41. Nunca exagerar. Gran asunto de la atención no hablar por superlativos, ya por no exponerse a ofender la verdad, ya por no desdorar la cordura (1). Son, las exageraciones, prodigalidades de la estimación, y dan indicio de la cortedad del conocimiento y del gusto (2). Despierta vivamente a la curiosidad la alabanza, pica el deseo, y después, si no corresponde el valor al aprecio, como de ordinario acontece, revuelve la expectación contra el engaño y despícase en el menosprecio de lo celebrado y del que celebró (3). Anda, pues, el cuerdo muy detenido, y quiere más pecar de corto que de largo. Son raras las eminencias: témplese la estimación. El encarecer es ramo de mentir, y piérdese en ello el crédito de buen gusto, que es grande, y el de entendido, que es mayor (4).

                           

(1) La exageración, tomada en serio, puede ser una forma de mentira, y en todo caso una muestra de mal estilo. Pero tomada a broma es la materia prima generadora del buen humor. A aquel niño sus compañeros le llamaban cabezón pero no podía defenderse de ellos porque huían por callejones muy estrechos.


(2) A eso se llama dar coba, y hay manifestaciones excelsas: ésta es una auténtica. El empleado de la fábrica nos invitó a comer a su casa al Jefe de Personal y a mí. Al llegar vimos la mesa puesta para dos comensales. Nos explicaron que ellos ya habían comido. La mujer nos hizo la visita y durante toda la comida el marido nos tocó el violín.


(3)  Todo esto puede leerse en clave de la moderna propaganda: te pica la curiosidad por un producto muy alabado (de hecho, excesivamente); te acercas a él; ves que te están engañando; te vengas rechazándolo, y transmites el rechazo a tus amigos posibles compradores.


(4)   Tomen buena nota los creativos de las agencias de publicidad.


42. Del natural imperio (1). Es una secreta fuerza de superioridad. No ha de proceder del artificio enfadoso, sino de un imperioso natural. Sujétansele todos sin advertir el cómo, reconociendo el secreto vigor de la connatural autoridad (2). Son estos genios señoriles, reyes por mérito y leones por privilegio innato, que cogen el corazón y aun el discurso a los demás en fe de su respeto (3). Si las otras prendas favorecen, nacieron para primeros mobles políticos, porque ejecutan más con un amago, que otros con una prolijidad (4).


(1)   Señorío, autoridad natural.


(2) Enseguida se le ve el plumero a quien pretende exhibir un señorío de pacotilla o ejercer una autoridad infundada. Ninguno de los que se sienten atraidos por la autoridad natural de quien es un señor, sabría explicar por qué ocurre tal.


(3)   Lo del mérito puede hacer referencia al escalafón, la suerte, las circunstancias, los méritos de guerra, la ley sucesoria, etc. Lo del león, respetado por todos los animales con su propio aval (quia nominor leo), por genética: el león nace león y no comadreja.

Por el respeto que le tienen, y sin aguardar a la confirmación de hechos, se les entrega la gente, de corazón.


(4)  Parece que Gracián tiene en gran estima a los políticos. Para él no basta con aquella autoridad natural: hacen falta otras cualidades. Las refiere en El Héroe: La eminencia del entendimiento y la grandeza del corazón.


De todas formas, yo me voy a  permitir otras interpretaciones de lo del moble (adjetivo en desuso según el DRAE y con significación de movible, móvil).


El político ha de ser el móvil, el motivo que haga que sus seguidores vayan tras él. El líder, en definitiva.


Pero al buen político le conviene mucho ser movible (voluble), pragmático como dicen los que están a su favor, oportunista como opinan sus contrarios.



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