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Ofendidos


Título: Ofendidos (y ofendedores) del mundo, uníos.

Autora: Carmen Posadas, Premio Planeta 1998.

Edita: XL SEMANAL, 3 de enero de 2021.


Este artículo, muy bien articulado como todos los suyos, tiene dos pasos, y yo me propongo dar un tercero. El primero lo dio antes Arturo Pérez Reverte con un título como el de C. Posadas, pero sin paréntesis. Él, a su vez se apoya en otra tesis según la cual, ahora

ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho, de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica y garantiza la inocencia más allá de toda duda razonable.

Nuestra autora asiente y amplía el contexto con agudeza irónica pero deja al lector en la tesitura de decidir por su cuenta si estamos ante unas víctimas falsas o de verdad, que es cosa peligrosa en estos tiempos en que la gente se deja llevar por lo que le cuentan y le muestran, sin parase a pensar en la catadura de las fuentes de procedencia de lo contado o mostrado.


Quien tiene experiencia de haber sido víctima verdadera de alguien que se declara víctima, también verdadera, siendo falsa de hecho, sabe de qué habla.


Voy a traer a cuento un ejemplo de víctima que extraigo de mi artículo LGTBI de agosto 2017 a propósito de ese cambiazo homófilo en los muñecos de semáforo, debido sin duda a alguna eminencia gris de la ideología de género.

El problema es que hay muchos más sentimientos que muñecos disponibles para semáforos. Pregunte usted cómo puede hacer visible (en calidad de T), dentro del disco de un semáforo, a alguien que dice sentirse mujer pero que en el informe de diagnóstico del Hospital de la Seguridad Social figura como un “Varón de 80 años y próstata doliente …”

El problema real para el administrador de los semáforos es que tiene que encontrar una solución rápida porque de lo contrario se expone a una multa de entre 20.001 hasta 45.000 € por atentar contra T

un comportamiento agresivo o constitutivo de acoso, realizado en función de la orientación o diversidad sexual, identidad o expresión de género de una persona, que tiene el propósito y produce el efecto de atentar contra su dignidad, creando un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo para la misma. [4 a) Infracciones muy graves]

Esto último no es una broma. Es la transcripción literal de la ley de que nos hemos dotados los madrileños recientemente. No es una ley que venga del franquismo. Es la

Ley 3/2016, de 22 de julio (edición de 19-1-17), de Protección Integral contra la LGTBIfobia y la Discriminación por Razón de Orientación e Identidad Sexual en la Comunidad de Madrid.


Artículo 11. Acción positiva

2. Las Administraciones públicas madrileñas, en todos y cada uno de los casos en que participen, obrarán teniendo en cuenta que las personas deben ser tratadas de acuerdo con la identidad de género sentida.

El subrayado es mío. Sigue nuestra autora con su propia aportación:

Paradójicamente, en contraposición a la profesión de ofendido, existe la de ofendedor, y es incluso más lucrativa. Para triunfar en ella no hace falta talento. El modus operandi es sencillo. Consiste, simplemente, en buscar a quien ofender y cómo.