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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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CORTE. Koldo aparece llamando en casa de Merche al grito de Anne! en busca de amparo.

-Uy! [grita ella al abrir la puerta].

-Ya sabia yo que no podía fiarme de ningún Clemente.

-Que no hay ningún Clemente, ni se llama Anchón, ni yo me llamo Anne.

-Y ahora vas a decirme que tampoco eres la madre…

-Ella lo empuja amorosa hacia dentro. La escena es cortada por un plano medio de la casa con bosque al fondo.


CORTE. Los dos abrazados en la cama. Ella se da la vuelta para seguir durmiendo. El se despierta y empiezan sus extrañas visiones: sobre la mesilla de noche la imagen de un guardia civil con tricornio y capote. Se sienta en la cama y descubre en la funda de su almohada una serigrafía encabezada por la palabra ESPAÑA. De frente se le aparecen: una banderita española, un retrato del Rey y, en un gran cuadro, a la mujer que acaba de dejar acostada, de joven, junto a un guardia civil bigotudo y atricorniado. Por fin, se arrellena en un sillón frente a un cuadro de un toro negro destacando en lo amarillo de la bandera nacional [está con la mano en el pecho y la cara de asombro]. En éstas aparece ella en quimono.


-Sé que me faltó contarte un par de detallitos.

-Ya, ya.


CORTE. Aparece Amaia sola, triste, pensativa, soñadora, dentro de su cama. Sigue un portazo y reaparece la chica llevando su traje de novia como un gran haz de leña que va a tirar al fuego de la chimenea. Y lo tira. Se sienta enfrente y contempla como el fuego consume sus ilusiones.


CORTE. Koldo bebe en la barra de un bar. Le llama al móvil Amaia:


-Tenemos que vernos.

-Sí, yo también tengo que hablar contigo.

-Esta noche? [ella]


CORTE. Padre e hija en la barra del mismo bar.

-¿Estás bien, chiqui? Le acaricia la cabeza.

-No lo sé. Supongo que tenía que pasar [desmenuza palillos de dientes]

-Igual no tenía que pasar, Amaia.

-Digamos que no he tenido mucha suerte con los tíos y ya está.

-Te dije que no quería que te pasara lo que a ama y a mí …

-Siento lo que ha pasado pero quiero que sepas que no ha sido por mi culpa.

-No, ni por mí. ¡Mira que tenía acento el jodido sevillano! …  [los dos ríen]. Pero no sé, chiqui, quería que fuera verdad, familia, críos … Hala, coge esto, pa ti [le alarga un sobre -se supone que con billetes-].

-Que no, y ahora pa qué? Que no, aitá, que no lo quiero [él insiste].


Se envuelven las manos, Amaia sonríe y se va… El padre sale en su busca, la llama: esto te has dejado; ella se vuelve: que no! El padre insiste de nuevo; la hija coge el sobre, se intercambian un agur y ella se va. Pero al momento se vuelve hacia su padre para abrazarlo llorosa. El padre, emocionado, la estrecha contra sí:


-Tranquila; yo te espero aquí, en Argoitia [ella llora]. Pero oye no me traigas un nieto de Sevilla si no vienes con el padre, eh? Ella se sorbe las lágrimas y ríe.


Aflora el drama del hombre vasco por la descendencia de raza. El padre es quien lleva el testigo. Curiosamente es lo contrario que ocurre con los judíos que cifran la legitimidad de raza por transmisión materna, la que da seguridad.

     En el caso presente el vasco Koldo ha aprendido mucho con tanto sevillano de por medio, así que se resigna a tener un nieto sevillano aunque sea con sólo cuatro apellidos vascos.


FUNDIDO ENCADENADO. El sereno Guadalquivir en todo su esplendor con la Giralda a la izquierda. La cámara se acerca al patio del Bar Los Muelles. Rafa y sus amigos en su sótano, charlan.

-Que te lo digo en serio, Rafa, que te han lavado la cabeza.

-Al Pepito le pasó lo mismo cuando vino de Irak.

-Es que no es lo mismo que Irak [Rafa]. Vosotros no habéis estado allí.

-Ahora dirás que los vascos tienen salero.

-Ni puta gracia tienen.


Se va escaleras arriba. Aparece en primer plano al sol; mira hacia a su izquierda llamado por un ruido de cascos; al fondo palmeras y la Torre del Oro; el ruido se aproxima y los caballos, tirando de una elegante calesa acercan al espectador un primer plano de Amaia que mira anhelante al frente. Empieza la canción “Sevilla, sonriente …”


En la escena siguiente, “Los del Río” y su acompañamiento de coro y guitarras dan continuidad a la alegría desde la acera de enfrente al bar. Primer plano de Rafa que sale al encuentro con cara medio seria, medio complaciente. La calesa se detiene y la cámara muestra a Rafa de espaldas y a Amaia de frente; ésta se levanta y Rafa se acerca a ella.


-Ya sé que esto es una locura, eh!


Él abre la portezuela y se dispone a acogerla al bajar.


-Pero no digas nada y déjame hablar que si no se me va a ir lo que te quiero decir [los dos, serios]. Rafa, que creo que al final nos faltó un día; … bueno, y esto que lo encontré en la cama (le entrega su llavero; el lo mira sonriente). Di algo, no jodas, que lo estoy pasando fatal.

-Es que, visto así …

-Pero funciona o no funciona?

-La coge de la mano. Al conductor del carruaje: Pepe, haga usted el favor de tirar pa Triana que tengo que decirle una cosa a ésta.


La calesa se aleja, el puente de Triana a la izquierda. La pareja se besa y abraza con pasión mientras sus cabeza se agachan hasta ocultarse tras el respaldo. La música sigue tras ellos. Los cascos de los caballos hacen compañía a las palmas.


oooo000oooo


RESUMIENDO:

     Esta película es la “Bienvenido Mr. Marshall” del cine español (Guión y dirección Luis Gª Berlanga), para el siglo XXI. Me he reído con ella incluso más que con la primera. Pero además me he emocionado. Mucho.


     Creo que el mejor elogio que se puede hacer de “Ocho apellidos vascos” es asegurar que Rafael Azcona habría alabado con entusiasmo el guión.




Jesús de la Peña

julio 2014