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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Quiero fijarme ahora en la sutileza de Montaigne al apreciar lo que comenta en el Cap. 37 L 2º, titulado De la semejanza entre padres e hijos.

Inútil es que vayamos escogiendo milagros y casos singulares extraños; paréceme que entre las cosas que ordinariamente vemos hay singularidades incomprensibles que superan la dificultad de los milagros. ¿Qué cosa más estupenda que esa gota de semilla, de la cual somos producto, incluya en ella las impresiones no ya sólo de la forma corporal, sino de los pensamientos e inclinaciones de nuestros padres? …  ¿dónde acomoda un número tan infinito de formas, y cómo incluye las semejanzas … que el biznieto responderá a su bisabuelo, y el sobrino al tío?

Puede creerse que yo debo al mío [Montaigne se refiere a su padre] mi mal de piedra, pues murió afligidísimo por una muy gruesa que tenía en la vejiga…. Yo nací veinticinco años antes de su enfermedad ¿Dónde se incubó por espacio de tanto tiempo la propensión a este mal? Y cuando mi padre estaba tan lejos de él, esa ligerísima sustancia con que me edificó, ¿cómo fue capaz de producir una impresión tan grande? ¿y cómo permaneció luego tan encubierta que únicamente cuarenta y cinco años después he comenzado a resentirme, y yo sólo hasta el presente, entre tantos hermanos y hermanas nacidos todos de la misma madre?


Hace unos años empecé a veranear en un pueblo de la Sierra donde sabía que tenía casa el hijo de un antiguo gerente mío con quien había tenido yo mucho trato en razón de mi trabajo. A los pocos días de llegar vi desde el balcón de mi apartamento a un hombre de espaldas manipulando en el maletero de su coche. Me quedé observándolo con curiosidad de forma que cuando terminó la maniobra me di cuenta de que, todavía de espaldas, hizo un gesto hacia atrás con un brazo y la mano recogida, en tal actitud que me dije: es él! Y no me equivoqué. Aquel gesto lo tenía yo registrado en su padre desde hacía más de 40 años.



Siguiendo con el mismo Cap. 37 L 2º voy a terminar mis comentarios con lo que nuestro autor comenta al final de él a propósito de algo tan de moda en nuestros días como es la biodiversidad. Poco antes de ese final Montaigne se despacha a gusto contra los médicos con palabras tan duras como éstas:

Que los médicos excusen algún tanto mi libertad si digo que … he asentado en mi alma el menosprecio y el odio hacia sus doctrinas. Esa antipatía que yo profeso al arte de sanar es en mí hereditaria. Mi padre vivió setenta y cuatro años; mi abuelo sesenta y nueve, y mi bisabuelo cerca de ochenta, sin que llegaran a gustar ninguna suerte de medicina ... La medicina se fundamenta en los ejemplos y en la experiencia; así también se engendran mis opiniones. Téngase en cuenta que entre los médicos acaso vale tanto fortuna como la razón ... Que no me echen en cara nuestros Galenos los males que a la hora presente me tienen agarrado por el pescuezo, pues haber vivido libre de ellos cuarenta y siete años, ¿no es ya suficiente? Aunque éstos sean el fin de mi carrera, considérola ya como de las más dilatadas [murió a los 59].

A renglón seguido de esa soflama Montaigne tiende la mano a sus enemigos los galenos, con estas palabras:

¡La salud, por Dios, primero y antes que todo! Los que aman nuestra medicina pueden tener en apoyo de su idea sus consideraciones excelentes, grandes y sólidas; yo no odio las fantasías contrarias a las mías: tan lejos estoy de molestarme por la discordancia de mis juicios con los ajenos, ni de incompatibilizar con la sociedad humana por ser de otro sentir y partido distinto del mío, que muy por el contrario (y es a la vez la más común tendencia que la naturaleza haya seguido: la variedad, más en los espíritus que en los cuerpos, porque aquéllos son de substancia más flexible y capaz de formas), hallo mucho más raro ver convenir nuestros humores y designios. Jamás en el mundo existieron dos opiniones iguales como tampoco dos cabellos, ni dos granos de trigo iguales. La cualidad más universal de aquéllas es la diversidad.

Toda una declaración de principios acerca de convivencia, tolerancia, acuerdo, coexistencia … Y una visión adelantada y realista de algo a lo que poco a poco nos vamos acostumbrando: que la vida, misteriosamente, es pura complejidad a la que debemos adaptarnos. La naturaleza, con su biodiversidad, nos ofrece el modelo más adecuado para comprender que la verdadera cohesión se sustenta en la pluralidad.







El texto completo de los tres Libros de Ensayos se encuentra en:


http://es.scribd.com/doc/25017698/Indice-Ensayos-de-Montaigne-Fundacion-Biblioteca-Virtual-Miguel-de-Cervantes


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