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EN DEFENSA DE LA eÑe




     Hubo un catalán llamado Josep Maria Albaigès i Olivart (JMAiO) que ya desde pequeño se                  en hacerle la vida imposible a la eÑe.

     Ustedes disculpen, que me estoy adelantando a los acontecimientos. ¿Pero cómo no voy a defender la Ñ, mi letra favorita del abecedario español, mi compañera de fatigas de cuando menos 82 años, la letra de familia de mi padre, de mi abuelo Juan, de mi bisabuelo Tiburcio, de mis hermanos, hijos, nietos, primos y sobrinos?

     Ese catalán, que debe de ser muy amante de sus tradiciones y sentimientos, no sabe lo que dice! Eso de definir a mi eÑe como n tildada, es decir, motejada de llevar a cuestas una nota denigrativa (DRAE), no se lo consiento a ese catalán ni a quien piense como él.











     





          




La letra eÑe es mucho más que una letra y si algún catalán lo duda póngase en contacto con Don Quijote: le resultará fácil porque debe seguir por Barcelona después de haber pasado su aventura con la DueÑa dolorida en el castillo del Duque. Y si no le conviene, échese a dormir, que a lo mejor sueÑa con Calderón y el famoso soliloquio de su Segismundo: ¡En treinta versos memorables, quince eÑes!

     La letra eÑe es, además de letra, una interjección, ¡coÑo! (para no hablar de lo que puedan pensar los de LogroÑo, caramba!). Y es, sobre todo un dieléctrico como muy bien ha apreciado el Instituto Cervantes al poner la tilde atlántica de la eÑe entre las placas del condensador eléctrico hispano – americano.

     Y ya que hablo de los que hablan como nosotros los españoles, les diré que he recogido el sentir unánime de los quinientos millones que quieren seguir valorando nuestra lengua como algo bien vivo. En ese sentido ya he propuesto a la Real Academia, con la complicidad de mis amigos de allí, que me aseguran su pronta incorporación, de este sin igual avance léxico:

“Cuando la eÑe preceda a una vocal acentuada, su tilde, en solidaridad con el acento, en vez de colocarse horizontalmente, se pondrá en posición vertical”.



Jesús de la PeÑa Hernández