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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2     

En los bajos es donde se pone en evidencia la asociación uro-genital. Recuerdo que en una antigua serie de TVE había dos jóvenes que ya hacía que pololeaban, como dicen en Chile; en un determinado momento, un amigo del chico le pregunta: ¿Pero ya habéis juntado los meos?


Expresión ésta de lo más vulgar (del joder y de la jodienda) y al mismo tiempo, clarificadora a tope. La orina de la chica sale por el meato urinario que tiene dentro de su vagina (vulva, coño, chocho, chichi en las niñas, chumino, raja, almeja, conejo; en definitiva, una invaginación de por donde la pelvis), y la del chico, por la desembocadura de su uretra en el bálano.


En semejante trance de penetración la pareja no se expresa en modo urinario, sino genesíaco. Se trata de algo muy especial: de que el hombre extraiga de sus testículos el semen que ha de verter en la vagina mediante movimientos convulsos de aceleración creciente. Lo que otra amiga poeta llama “estar preparada para una dulce travesía”, hasta el orgasmo.


La deseada culminación de la dulce travesía es el orgasmo, el placer compartido por contagio y por el roce de los protagonistas del mismo: el glande del hombre y el clítoris de la mujer (éste, en el borde superior de su vagina).


Como se sabe, la entrega sexual de ambos protagonistas (el joder y la jodienda) suele conducir a la reproducción con placer o al sólo placer. Cuando el coito se puede asociar a la procreación, se cumple lo que Ana Frank escribe en su Diario: “La materia prima y el producto acabado entra y sale por el mismo sitio”.


Coito es el compuesto latino de co- (compañía, juntura) y de itum, el supino del verbo Eo, is, ire, ibi, itum: ir en compañía (durante la dulce travesía de mi amiga).


Hubo un tiempo en el que era fácil extrapolar la maliciosa intención sonriente de un anuncio de Gila a favor de la hoja de afeitar Filomatic, a dicha dulce travesía; decía el cómico: “es de suave, y da un gustirrinín …”


Lejos queda la ignorancia de la mujer que pinta el viejo chiste: “Un ya maduro matrimonio acudió al ginecólogo porque ella tenía problemas. Él se quedó fuera de la consulta para dejarla con más soltura frente al médico. En un momento dado después de un rato de diálogo clínico, ella se asoma desde la puerta de la consulta y pregunta: Oye, Pepe, nosotros tenemos Orgasmo o tenemos Sanitas”.


Bueno y, ¿dónde quedan las relaciones uro-digestivas que parece que deben repercutirse?. Pues verán, yo debo beber de noche mucha agua para orinar cada dos horas aproximadamente en el consabido botellón ad hoc, porque salir de la cama cada vez me costaría un triunfo de dolores en la espalda; luego daré más detalles.


Al final de la noche, cuando ya me ayudan a levantarme, lo primero que toca es ir al baño a defecar (a cagar, a hacer la deposición diaria, a hacer de vientre, a hacer de cuerpo). El protagonista de la obra de Cela Viaje a la Alcarria acostumbraba a salir temprano de casa cada mañana con el cuerpo hecho.


Como se sabe, cagar exige esfuerzo para provocar la apertura del esfínter anal (el ojo del culo), máxime si con tanto reposo se anda estreñido (para combatirlo, a mí me va muy bien una toma diaria de Movicol –no sé si quiere decir mover el colon-). Ese esfuerzo a mí me resultaba imposible por el acusado dolor de espalda que ya he referido. Así pues, lo más conveniente era dar con la cooperación sincronizada de mear y cagar. Afortunadamente, funciona bien.


Esto del cagar y mear asociados, tiene versos antiguos, al modo de La canción del pirata esproncediana, pero recalentada:

Con los presos c´agarramos,

¿Qué queréis, conde, c´agamos?

¡C´agaleras los metéis!

¡C´agaleras los metamos! …

¡Pues sorprendido meheis!     

(me habéis, en español moderno)


Por cierto, hablando del culo (posaderas, nalgas) que, en trato con los niños es el culete, resulta chocante su aplicación a adultos: el forzudo celador le dice al viejo paciente desnudo sobre la cama: ”echa el culete hacia la izquierda, que voy a limpiarte por aquí.”


Hay otra concomitancia digestivo-urinaria que señalar. La vejiga y el recto son vecinos cuyas paredes se tocan. Si en el recto se han acumulado gases que se expulsarán vía ventosidades (tirándose los pedos, los cuescos correspondientes), ello quiere decir que la presión de ese gas se ejerce mientras dura, sobre la vejiga y, consecuentemente sobre la necesidad de mear; sobre todo, si se está sondado, ello aumenta los inconvenientes (la sonda se mueve, desliza dentro de la uretra y la irrita, con el consiguiente dolor).


Sobre los pedos hay mucho que hablar. Tengo una sobrina muy cachonda que conserva una grabación con una extensa colección sonora de pedos variados que es de mucha risa. De mi abuela, que no era, naturalmente, de estos tiempos modernos, recuerdo algunos de sus aforismos al respecto. Una adivinanza: “Entre dos piedras feroces sale un hombre dando voces”. El colmo de los colmos: “sentarse en una silla de anea y pretender averiguar por qué agujero ha salido el pedo” (anea de tiras planas trenzadas dejando agujeros octogonales). Dos característicos: “valladolid, pamplona”. “Algunos apuntan a las corvas y dan en las narices”.


Pedo viene directamente del latín pedere (expeler viento por el ano), pero del griego tenemos el formante ped-  que también da lugar a pedo, pero que no tiene nada que ver con el otro. En pedo filia, pedo viene de niño (país, paidós), y en paralelepípedo, de suelo, llano (pédon).


Volvamos a Basilea con el sistema óseo para ver qué vela tiene en este entierro. En realidad fue una aportación nueva e inesperada, al sufrimiento urinario. Estaba un día afeitándome de pie frente al espejo del cuarto de baño cuando sentí un fuerte tirón en la espalda a la altura de los riñones, región lumbar o del lomo (sorprende la coincidencia del accidente óseo con los urinarios riñones). Allí se agarró, para lo sucesivo, un dolor como de lumbago. La radiografía dictó que se trataba de una fractura en vértebra lumbar por causa de osteoporosis (envejecimiento de los huesos, propio de la edad).


La fractura se fue soldando y los dolores disminuyendo, pero queda un fenómeno que me induce a distinguir dos tipos de dolor. Llamaré “dolor óseo” al descrito como asociado a una fisura en el hueso que, con el tiempo, va soldándose; el hueso queda restablecido pero, según la resonancia magnética nuclear que me hicieron después, el tejido conjuntivo que junta dos vértebras, ya de por sí envejecido, se resiente con la presión que ejerce sobre él el peso de la parte del cuerpo que queda por encima de ellas cuando estoy de pie, andando o sentado. Ese resentirse (trabajo a compresión) es lo que llamaré “dolor conjuntivo”.


Este dolor conjuntivo es más llevadero que el óseo que resultaba insoportable; sin embargo, persiste agresivo cuando estoy de pié y apenas se nota cuando en la cama; de pie, el tejido trabaja a compresión dañina, mientras que en la cama, la compresión la resiste el colchón y las uniones vertebrales trabajan sólo a un ligero trabajo de esfuerzo cortante que me permite cambiar de postura con cuidado; la postura más adecuada es la de memoria. Lo malo es, primero, levantarme de la cama, y luego, permanecer erguido: es hacer pasar al tejido conjuntivo del esfuerzo cortante al de compresión que es el que se mantiene cuando estoy erguido.


Lo que contaba antes de el Fali con su pito almidonado me hace recordar el viejo chiste que protagonizan también un niño y una niña pequeños:

-Él: Mira lo que tengo yo, y tú no tienes nada.

-Ella: Eso es mentira; mi hermana dice que, con lo que tiene ella, puede tener todos los que quiera como eso que tienes tú.


En fin, cosas de niños. Pregunté una vez a Mingote que por qué no se ocupaba más de los niños en sus viñetas, y me contestó: "Los niños son unas personas muy serias que hay que tratar con mucho respeto".


El respeto que les falta a otros. Al Sr Yuval Noah Harari, por ejemplo, profesor en la Universidad hebrea de Jerusalem, que en la pág. 171 de su libro SAPIENS. De animales a dioses, dice: “El sexo es un juego de niños. Conseguir ser un miembro del sexo masculino es la cosa más sencilla del mundo”. El Sr. Harari es el personaje más influyente de este siglo, según dice el extraordinario semanal del diario ABC: Así anda nuestra sociedad!


Decía yo al principio que siempre estuve interesado en el valor de los nombres. Fíjense en esta coincidencia. Mi amigo Enrique Zaldívar, compañero de clase en la Carrera, está presente conmigo en la fotografía que tenemos en la plaza de San Pedro de Roma (ver QUIEN1 en mi sitio Web). Es el de la derecha de los dos que están juntos al fondo.


Pues bien, en el surtido de medicinas que me han beneficiado durante esta temporada hay un analgésico potente que se obtiene del apellido de mi amigo con sólo quitarle la V y arreglar lo del acento. Se llama “Zaldíar” y es más fuerte que el Paracetamol. Manifestaciones del trabajo de la industria farmacéutica…