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FILOSOFIA


Título:  FILOSOFÍA, DIOS, LA VIDA (escrito en 2020)

Autor: Pelayo del Riego.

Edita: Biblioteca Tradicionalista (EBOOK, 26 páginas).


El libro es un ensayo apologético del catolicismo, muy bien hilvanado y, según lo veo, un tanto distante de lo que yo tenía como habitual, cosa que choca con el clásico tradicionalismo. Empieza elogiando al recién fallecido filósofo Gustavo Bueno; esto resulta fácil y coherente dada la naturaleza del elogiado: se metía en todos los charcos habidos y por haber y, por tanto, recibía elogios y vituperios a partes iguales. Como a mí la filosofía no se me alcanza, me voy a fijar en lo demás.


<Hay algo que me sorprendía y era lo que decía (Gustavo Bueno) sobre la existencia de Dios, que no solo negaba, sin remisión y era muy libre de hacerlo, sino que le negaba la posibilidad de existir. En eso, más que materialista, se mostraba absolutista y arbitrario. No olvidemos que él mismo se decía ateo católico. Es justo la tesis contraria a Santo Tomás de Aquino que afirmaba que lo único que Dios no podía hacer era dejar de serlo.>


Yo, que soy muy elemental, me conformo con la tesis de William Paley, la de que si el reloj necesita un relojero que lo idee y lo construya, igual ocurrirá con el universo, tan complicado como es: necesita a Dios para ser creado. Uno se pregunta ¿Y a Dios, quien lo ha creado? Porque ¡hay que ver lo complicado que tiene que ser Dios! Entonces Santo Tomás responde: “Es que el universo es una cosa contingente (que podría no existir) y Dios, en cambio, es un ser necesario (que no puede dejar de existir, que es eterno)”.


De momento, yo viajaba en un tren por la tarde …


Lo que no sabemos es si esto último se le ha ocurrido a santo Tomas, o se lo ha dicho Dios, porque hay teólogos que han tomado clases particulares con el Divino Relojero, como Moisés y los de nuestra naturaleza caída, san Lucas, Pascal …

ATARDECER EN EL TREN


Al correr de los postes, la noticia

se coló por los ojos del viajero:

Sentado estoy, bebiéndome el primero

la poca luz que queda y beneficia.


Pues beneficio y arte es la pericia

de hacernos maravillas en febrero,

cuando avisa el Divino Relojero

que el grandioso espectáculo se inicia.


Los árboles de invierno se  me antojan

radiografías que la tarde airea,

y las besanas, negras, acongojan


al mismísimo sol que redondea,

colorado, en rastrojos que despojan

dos bandadas de cuervos en pelea.



<Se habla de la apuesta de Pascal en un tiempo interesado en el estudio del juego de  las probabilidades. Según ésta, la fe en Dios no solo es acertada, sino también racional, porque: “Si ganan, lo ganan todo y si pierden, no pierden nada”. Este sabio y científico del XVII, que tuvo la gracia de experimentar una profunda experiencia religiosa y su conversión –su metanoia- abriéndose a la religión y a la teología, cifraba la veracidad reveladora de la Biblia en el estricto cumplimiento de todas las profecías vertidas en ella, sin excepción.>


Ya dije en otro sitio que a mí, de Pascal, me interesaba más su triángulo que sus pensamientos. Eso de ganarlo todo y no perder nada me recuerda a Mingote recomendando a su candidato Gundisalvo en las primeras elecciones cuando La Transicion y la sopa de letras en que se movían los muchísimos y novedosos partidos. El lema del candidato ese era: “Vote a Gundisalvo. ¡A usted qué más le da!”


A Moisés y demás teólogos de nuestra Naturaleza Caída les debemos el conocimiento de que como ahora estamos en situación decadente, ello quiere decir que lo estamos porque hemos caído de alguna situación anterior que, por supuesto, tenía que ser mucho más alta, mejor que la actual. No sé si no nos habremos caído de un guindo.



El hecho es que, como ahora tenemos que sudar desde nuestra frente el salario mínimo interprofesional, que las mujeres paran con dolor y que hemos de morir, ello quiere decir que antes no ocurría nada eso, vivíamos eternamente sin dolores, sin dar golpe y, sobre todo no nos moríamos.


Este razonamiento que compara lo que hay ahora y lo que había antes, me recuerda a los arqueólogos egipcios que como en sus excavaciones no encontraron hilos de cobre llegaron a la conclusión de que sus antepasados utilizaban la telegrafía sin hilos.


Total, habrá que agradecer a Adán su pecado ya que si no fuera por él, los de Atapuerca seguirían hoy en su residencia de mayores comentando que ¡hay que ver cuántos somos; si es que no vamos a caber tantos en la tierra!


Hay que tener mucho cuidado con los teólogos. Razón tenía Juan XXIII cuando decía: "Siempre que veo á un teólogo es un poco como un enemigo".


<Mis convicciones religiosas, parten de la desconfianza abierta y declarada de San Pablo –el fariseo perseguidor de cristianos y frío asistente al martirio de san Esteban, al que veo fumándose una Faria- que, durante bastantes años, desde el descabalgamiento forzoso, investigó exhaustivamente la resurrección de Cristo entre los testigos y apóstoles supervivientes y dejó dicho, bien patentemente, que si no era cierta su resurrección estábamos haciendo el canelo y luego –convencido de la verdad de su resurrección, seguro de ello- se fue a dar la cara y a morir a Roma, martirizado, poniendo su cuello a merced del sayón, sin ningún resquemor.>


A mí, lo que me sorprende de san Pablo es su entusiasmo por la resurrección de Cristo, que, efectivamente, debió ser un acontecimiento fantástico, pero no sé si más o menos fabuloso que su ascensión a los cielos, del que no se hace eco. Es claro que en aquellos tiempos los milagros abundaban mucho (hay que ver los que hacía san Pedro en Roma –Hechos de los Apóstoles 5, 1-11-).


De entre los evangelistas, prácticamente el único que da noticia de la Ascensión, es san Lucas (el mentor de san Pablo) y, por si no quedaba claro el relato, lo completa en los Hechos de los Apóstoles 1, 9-12 (de los que también es autor) añadiendo dos varones vestidos de blanco que dan más detalles. Deberían de ser ángeles de esos que el Divino Relojero usaba entonces para llevar recados a los hombres (los apóstoles) o a las mujeres (su propia Madre).