Resulta curioso constatar cómo todos los autores señalan que Jesús extraía sus parlamentos (dichos, parábolas, etc.) de la vida misma para que su auditorio no tuviera problemas de interpretación. Pagola va más allá y hace sociología histórica a la inversa, es decir a partir de las palabras de Jesús. Lo cual puede parecer una petición de principio o una expresión plausible de la realidad, según se quiera mirar: Como Jesús habla de las prostitutas, es que las había debido a la pobreza inducida por los poderosos que atenazaban al pueblo; y ellas vivirían, a su manera, de esos poderosos o simplemente acercándose a alguna comida que otra, como esas en las que participaba el propio Jesús (pág. 200).




Desde el principio, aparece Jesús como un profeta (los musulmanes están de acuerdo con Pagola). Un profeta itinerante. No hay duda de que era un ambulante, pero lo de profeta merece una reflexión. En sentido literal profeta es el que anuncia de antemano, una especie de adivino. La otra interpretación que nos brinda el diccionario es la de ser quien habla en nombre y por inspiración de Dios. Interpretación ésta muy delicada y peligrosa a la vista de la experiencia evocadora de tantos falsos profetas. Me parece más ajustado lo que los ingleses llaman hoy un “whistler blower” (un tocador de pito): El que pone al descubierto tramas ocultas o informa en contra de alguien; el que denuncia, en suma.

     

Sí, Jesús parece que fue un poco de todo ello: adivino, inspirado de Dios en bondad y denunciador de injusticias. Lo de adivino, quédese para la ortodoxia (predicción de su pasión y muerte, etc.) y para justificar cómo el Antiguo y el Nuevo testamente están perfectamente hermanados.




     Lo que no dice Pagola explícitamente en ninguna de sus páginas, aunque no hace falta ser un lince para entendérselo, es que Jesús fue un profeta tirando a deísta (1). Cuenta Peter en su famoso Principio cómo a un pastor protestante que se hizo deísta lo echaron de su iglesia: había llegado al supremo nivel de incompetencia. Justo lo que le pasó a Jesús: si el hombre no estaba hecho para el sábado, según el profeta Jesús, había que echar a éste de aquella iglesia judía. Y sus representantes se las arreglaron para eliminarlo Calvario arriba.

     

En la pág. 50 se dice textualmente: Dios es el “padre del cielo”. No está ligado a un lugar sagrado. No pertenece a un pueblo, o a una raza concreta. No es propiedad de ninguna religión. Dios es de todos.

     

Pero he de aclarar lo de “tirando a” que antepongo a la voz deísta según ésta es definida en el diccionario. La deja éste un tanto abierta, aunque la práctica termina por reducirla a algo muy parecido al ateismo, al extremo de que yo me atrevería a decir que el deísta “tira a” ateo. Y ello por la sencilla razón de que el deísta parece reconocer un Dios que no es personal, aunque no tendría por qué ser así necesariamente, sino todo lo contrario. Si Dios es autor de la naturaleza, como de ella forma parte la vida y particularmente la de los seres humanos, habrá que admitir una relación de autoría entre creador y criatura. Esa relación yo la sustancio en lo que en algún sitio tengo escrito como que “donde hay vida sucesiva hay paternidad permanente”.

     

Es evidente que esta relación de paternidad en Dios, y de la consiguiente hermandad de los hombres, está, no sólo clara, sino bien enfatizada a lo largo de todas las palabras de Jesús.

     

Con lo de “no admitir revelación” nos quedamos asimismo sin saber si ello se refiere sólo a la revelación oficial de las religiones (la que se contiene en sus libros sagrados, sus tradiciones, etc.), o también a la “interpersonal” Dios-hombre individual. Naturalmente ésta no puede existir si no existe ese Dios personal. Y éste no era el caso de Jesús. Con motivo de su bautizo en el Jordán Jesús participó de esa relación interpersonal como luego se verá.

     

Por otro lado, a nadie debe sorprender que Jesús diga de sí mismo que es hijo de Dios: Todo hijo nacido de madre es hijo de Dios según acabamos de ver.

     

En la pág. 377 se lee: Probablemente esta dramática escena (la del Sanedrín condenando solemnemente a Jesús) es una composición cristiana posterior, elaborada para mostrar que Jesús ha muerto en la cruz por los títulos de “Mesías” e “Hijo de Dios” que le atribuyeron los cristianos.

     

Y en la 379 añade: Jesús no es condenado por nada de esto. En ningún momento manifiesta pretensión alguna de ser Dios: Ni Jesús ni sus seguidores en vida de él utilizaron el título de “Hijo de Dios” para confesar su condición divina.

     

La pág. 397 detalla más. En la tablilla que encabezaba la cruz debe quedar muy claro el delito de Jesús: “rey de los judíos”. INRI (Iesus Nazarenus Rex Iudeorum). Así, en latín: En tierra del Imperio no hay rey que valga.




A algún lector del libro he oído comentar que la conclusión sacada de su lectura es la de que Jesús, según transcurrían sus tres años de vida pública, fue dándose cuenta de que era Dios.

     

Para mí no es evidente que sea así, pero de serlo, habría que pensar que Pagola ha logrado su objetivo: que la Jerarquía se muerda la lengua sin poder condenarlo.

     

En la pág. 59 se lee: Se consagró (Jesús) totalmente a algo que se fue apoderando de su corazón cada vez con más fuerza. Él lo llamaba “el reino de Dios”. Sería abusivo asociar esa evolución al hecho de llegar a creerse Dios.




(1) Deísta: Quien se adhiere a la doctrina que reconoce un Dios como autor de la naturaleza, pero sin admitir revelación ni culto externo.


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