RECONSTRUCIONES del Oráculo Manual y Arte de Prudencia


     1.     Todo está ya en su punto (1) y el ser persona en el mayor. Más se requiere hoy para un sabio que antiguamente para siete, y más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos, que por todo un pueblo en los

    pasados. (2)


(1)     Se ha llegado a la perfección. O eso es al menos lo que pensaban los Ingenios de nuestro Siglo de Oro. Pero lo pensaban de forma contradictoria porque junto a esa apreciación, el propio Gracián desgrana en su obra críticas sin cuento a la cansada y sin substancia verbosidad de unos, a los entendimientos confusos de otros, etc.


Esa noción de perfección era sin duda elitista: España estaba en el cénit de su gloria y al borde de su decadencia. Peter habría dicho que habíamos alcanzado nuestro nivel de incopetencia. La élite de referencia era la de los artistas, especialmente pintores y literatos. El ya remacha la idea de que la perfección lograda es suma: no le falta nada, no se puede pedir más.


Lo contradictorio a que antes me refería es una constante en Gracián, y habría que añadir que en todos los conceptistas. Lo primero que me llamó la atención del título Oráculo Manual es que se trata de un oxímoron, una contradicción. El oráculo es una comunicación de los dioses a los hombres, algo sublime. Lo de manual, en cambio, tiene un rango inferior a la condición divina. Hay ahí, pues una discordancia.


Otra hay también en la segunda parte del título Arte de Prudencia. Lo aprendí leyendo a Keneth Krabbenhoft en su Estudio comparativo de Quevedo y Gracián. Lo de arte hace referencia a la artesanía, las manualidades, lo concreto, mientras que la prudencia es una virtud, por tanto, algo abstracto.


Yo traduciría, pues, lo de Oráculo Manual y Arte de Prudencia como Constataciones y consejos prácticos para andar por la vida, ya que no todo son consejos como prueba este primer Oráculo.


(2)  El resto del Oráculo proyecta aquella perfeción global, a las personas, en grado de excelencia. Y lo que se dice para el siglo XVII es válido para nuestros tiempos. Si entonces un sabio valía por siete de los antiguos (la referencia de Gracián a los siete sabios de Grecia es constante), qué diríamos ahora!


Al respecto recuerdo una afirmación de Julián Marías en una conferencia que dio en la Academia de Farmacia: “Hoy en día, cuando dan a alguien el Premio Nobel de Física, Quimica o Medicina, no sabemos por qué se lo han concedido. Y no es eso lo malo: lo peor es que aunque nos lo expliquen, seguimos sin saberlo”.


Otro tanto habría que decir del trato con los hombres como grupo. La historia nos enseña dos cosas: Que con el tiempo los hombres se van haciendo más cultos, y que los hombres incultos son más fáciles de dominar por las élites. Así pues, éstas lo tienen cada vez más difícil. Continuamente han de maquinar nuevos artificios para seguir con el poder. El objetivo de esos artificios es que los hombres sigan siendo “incultos de orden superior”.


Analfabeto era antes el que no sabía leer ni escribir; hoy lo es el que no se maneja en los medios informáticos; mañana lo será el que se maneje con ellos sólo a nivel de usuario.

     

2. Genio e ingenio.(1) Los dos ejes del lucimiento de prendas; el uno sin el otro, felicidad a medias (2); no basta lo entendido, deséase lo genial (3). Infelicidad de necio, errar la vocación en el estado, empleo, región, familiaridad. (4)


(1)  Dos conceptos en oposición. El genio hace referencia a lo genético, los genes, lo perdurable. El ingenio se refiere a cómo se las ingenia, se las arregla cada cual en cada ocasión. “Cómo me las maravillaría yo” que cantaba Lola Flores.


(2)   Son los pilares sobre los que se pueden exhibir todas las cualidades. Lo ideal es que ambos pilares destaquen a igual altura. Yo he tratado con colegas geniales, de clara y rápida inteligencia adornada de profundos conocimientos: para cualquier problema tenían varias soluciones alternativas implementadas con distintos sistemas de ecuaciones diferenciales. Pero que a la hora de poner en práctica todo aquello salían corriendo.


En el Realce I de El Discreto dice Gracián: “la misma especiosidad del genio hace más censurable la falta de ingenio”. Es decir, en el caso que refiero, es más notoria la decepción por lo deficiente del ingenio, dado lo sublime del genio.


(3)    (lo entendido: lo sabio) En esto sí que hemos cambiado desde Gracián. También es cierto que los sabios de entonces poco se parecen a los de ahora. Hoy nadie se preocupa por exigir más a los sabios, ya que no sabemos dónde está la frontera entre sabiduría y genialidad, dado lo que ahora se cuece en las redomas del conocimiento.


Exigimos más en las cuestiones que entendemos o creemos entender. En los toros, pedimos al torero que se acerque más; a los futbolistas, que metan más goles …


La frontera difusa a la que aludo me la describía muy bien mi amigo Federico García Moliner (Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica por su aportación al estudio de la Física del estado sólido). Cuando me enseñaba el Laboratorio Cavendish de Cambridge donde trabajaba, me dijo: “A la vuelta de la esquina puedes tropezar con un Premio Nóbel, pero no creas que a eso se le da demasiada importancia. Aquí se aprecia más ser profesor”.


(4)   La desgracia del necio es que, por no saber medirse en su genio y en su ingenio, se dedique a cosas para las que no sirve, o no está preparado o no apetece, sea cualquiera el ámbito de que se trate.



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