El hecho de los milagros de Jesús entronca plenamente con esta cuestión. Personalmente, los llamados milagros me dejan siempre perplejo. Pagola dice en la Pág. 101 y repite en la 175: Jesús sólo llevó a cabo un puñado de curacionesNunca pensó en los “milagros” como una fórmula mágica para suprimir el sufrimiento del mundo, sino como un signo para indicar la dirección en la que hay que actuar para acoger e introducir el reino de Dios en la vida humana.

     

Desde luego, no parece desprenderse de estas palabras de Pagola que Jesús hiciera milagros para probar su divinidad tal como se nos ha enseñado. Por otra parte, lo del puñado de curaciones suena como para quitarle importancia a la cosa. Pero, cómo es posible tal? Aunque sólo hubiera resucitado un muerto (que fueron más: Lázaro, la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naín)!     


En la pág. 161 nos dice: El hecho es históricamente innegable: Jesús fue considerado por sus contemporáneos como un curador y exorcista de gran prestigio. En la pág. 164 leemos: … la gente veía a Jesús como un profeta que curaba en virtud del espíritu de Dios. Su actuación despertaba tal vez el recuerdo de Elías y Eliseo, profetas muy populares por sus hechos milagrosos (entre ellos, la resurrección de algún muerto; vivieron en el siglo IX a.C.)

     

Mi perplejidad por causa de los milagros llega al colmo cuando recuerdo lo que me comentaba un teólogo agustino con estudios en Roma: Allí, me decía, puedes obtener un sobresaliente cum laude por una tesis sobre los milagros, tanto si está orientada a favor como si está en contra de ellos.




Sigue nuestro autor en la pág. 164: ¿Cuándo descubrió Jesús su capacidad de  curar? ¿Fue su fe en la misericordia de Dios lo que le empujó a intentar aliviar el sufrimiento de los enfermos o, por el contrario, fue el descubrimiento de su poder curador lo que le condujo a anunciar la cercanía de Dios y su venida salvadora? Nunca podremos responder a ese tipo de preguntas. Pertenecen al mundo secreto de Jesús.

     

De estas palabras no se puede deducir que Jesús se creyera Dios y que por tanto viera natural su poder de hacer milagros. En la pág. 167 continúa: Jesús (para obrar el milagro) no pide fe en su poder misterioso o en sus conocimientos ocultos, sino en la bondad de Dios. Y en la 168 pone en boca de San Marcos estas palabras de Jesús a la Magdalena después de haber expulsado de ella “siete demonios”: vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo. Es decir, lo que Dios, por su bondad, ha realizado.




La actuación del Bautista y la relación de Jesús con él, de extrema importancia,  es tratada por Pagola de esta manera:

     

Pág. 72 ¿Quién va a venir exactamente después del Bautista? Juan no habla con claridad … Juan no lo llama (a Jesús) Mesías ni le da título alguno. Sólo dice que es “el que ha de venir” ¿Está pensando en Dios?

     

Pág. 74 Los cristianos no pudieron negar el hecho (del bautismo de Jesús por Juan), pero lo presentaron de tal manera que no menoscabara la dignidad de Jesús.

     * Marcos: Jesús fue bautizado por Juan en el Jordán … Al salir de las aguas Jesús tuvo una experiencia extraña: vio que el espíritu de Dios descendía sobre él “como una paloma”, y escuchó una voz que desde el cielo le decía: “Tú eres mi hijo amado”.

     * Mateo: “Conviene que cumplamos toda justicia”. Así pues, ha de quedar claro que Jesús no necesita ser bautizado; si lo hace es por alguna razón desconocida que lo empuja a actuar así.

     * Lucas: … Menciona el bautismo de Jesús, suprime la intervención del Bautista (está ya encarcelado por Antipas) … mientras está orando vive la experiencia religiosa sugerida por Marcos.

     * Juan (evangelista): … ni siquiera narra el bautismo … Juan no es ya el bautizador de Jesús, sino el testigo que lo declara como … “que viene a bautizar en el Espíritu Santo”.

     

Según nuestro autor, Jesús tuvo una experiencia, vio …, escuchó … Pero no dice que esa experiencia fuera observable por los demás. Si hoy se nos habla de ella es, según Pagola por la manera en que los cristianos presentaron el hecho más tarde.

     

El lector atento puede darse cuenta de que esta descripción de Pagola no tiene mucho que ver con la apoteosis de la Santísima Trinidad que se nos cuenta.




Sin duda, el núcleo del libro es la implantación del reino de Dios entre los hombres: El “venga a nosotros tu reino” del Padrenuestro.


Pág. 98.- Es curioso observar cómo Jesús, que habla constantemente del “reino de Dios”, no llama a Dios “rey” sino “padre”.


Pág. 95.- El propio Jesús dijo: “El reino de Dios no viene de forma espectacular ni se puede decir mirarlo aquí o allí. Sin embargo, el reino de Dios ya está entre vosotros”.


No siempre se han entendido bien estas palabras y se han traducido de manera errónea: dentro de por entre. En el Evangelio apócrifo de Tomás se hace la síntesis para decir “el reino de Dios está dentro y fuera de vosotros” (los subrayados son míos).


Pagola acude con frecuencia al Evangelio apócrifo de Tomás, que parece ser, dentro de los numerosos libros apócrifos, el de explicaciones más plausibles. En el caso anterior formula una síntesis muy acertada entre lo que sería la religión como puro intimismo, y la religión con proyección exclusivamente social.


El problema con el reino de Dios es la dificultad (o imposibilidad) de explicarlo, porque se trata de una utopía (ou, no; topos, lugar): algo que no es de nuestro lugar, la tierra, la obra de Dios. Jesús llegó a decir que ese reino no es de este mundo.


Si no fuera por ese carácter utópico, podríamos incluso pensar que el propio Jesús se contradice al afirmar que el reino de Dios “ya está entre vosotros” mientras urge a pedir que “venga a nosotros”.


En la pág 182 podemos leer: Dios es de los que no tienen a nadie. La vida insegura de itinerante acercaba mucho a Jesús a este mundo de indigentes. Vivía prácticamente como uno de ellos: sin techo y sin trabajo estable … Pronto invita a hacer lo mismo al grupo de seguidores que se va formando en su entorno.


En análogos términos se expresa en la pág 199 cuando dice que Jesús era amigo de pecadores: Los que rechazan la Alianza con Dios desobedeciendo radicalmente la ley sin que se observe en ellos signo alguno de arrepentimiento, los delincuentes, los que colaboran con Roma en la opresión del pueblo judío, los usureros y estafadores y las prostitutas.


El problema añadido es confundir la utopía con la ucronía. ¿Es que hoy, Jesús, se juntaría con los antisistema para salvarlos de su error, o para darles la razón? ¿Qué haría con los terroristas y demás delincuentes de ahora? Porque los usureros y estafadores siguen siendo los de siempre…


Ya se ve lo fácil que es subirse al carro triunfal del reino de Dios mediante la práctica del buenismo tal como lo interpretaba el cuñado del arcipreste Treviño, y quien sabe si también el propio Pagola.



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