34. Conocer su realce rey: La prenda relevante, cultivando aquélla y ayudando a las demás. Cualquiera hubiera conseguido la eminencia en  algo si hubiera conocido su ventaja. Observe el atributo rey, y cargue la aplicación; en unos excede el juicio, en otros el valor. Violentan los más su minerva, y así, en nada consiguen superioridad: lo que lisonjea presto la pasión, desengaña tarde el tiempo.


     Es fundamental que cada uno conozca sus cualidades; y que de entre ellas distinga la más valiosa. Sobre ella debe concentrarse, pero sin olvidar las otras. Se puede llegar muy lejos aplicándose con dedicación a la cualidad más relevante.

     

Esta dedicación abarca dos campos: el intelectual y el práctico. Si se pasa por alto cualquiera de ellos, pude que no se alcancen los beneficios potenciales que atesora esa cualidad sobresaliente.

     

El problema es que a veces topamos con nuestras propias limitaciones en alguno de aquellos dos campos y nos dejamos llevar por lo engañoso, que el tiempo se encargará de poner en evidencia antes o después.


35. Hacer concepto (1). Y más de lo que importa más. No pensando, se pierden todos los necios: nunca conciben en las cosas la mitad, y, como no perciben el daño o la conveniencia, tampoco aplican la diligencia (2). Hacen algunos mucho caso de lo que importa poco, y poco de lo que mucho, ponderando siempre al revés (3). Muchos, por faltos de sentido, no le pierden (4). Cosas hay que se deberían observar con todo el conato, y conservar en la profundidad de la mente (5). Hace concepto el sabio de todo, aunque con distinción cava donde hay fondo y reparo, y piensa, tal vez, que hay más de lo que piensa; de suerte que llega a la reflexión adonde llegó la aprensión (6).


(1)   Hacerse cargo. Cuando a mi padre le explicaban algo que no se le alcanzaba y llegaba a entenderlo, solía comentar: “ya me hago cargo” (ya lo he entendido). Lo cual es correctísimo según el Diccionario de la RAE.


(2)   Evidentemente, lo más importante debe requerir nuestra mayor atención. Los necios no piensan, no por otra cosa, sino simplemente porque lo son. No se les alcanzan las consecuencias de actuar o inhibirse, se limitan a sufrirlas.


(3)   Esos mismos necios no distinguen lo importante de lo trivial, lo confunden todo o lo toman al revés.


(4)   Esto recuerda este chiste de humor negro: aquel que sufrió un grave accidente y se quedó medio lelo; con lo cual ganó un 50%.


(5)   Hay cosas a las que especialmente se debería dedicar todo el esfuerzo posible a fin de retenerlas en la mente a buen recaudo de olvidos para beneficio nuestro en situaciones futuras.


(6)   Al sabio le interesa profundizar en todo, particularmente en lo más profundo o más oculto. Siempre intuye que puede haber más de lo que piensa, de manera que es la propia intuición la que le conduce a la reflexión.


36. Tener tanteada su fortuna. Para el proceder, para el empeñarse, importa más que la observación del temperamento, que si es necio el que ha cuarenta años, llama a Hipócrates para la salud, más el que a Séneca para la cordura. Gran arte saberla regir, ya esperándola, que también cabe la espera en ella, ya lográndola, que tiene vez y contingente, si bien no se la puede coger al tenor, ¡tan anómalo es su proceder! El que la observó favorable, prosiga con despejo, que suele apasionarse con los osados (1), y aun como bizarra, por los jóvenes. No obre el que es infeliz, retírese, ni le dé lugar de dos infelicidades. Adelante el que le predomina (2).


Resulta curioso ver cómo un señor tan serio como Gracián se toma tan gravemente a la suerte, y no a la manera matemática de lo estocástico, sino a la común. Tal vez tenga razón, quien sabe! La fortuna es tan inescrutable!

     

Leyendo el Primor X de El Héroe, se ve que en Gracián late una mezcla de la católica Providencia divina y de algo póximo a la lectura de las entrañas de las aves de los arúspices romanos.

     

Justifica copiar a Horacio cuando decía: “Tu no hagas ni digas cosa alguna teniendo a la fortuna por contraria”.


(1)  Me lo dijo mi dentista en una ocasión: “Audaces fortuna juvat” (Virgilio, Eneida). Debió querer darme a entender que la extracción iba a ser un éxito, dado lo echao pa´lante que me veía.


(2)   Con todo esto a la vista, los futbolistas que siempre han perdido con el equipo contrario de turno, mejor será que se queden en el vestuario, sobre todo si, además, están pasando una mala racha. Hay, sin embargo dos razones para hacer lo contrario. Una, según dicen cuando los entrevistan, que alguna vez se ha de cambiar la estadística. La otra es que la Federación no se lo permite.


37. Conocer y saber usar de las varillas. En el punto más sutil del humano trato. Arrójanse para tentativa de los ánimos, y hácese con ellas la más disimulada y penetrante tienta del corazón (1).

     Otras hay maliciosas, arrojadizas, tocadas de la hierba de la envidia, untadas del veneno de la pasión, rayos imperceptibles para derribar de la gracia y de la estimación (2).

     Cayeron muchos de la privanza superior e inferior, heridos de un leve dicho de estos, a quienes toda una conjuración de murmuración vulgar y malevolencia singular no fueron bastantes a causar la más leve trepidación (3).

     Obran otras al contrario, por favorables, apoyando y confirmando en la reputación. Pero con la misma destreza con que las arroja la intención, las ha de recibir la cautela y esperarlas la atención, `porque está librada la defensa en el conocer, y queda siempre frustado el tiro prevenido (4).


(1) Equivalentes actuales: Tirar los tejos a alguien. Soltar globos-sonda. Mentiras para sacar verdad. Preguntas orientadas a una respuesta. Silencios con idéntica orientación …


(2)  Las varillas (formas de insinuación) anteriores suelen ser benévolas o cuando más, para beneficio de terceros. Estas otras están diseñadas sólo para dañar.


(3)  Las últimas pueden ser tan dañinas que con su leve guiño llegan a conseguir la caida en desgracia de grandes y honrados personajes con quienes no pudieron ni las más severas conjuraciones.


(4) Resumiendo: las (1) son néutras, las (2) negativas, y estas (4) positivas. No por serlo han de acogerse con simple complacencia porque pueden estar envueltas de halago interesado. Lo mejor es recibirlas con prevención y cautela.



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