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CAPÍTULO 4.- Hermes y Caronte.


Todo apunta a que esto de Hades es un negocio de Pompas fúnebres muy bien montado, y si no, vean. Plutón era el dios CEO (Chief Executive Officer –Director Ejecutivo–) que garantizaba que los muertos no habían de escapar del infierno.


Hermes (el dios Mercurio para los romanos) era el traedor, el psicopompo, el que traía las almas de los muertos y las conducía desde la tierra al borde de la Laguna Estigia. Comparen lo de las Pompas con lo de πομπος, conductor.


Al Hermes griego los romanos le pusieron alas en los talones para que volara más deprisa y lo llamaron Mercurio. Era algo así como los que nadan en el Canoe que se ponen aletas en los pies: aquí el que no corre, vuela.


Lo de la Laguna Estigia parece dudoso; una laguna no parece ser frontera de nada; más verosímil es que se tratara de la orilla del río Aqueronte, que sí hacía de limite para el infierno. Lo que pasa es que Estigia era el nombre del río principal del Hades: Lo rodeaba nueve veces y a un ensanchamiento que tenía lo llamaban laguna. Además del Estigia y del Aqueronte, había otros dos ríos más, y uno de ellos era el Leteo o río del olvido. De éste bebían los que habían de reencarnarse a fin de que olvidasen su vida anterior. El Guadalete que desemboca en el Puerto de SantaMaría también es río (guad) del olvido (lete) porque una vez, entre fenicios y griegos, se iba a dar una batalla que por fin no se produjo y todos se olvidaron del asunto.


Hay que agradecer al P. Astete que pusiera orden en tanto galimatías geopolítico, y con tanta precisión como sabiduría.


Caronte era el barquero que recogía las almas y se las llevaba a bordo de su barca hasta el infierno cruzando dicho río Aqueronte y, previo pago del servicio en óbolos.


Resulta chocante que en ese trance se exigiera un pago con moneda contante y sonante cuando ya hemos visto antes que los muertos no se pueden llevar nada de este mundo a la otra vida. Sin embargo la humanidad es tozuda y a toda costa exige tener una relación estable entre las dos vidas: este es el principio de todas las religiones, incluidas las más modernas.


Recordemos a los egipcios que hasta les ponían comida a sus muertos, por si acaso. Ahora mismo parece que algunos entierran al muerto con su móvil, no sea que le haga falta; debe ser muy fuerte despegarse de un instrumento que está siempre pegado a una oreja viva.


Los griegos ya habían encontrado la solución: les ponían a los muertos debajo de la lengua un óbolo para que Caronte se cobrara. Sin embargo, las cuentas no cuadran. Caronte ha hecho encargos a Hermes para el mantenimiento de su barca y ha recibido todo el material pedido; miren cómo termina el capítulo:

HERMES.- Si no me olvido de nada, todo está en la cuenta. Ahora tú dirás cuándo vas a pagarme.

CARONTE.- Es imposible en este momento, Hermes, pues el negocio no funciona demasiado bien; pero si alguna peste o guerra me manda algún grupo de víctimas, podría reunir algo de dinero haciendo un poco de trampa con el precio de los pasajes.

HERMES.- ¿Me estás pidiendo que me cruce de brazos y pida a los dioses que se produzcan espantosas calamidades, para poder cobrar?

CARONTE.- No podrá ser de otra forma, Hermes. Pues, como puedes comprobar, no llega mucha gente aquí abajo: estamos viviendo tiempos de paz.

HERMES.- Así lo prefiero, aunque no cumplas el pago de tu deuda…

… casi todos mueren por causas relacionadas con maquinaciones tramadas entre ellos por dinero.

CARONTE.- Debo reconocer que el dinero es algo muy deseable.

HERMES.- Entonces no te parecerá mal que yo te exija de forma implacable e insistente el pago de tu deuda.

El final del capítulo es muy acorde con los tiempos que ahora corren: para que los negocios funcionen es menester que sucedan terremotos o que continúen los bombardeos en Siria. Es decir, a negocios saturados, guerras, destrucción y, a empezar de nuevo. La tesis vale tanto para los fabricantes de armas como para los que crean terremotos artificiales destruyendo, por ejemplo, el estadio del Manzanares.


El dios Hermes se muestra benévolo y pacifista, pero implacable con el dinero. Me temo que a Caronte lo van a desahuciar por impago dentro de nada. Menos mal que aún nos quedan las alcaldesas Ada Colau (Barcelona) y Manuela Carmena (Madrid).


Para que vean ustedes que lo apuntado antes sobre la guerra no es cosa nueva, copio el comienzo del famoso Diálogo de Mercurio y Carón (1529) de Alfonso de Valdés (Secretario que fue del Emperador Carlos V):

… me ocurrió esta invención, de introducir a Carón, barquero del infierno que, estando muy triste porque había oído decir ser ya hecha la paz entre el Emperador y el rey de Francia, de que a él venía mucha pérdida, viene Mercurio a pedirle albricias por los desafíos que el rey de Francia y el rey de Inglaterra hicieron al Emperador.