolas, el Académico Francisco Rodríguez Marín,


Es de notar que nada parece tan bien al vulgo como aquello que no entiende.


Y hay mucho más vulgo del que parece.


Al final he preferido poner de autores a los dos de mi Biblia. Haciendo lo contrario habría tenido conciencia de pecado: de estar pecando contra los Mandamientos de la Ley de Dios. Según el Catecismo de la Iglesia Católica (2142, en la web vaticana), “El segundo mandamiento prescribe respetar el nombre del Señor”. Vamos, que me habría parecido poco serio involucrar en todo esto a Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.


Paso ahora a explicar la materialidad de mi presentación. Irán enfrentadas dos manchas de texto con contenidos literales: la de la izquierda corresponde al Quijote y la de la derecha a la Biblia. En el centro, y con margen amplio pueden aparecer citas literales de otras publicaciones. Ocupando todo el ancho de la página, mis comentarios. Dentro de los textos originales pueden aparecer observaciones mías entre corchetes. Y empiezo ya.


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