24. Templar la imaginación. Unas veces corrigiéndola, otras ayudándola, que es el todo para la felicidad, y aun ajusta la cordura (1). Da en tirana: ni se contenta con la especulación, sino que obra, y aun suele señorearse de la vida, haciéndola gustosa o pesada, según la necesidad en que da, porque hace descontentos o satisfechos de sí mismos (2). Representa a unos continuamente penas, hecha verdugo casero de necios; propone a otros felicidades y aventuras con alegre desvanecimiento (3). Todo esto puede, si no la enfrena la prudentísima sindéresis (4).


(1)  Aquí propone Gracián una especie de cuadratura del círculo. Nada menos que ajustar imaginación y cordura. Cuando se hacen ejercicios de creatividad para estimular el surgimiento de ideas, lo primero que se pide es hacer volar la imaginación sin freno, sin ajustarse a nada. Claro, esto es la estrategia de un proceso muy estudiado, muy racional.


(2) Cuando esa imaginación en estado puro se da de forma natural, sin freno, es cuando puede llegar a ser problemática porque oscurece el buen juicio. De joven, tenía yo un amigo muy imaginativo, mudable e inconstante, que me hacía esta confidencia: Si me pudiera operar de imaginación … Su imaginación le tiranizaba. Sé que al correr del tiempo su vida ha sido problemática.


(3)   Sin llegar a la frontera de la locura, como puede ocurrir (Locos egregios, de Vallejo Nájera: Maquiavello, Caravaggio, Mozart, Goya, Schuman, Van Gogh …), la imaginación puede inventar enfermedades a los hipocondriacos (ver Molière) o procurar felicidades sin cuento a los fanáticos del cuento de la lechera (Samaniego).


(4)   A tales extremos se puede llegar si no se se ejerce la discreción, la capacidad natural para juzgar rectamente.


25. Buen entendedor (1). Arte era de artes saber discurrir: ya no basta, menester es adivinar, y más en desengaños (2).

No puede ser entendido el que no fuere buen entendedor (3). Hay zahoríes del corazón y linces de las intenciones. Las verdades que  más nos importan vienen siempre a medio decir; recíbanse del atento a todo entender (4); en lo favorable, tirante la rienda a la credulidad; en lo odioso, picarla (5).


(1)  Al buen entendedor, con pocas palabras basta. A este lema se aferra siempre Gracián. Y las pocas palabras, a poder ser, crípticas. Escribe para entendidos, es decir, para sabios.


(2) Me lo comentaba hace poco un eminente Ingeniero de Telecomunicación. “Para moverse por INTERNET no basta con ser un buen navegante: Hay que ser adivino”. No es suficiente haber hecho una carrera que te ha ejercitado en el arte de discurrir. Hay que moverse con la vara del zahorí o blandiendo el machete para abrirse camino en la selva de anuncios, enunciados incomprensibles, proposiciones mal traducidas, ordenamientos ilógicos, redundancias desorientadoras, sintaxis sin pies ni cabeza y cien achaques más. Parece que a los diseñadores de los sitios de INTERNET, siguiendo a su maestro Macluhan, sólo les interesa el medio en sí y no que el navegante se desengañe, es decir, que no se engañe en su busca de la verdad que en esa ocasión le interesa.


(3)  Pero no hay que desfallecer. Para seguir siendo sabio, es decir, para serlo cada vez más -el sabio de mañana ha de saber más que el de ayer-, hay que esforzarse en seguir entendiendo, aunque nos cueste.


(4)  Ésta es otra cuestión. Aquí topamos con los intuitivos. Los que no marran al traducir el no de una mujer por un si o por un sí pero. El listo es capaz de leer entre líneas sin equivocarse. Le lleva mucha ventaja al torpe, porque todo lo que importa, por elemental que parezca, está en clave, de símbolos o de palabras.


(5) Si lo que creemos entender nos favorece, desconfiemos: Siempre hay halagadores interesados. Y si no nos favorece, seguramente no lo hemos entendido rectamente (no estamos dispuestos a asimilar lo que no nos gusta), así que deberemos profundizar en ello.


26. Hallarle su torcedor (1) a cada uno. Es el arte de mover voluntades. Más consiste en destreza que en resolución: un saber por dónde se le ha de entrar a cada uno. No hay voluntad sin especial afición, y diferentes según la variedad de los gustos. Todos son idólotras, unos de la estimación, otros del interés y los más del deleite (2). La maña está en conocer estos ídolos para el motivar, conociéndole a cada uno su eficaz impulso: es como tener la llave del querer ajeno. Hase de ir al primer móvil, que no siempre es el supremo; las más veces es el ínfimo, porque son más en el mundo los desordenados que los subordinados. Hásele de prevenir el genio, primero, tocarle el verbo, después cargar con la afición, que infaliblemente dará mate al albedrío  (3).


(1) Punto flaco: Se trata de encontrar la puerta más vulnerable en la muralla que proteje a cada cual, para rendir la fortaleza.


(2)  Se trata de un ejercicio de destreza que, curiosamente equivale a tener mano izquierda. En esta cuestión se dan la mano ambas manos desafiando al catálogo de significados antagónicos que el diccionario aplica a los conceptos diestro y siniestro.      Todo el mundo se comporta según su afición predominante, siendo la búsqueda del placer la que predomina sobre las demás.


(3) Podría parecer que todo esto lo escribió Gracián para el manual de manipulación sicológica de la publicidad. Pues no. Se quedó muy corto. La propaganda actual en lugar de irse al primer móvil de la gente, lo que hace antes que nada es convertirla en llevadiza a límites insospechados. Luego, no es que descubra cuales son sus ídolos: es que se los da ya hechos para evitar el trabajo de crearlos, y si los tenía, se los destruye a fin de que pueda recibir con deleite los nuevos. El final es idéntico: doblegar la voluntad para eliminar la libertad.



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