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INCERTIDUMBRE ANTE LA LEY (la de la inflexión)


Planteamiento de la ley de Inflexión en la edad laboral y consideraciones a ella asociadas.


PREÁMBULO

                    El presente artículo se publicó en el número de ANALES DE MECÁNICA Y

                    ELECTRICIDAD, diciembre de 1986, con la siguiente entradilla:


                    Recuerdo que allá por los años 40, las personas mayores de entonces solían decir "en

                    tiempos normales" para referirse a los anteriores a nuestra guerra civil.


                    Yo también me voy a referir ahora a los tiempos normales, pero no a aquellos, sino a estos

                    otros: a los que antecedieron a la actual crisis. En tiempos normales, digo, había pleno

                    empleo; no había, por consiguiente, paro: Se podía elegir entre varias colocaciones; la

                    movilidad en el empleo era habitual, etc. Era un mundo laboral casi feliz; ello no obstante,

                    ocultaba ciertas leyes que a veces, en medio de tanta felicidad, se nos pasaban

                    inadvertidas.


                 

            El progreso reciente, en cambio, nos ha hecho ver la existencia de esas leyes en medio de otras cosas. Cosas que a su vez evolucionan a un ritmo de aceleración creciente. Hace 16 años, por ejemplo, yo escribí en ANALES un artículo que llevaba como título Las nuevas unidades de medida, sugerido por determinados cambios sociales y particularmente por la, a la sazón, nueva y flamante definición del metro patrón. Pues bien, en menos de 15 años hemos tenido ya dos nuevas definiciones del susodicho metro patrón. Para no hablar de la corriente legisladora que no cesa. Me parece que era un científico americano quien dijo no hace mucho, y con bastante humor, por cierto, que últimamente las teorías científicas duran menos que una silla ...


Pues bien, entre las leyes que existían en tiempos normales había una que nunca fue promulgada y que me voy a apresurar a enunciar no sea que, al ritmo que van las cosas, cualquier día pueda quedar derogada definitivamente.


Es la ley de la inflexión en la edad laboral que se enuncia así:


    "Toda persona que trabaja alcanza una edad entre su comienzo laboral y su jubilación en la que

     se produce la siguiente inflexión: pasa de tener un jefe de más edad que él, a tener otro más joven".


Como no es una ley física, tendrá todas las excepciones que se quiera; no tantas, sin embargo, que consigan desvirtuarla, según creo. En cambio, tiene una fácil demostración como si fuera, efectivamente, una ley física:


Tomemos como edad de jubilación, la utópica de 65 años. El individuo que está a punto de jubilarse tendrá en ese momento un jefe tal como le ocurre a todo el mundo. Pues bien, pasando al límite, ese jefe o es mayor que él (cosa imposible porque ya tendría que estar jubilado) o es más joven que él. Luego es más joven.


Como lo normal cuando alguien empieza a trabajar es que tenga un jefe más experimentado que él (y por consiguiente de más edad), se ve que entre esta situación y la de su jubilación ha de haber ocurrido la inflexión a que se refiere la ley.


Las excepciones a que aludía antes estarán causadas por quienes dejan de trabajar prematuramente o por quienes se incorporan con retraso a su primer trabajo; y si en la línea de curiosidades un presidente de consejo de administración quiere saber la edad de su jefe, halle la media, debidamente ponderada, de sus consejeros.


Es el caso que mi afán por enunciar cuanto antes esta ley se debe a que precisamente con el paro, despidos y jubilaciones anticipadas, las excepciones a la ley están aumentando de tal manera que entre la gente mayor se pueden llegar a dar muchos casos de conclusión de la actividad laboral sin haber pasado por el punto de inflexión. Estas excepciones, si se me permite una exageración analógica, están en la misma proporción en que lo excepcional, ahora, va siendo tener trabajo, al contrario de lo que ocurría en tiempos normales.


Con la gente no tan mayor, en cambio, el fenómeno es inverso: los arrolladores y agresivos ejecutivos que en la primera ocasión inflexionan a los mayores, serán víctimas del proceso ellos mismos antes incluso que lo fueran sus propias víctimas: En resumen, el punto de inflexión se mantiene pero su edad tiende a bajar.


Hasta aquí, una simple constatación sociológica que nos puede hacer reflexionar sobre la incertidumbre creciente con que los individuos enfrentan hoy la realidad de nuestro entorno.


Esta incertidumbre, sin embargo, no debe ocultarnos la certeza de que algún día pasaremos por la edad de inflexión.


Y esto, que puede pasar por ser una mera especulación, se convierte en su momento en una cuestión con implicaciones sicológicas importantes. Como nadie se ha planteado el tema de antemano, cuando llega, cada cual lo resuelve como puede: unos lo encajan con naturalidad, otros lo provocan (un poco como quien se suicida antes de caer en manos de sus enemigos) y otros quedan traumatizados o arruinados sicológicamente.


Hay para todos los gustos, y me sorprende que las oficinas de consultores, que están en todo, no tengan ya disponible (que yo sepa) un "producto" que sirva para hacer frente al punto de inflexión. Tal vez sea que con la bajada de la edad inflexionaria, los más jóvenes pasan del tema y no haga falta tomar con ellos las precauciones que requieren los mayores.


O quizá es que se sabe de buena tinta que la ley se va a derogar de un momento a otro para sustituirla por otra que diga: "Todo trabajador que alcance su punto de inflexión será despedido automáticamente", con lo que muy probablemente se resolverá el paro juvenil y el trauma sicológico que antes nos ocupaba.