3. Llevar sus cosas con suspension (1). La admiración de la novedad es estimación de los aciertos (2). El jugar a juego descubierto, ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más donde la sublimidad del empleo da objeto a la universal expectación, amaga misterio en todo y con su misma arcanidad provoca la veneración (3). Aún en el darse a entender se ha de huir la llaneza, así como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos. Es el recatado silencio sagrado (4) de la cordura. La resolución declarada, nunca fue estimada; antes se permite a la censura, y si saliere azar será dos veces infeliz. Imítese, pues, el proceder divino para hacer estar a la mira y al desvelo.


(1)   Uno debe actuar de manera que la gente se quede en suspenso, en actitud de espera, que no sepa a qué atenerse con él.


(2)   Los aciertos se estiman más cuanto más novedosos resulten.


(3)   Mejor que ir a cara descubierta pregonando como un bocazas las intenciones de uno, es no declararse; ello provoca suspensión, expectación, evoca misterio. En definitiva, el propio ocultismo lleva a la veneración.


(4)   Sagrado: Recurso o sitio que protege de un peligro.


     El contenido de todo este Oráculo es muy propio de su tiempo. Hoy lo aceptaríamos con ciertas matizaciones tales como que todo equilibrio es bueno, incluso entre la guarda de la intimidad y la exteriorización de lo que nos convenga.


     Pero lo que nadie entendería en nuestros tiempos es la preferencia del arcano frente a las cosas claras, la literatura enrevesada e ininteligible (papanatas aparte), por las lecturas a la vez inteligentes y bien compuestas, etc.


     El tiempo de Gracián era un tiempo teocrático y la Iglesia era su mentora (el propio Gracián era un miembro significado de ella). No es extraño, pues, que se aconsejara a las gentes la imitación de Dios que nos tiene en un sinvivir con el misterio de  la vida y de la muerte.


4. El saber y el valor alternan grandeza (1). Porque lo son, hacen inmortales (2): tanto es uno cuanto sabe, y el sabio todo lo puede. Hombre sin noticias, mundo a oscuras. Consejo y fuerzas, ojos y manos, sin valor es estéril la sabiduría (3).


(1) Donde se aprecia grandeza es porque hay sabiduría y valor, o en alternancia, o en simultaneidad. Es natural que Gracián emplee el término valor pensando en  lo militar (no le faltan los ejemplos de César y Alejandro). Hoy lo traduciríamos, sin alterar el fondo dela cuestión, por voluntad.


(2)  Siendo entendimiento y voluntad dos potencias del alma, y por tanto inmortales, hacen inmortales a los hombres que las posean.


(3)  Parece escrito para nuestros tiempos. “Quien tiene la información, tiene el poder”, decimos ahora.

Sin la voluntad de hacer fructificar el conocimiento, éste resulta estéril.


5. Hacer depender (1). No hace el numen el que lo dora , sino el que lo adora (2). El sagaz más quiere necesitados de sí que agradecidos (3). Es robarle a la esperanza cortés fiar del agradecimiento villano, que lo que aquella es memoriosa, es éste de olvidadizo. Más se saca de la dependencia que de la cortesía; vuelve luego las espaldas a la fuente el satisfecho, y la naranja exprimida cae del oro al lodo. Acabada la dependencia acaba la correspondencia, y con ella la estimación. Sea lección, y de prima en experiencia, entretenerla, no satisfacerla, conservando siempre en necesidad de sí aún al coronado patrón; pero no se ha de llegar al exceso de callar para que yerre, ni hacer incurable el daño ajeno por el provecho propio (4).


(1)  Gracián hace un elogio a ultranza de la dependencia. Ni la matización del final lo redime.

La relación de dependencia es algo muy común en el comercio humano y con distintas expresiones lo ha sido en todos los tiempos. A lo mejor resulta que gracias a ella se puede mantener la convivencia en todos los ámbitos. Algo parecido apreció Erasmo en la locura.


El bebé depende de la madre y ésta disfruta con lo que se deriva de esa obligación.


La madre de un hijo subnormal fomenta la dependencia del hijo (que podría compartir con instituciones especializadas) porque así se siente imprescindible y realizada.


Los políticos dependen de los votos del pueblo para seguir comiendo; lo engañan, pero el pueblo se deja engañar a gusto a cambio de que otros se ocupen de los asuntos públicos.


Cuando la mujer no trabajaba fuera de casa y el marido era algo prepotente, hacía que ella dependiera económicamente de él, pero ella a su vez se sentía alagada por los regalos y segura en aquella dependencia.


La contrapartida matrimonial se suele dar en  la dependencia en cuanto al sexo del hombre respecto de la mujer.


También la mujer suele hacer depender al hombre en otras cuestiones, incluso nimias con el fin de hacer notar que tiene la clave de ciertas cosas para que el marido se sienta obligado a ella; y él, por no discutir, acepta la dependencia.


(2)  Los que doran el culto (sus guardianes, los liturgistas) son quienes hacen depender de ellos a los adoradores.


(3)  De otra manera, y bastante cínica, por cierto, lo dijo Benavente en Los intereses creados: “vale más crear intereses que afectos”.


(4)  Continúan los elogios a la dependencia sin reparar en que su mantenimiento es contrario a la naturaleza que preconiza la autonomía en régimen de interdependencia. Sólo fomentando la autonomía responsable se mejoran las personas y por tanto las sociedades: eso es lo que intentan los buenos formadores. Hacerse el imprescindible hoy ya no tiene sentido: “Nadie es imprescindible”, dice la vox populi.


La observación final no cura la maquiavélica miopía graciana. Ahí sólo por necesidad se muestra virtuoso: No se tense demasiado la cuerda de la dependencia no sea que se rompa (cosa que con frecuencia ocurre en los matrimonios).

     


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