19. No entrar con sobrada expectación. Ordinario desaire de todo lo muy celebrado antes, no llegar después al exceso de lo concebido (1). Nunca lo verdadero pudo alcanzar a lo imaginado, porque el fingirse las perfecciones es fácil, y muy dificultoso el conseguirlas (2). Cásase la imaginación con el deseo, y concibe siempre mucho más de lo que las cosas son (3). Por grandes que sean las excelencias, no bastan a satisfacer el concepto, y como le hallan engañado con la exorbitante expectación, más presto le desengañan que le admiran. (4)

     

La esperanza es gran falsificadora de la verdad; corríjala la cordura, procurando que sea superior la fruición al deseo (5). Unos principios de crédito sirven de despertar la curiosidad, no de empeñar el objeto (6). Mejor sale cuando la realidad excede al concepto y es más de lo que se creyó (7). Faltará esta regla en lo malo, pues le ayuda la misma exageración; desmiéntela con aplauso, y aún llega a parecer tolerable lo que se temió extremo de ruin (8).


(1)  No se debe sembrar excesivas esperanzas de conseguir algo, porque si el logro no es redondo, el desaire y la desilusión son mayúsculos.

     

Un Directivo siempre decía que los objetivos eran para dos cosas: para cumplirlos y para no cumplirlos. Es decir, el buen planteamiento de unos objetivos debe contemplar la posibilidad de que no se puedan cumplir si se dan ciertos imponderables, y que por ello no se hunda el mundo.


(2)  Algunos ejemplos: Los políticos que prometen lo que es evidente que no van a poder cumplir. Los vendedores que ofrecen maravillas que después de compradas merman mucho. La propaganda de letra pequeña e imagen rápida que se traduce en cosas que bien poco tienen que ver con lo ofrecido tan fugazmente, etc.


(3)   Esto lo expresamos nosotros con una frase “Eso es confundir la realidad con el deseo”. Los ingleses, más lacónicos lo dicen con un substantivo adjetivado: “eso es un wishfull thinking” (un pensamiento preñado de deseos).

     

Pero ello no quita valor a la utopía. Ésta es algo así como poner el listón muy alto para conseguir la superación de un escalón algo más bajo. Cuando los nadadores se entrenan suelen ponerse un cinturón de plomo a sabiendas que con ello no van a batir records; pero saben que cuando se lo quiten en la competición van a llegar más ligeros a la meta.

     

Es como el del chiste que caminaba por el desierto con un yunque al hombro y se encuentra a otro que le pregunta por aquella rareza: me sirve, contestó, para quitármelo de encima y correr ligero cuando viene un león a por mí.


(4)  Que nadie confíe en que sus excelentes resultados le van a brindar la admiración de los demás. Estos siempre habrán imaginado un resultado de mayor alcance o de mejor calidad o de otra naturaleza, etc. y quedarán defraudados en mayor o menor medida.

     

Es cierto, por otra parte, que con la costumbre de que todo el mundo exagera cuando ofrece algo, nos  hemos habituado a convivir con la mentira y descontamos el mensaje por lo que merme.


(5)  La esperanza es lo último que se pierde. Incluso la esperanza de conseguir la verdad. A sabiendas de que no daremos con la verdad absoluta.

     

Por eso es de cuerdos conformarse con algo menos. Vale más el gozo por lo que se alcanza que el enojo por no haber logrado lo sublime.


(6)  Unos objetivos razonables despiertan interés pero no dan garantía de que vayan a cumplirse.


(7)   La fortuna es capaz de ir en contra de un objetivo, pero si hay buena suerte la realidad final puede superarlo con la consiguiente admiración y contento de unos y otros.


(8) Hay objetivos peligrosos o arriesgados, con escasa probabilidad de éxito. Casi se da por descontado su fracaso, de manera que si se cumplen, aunque sea en una mínima parte, se tolera y aún se aplaude el resultado.


20. Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos (1). No todos tuvieron el que merecían, y muchos, aunque le tuvieron, no acertaron a lograrle. Fueron algunos dignos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso (2). Pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán (3).


(1)   Un sujeto eminentemente raro es el que se sale de la media de su tiempo. Como esa media varía de un tiempo a otro, aquellos sujetos también variarán, así que el raro eminente queda ligado a su tiempo.


(2) Otra cosa es analizar en qué pueda consistir ese salirse de la media. Simplificando, pensemos que la media esté hecha de cantidades (porque sea ese concepto el predominante), pero que el eminente descuelle no en cantidad (en que sepa muchísimo de algo), sino en calidad: sabe de algo que él ha intuido y que por tanto es desconocido para el resto. Es bastante probable que nuestro eminente no será apreciado por sus coetáneos.

     

Parecería que ese tal estaría más adecuadamente situado en otro siglo en el que ideas como la suya fueran corrientes, aunque la suya, incluso sobresaliera de ellas. Entonces sí sería apreciado.


(3)  Estamos acostumbrados a que cada semana haya un cantante de éxito, lo cual no indica que se trate de un cantante que vaya a perdurar. Un éxito tapa a otro y al final del año lo que queda es un amontonamiento informe de éxitos en el que ninguno destaca. Sin embargo, si de entre todos ellos hubiera uno realmente meritorio, ése se salvará del castigo del tiempo y en algún momento futuro será reconocida y alabada su valía.



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