45. Usar, no abusar de las reflejas (1). No se han de afectar, menos dar a entender: toda arte se ha de encubrir, que es sospechosa, y más la de cautela, que es odiosa (2). Úsase mucho el engaño; multiplíquese el recelo, sin darse a conocer, que ocasionaría la desconfianza: mucho desobliga y provoca a la venganza; despierta el mal que no se imaginó (3). La reflexión en el proceder es gran ventaja en el obrar: no hay argumento del discurso (4). La mayor perfección de las acciones está afianzada del señorío con que se ejecutan (5).       


(1) De las segundas intenciones: del modo de proceder doble y solapado, con ocultación maliciosa y cautelosa de los pensamientos.

Hasta aquí, los diccionarios. Por lo que después dice, parece que Gracián no pretende ir tan lejos en maldad.


(2)  Esas segundas intenciones ni se deben notar ni han de dar a entender lo que no son. Se ha de ocultar lo que hay tras ellas para evitar sospechas, sobre todo si hubiere sutileza conducente a engaño, cosa de por sí odiosa.


(3) Admitiendo que muchos pretenden engañarnos, debemos recelar de todo sin que se note demasiado para evitar desconfianza, enojo e incluso venganza o males insospechados.


(4)  No cabe duda de que para actuar adecuadamente es preciso haber preparado bien la acción. En las fábricas ya lo saben: los de Procesos estudian de antemano cómo han de trabajar los de Producción. O lo que a mí  megusta decir: no hay cosa más práctica que una buena teoría.


(5) Pareciera que Gracián está al corriente de nuestra dinámica industrial: Una producción perfecta no se logra sólo con un proceso óptimo: en la ejecución hay que incorporar señorío, Calidad (calidad que también tiene que impregnar al propio proceso, y a todo lo que pasa por las manos o la cabeza del hombre).


46. Corregir su antipatía. Solemos aborrecer de agrado, y aun antes de las previstas prendas. Y tal vez se atreve esta innata vulgarizante aversión a los varones eminentes (1). Corríjala la cordura, que no hay peor descrédito que aborrecer a los mejores; lo que es de ventaja la simpatía con héroes, es de desdoro la antipatía (2).


(1) Resulta frecuente que aborrezcamos a la gente sin cuestionárnoslo y aun antes de conocerla: No sabemos por qué, alguien nos cae mal. Ni los varones eminentes están libres de esta mancha.


(2) Seamos sensatos y corrijamos tal desvío: nos resultará ventajoso ser simpáticos más bien que antipáticos, y sobre todo con los merecedores de crédito.


47. Huir los empeños (1). Es de los primeros asuntos de la prudencia. En las grandes capacidades, siempre hay grandes distancias hasta los últimos trances; hay mucho que andar de un extremo a otro, y ellos siempre se están en el medio de su cordura (2); llegan tarde al rompimiento, que es más fácil hurtarle el cuerpo a la ocasión que salir bien de ella (3). Son tentaciones de juicio, más seguro el huirlas que el vencerlas. Trae un empeño otro mayor, y está muy al canto del despeño (4).

     

Hay hombres ocasionados (5) por genio, y aun por nación, fáciles de meterse en obligaciones, pero el que camina a la luz de la razón siempre va muy sobre el caso; estima por más valor el no empeñarse que el vencer, y ya que haya un necio ocasionado, excusa que con él no sean dos (6).


(1)  Huir del deseo vehemente y alocado de conseguir algo.


(2)  Esto siempre es tenido en cuenta por el hombre prudente. Él sabe que la vehemencia parece acortar distancias, aunque la realidad es bien distinta: largo camino hay desde un deseo hasta su consecución, así que bueno será situarse cuerdamente en semejante trance.


(3)  Se lo piensa mucho antes de romper las hostilidades, pues sabe que es preferible quitarse de en medio (equivalente a hurtar el cuerpo o escurrir el bulto) a correr el riesgo de salir malparado.


(4)  El buen juicio se pone a prueba con estas vehemencias: la victoria sobre ellas se logra huyendo, no luchando. Las vehemencias, las improvisaciones, se suceden unas a otras en alocada busca de una victoria soñada; el sueño sólo conduce al despeñadero. Una vez más, Gracián y sus paranomasias: el empeño y el despeño.


(5) Provocativo, provocador, que le gusta exponerse a peligros, camorrista, pendenciero.


(6)  Por definición, a los camorristas les gusta meterse en líos. Unos lo son de nacimiento y otros por natural inclinación. El juicioso, en cambio, está sobre aviso y prefiere no entrar al trapo. No está dispuesto a aumentar la nómina de los descerebrados.



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