Estás en: Dionisio Ridruejo y Soria

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


                                                                                                                    Pgs.  1    2    3    4    5    6  


Hasta aquí, lo dibujante que era D. R. Pero veamos su faceta de pintor. Copio textualmente lo que su editor Manuel A. Penella dice en la introducción de su obra:


"En junio de 1977 fue posible contemplar, en la Sala Noble de la Biblioteca Nacional de Madrid, una importante muestra de sus pinturas, dibujos y collages. Debe recordarse su fino sentido del color, sobre todo en los paisajes, y el equilibrio de las composiciones, aun de las más imaginativas. D. R. tenía ojo de pintor, dato que guarda relación con el hecho de que muchos de sus poemas sean la transcripción poética de instantes visuales".


Y yo añado, no mera transcripción literaria: es que explícita el color que hay que poner en cada lugar del verso. Luego veremos algún ejemplo. De momento, sigamos contemplando su habitación y su alimento, el color:


            ... Dicho sea

            que mis vagos paseos se han saldado

            con un búho en papel, adoctorado,

            que con la sombra es Unamuno a rizos

            y unas láminas gayas: de Picasso,

            Miró, Kandinsky, Klee y, para el muro

            que da encima del sueño,

            un Chagal entre flores con Paolo

            y Francesca volando como niños.

            La austeridad es buena pero tengo

            la costumbre sensual y decorada.

            El color me sostiene. ...


Siempre estuvo a bien D. R. con los pintores, y a mal con sus consecuencias. Con Picasso, por razones políticas y con Dalí, hay que suponer que por cuestiones morales, pues el pintor se llevaba muy bien con Franco aunque no tanto con la Iglesia. Por cierto que, en la edición de D. R. para Clásicos Castalia se inserta un dibujo de nuestro poeta, muy picassiano y con firme y excelente trazo.


Pero dejemos lo pintoresco porque en D. R. anida lo machadiano profundo, aquello de ¿Cuál es la utilidad de nuestras utilidades? En su poema M leemos:


            ... Sufrimos medio mundo

            en amargura de pobreza. El otro

            en plenitud de superficie. Todo

            hay que pensarlo una vez más. Lo mismo

            en el desierto atroz que en los jardines

            el hombre es la pregunta ¿qué esperamos?


A casi 5 años de su muerte, la acepta con filosofía descriptiva en su poema ¡Bah!


            No tardaré en morir, me dicen, sierpes

            cansadas, mis arterias.

            Lo extraño es que el corazón dé abriles

            con tan desalentadas jardineras.


(murió del corazón)


Seguimos con su libro Casi en prosa, pero ahora ya con los Cuadernos de Austin a fin de extraer unas últimas pinceladas para pensar o entretener. En el poema Hospitalidad argumenta sobre la ternura de los niños como pretexto del encadenamiento de la creación:


            Es necesario que haya niños. Nadie

            sabe por qué ...

            ... son la forma

            más desasida y pura que conoce

            el corazón abierto. Los amamos.

            Son toda nuestra luz y el argumento

            de nuestro sin por qué. ...

            Es necesario que nos resuciten,

            nos usen como fuentes que no buscan

            ningún retorno y se conforman dando

            de ser a ser. Los niños; su cabeza

            frágil, sedosa, con calor de pluma

            de pichón sorprendido y sus facciones

            donde aún es todo porvenir y gracia.


El poema Texas nos deja esta humorística descripción de los campos petrolíferos tejanos donde el crudo se saca con el esfuerzo del clásico balancín excéntrico:


            ... Hay otros

            animales de hierro

            que pastan lo enterrado

            cabeceando a rueda.


Y abandona Austin con este final de Fin de curso que es, una vez más tan machadiano como el olmo seco. Una despedida de profesor que deja una siembra de esperanza. Consta que sus alumnos le querían:


            En campo de palabras dejo sembrado un sueño.

            Adiós. Me voy conmigo

            a la nieve futura

            que acaso siempre esperará un rebrote

            de flor inverosímil.


El ejemplo de colorido al que antes me refería es el siguiente. Está tomado del día Uno de febrero tal como se contiene en Diario de una tregua. Colorido y dibujo:


            Cuántas veces leído, recitado hacia adentro para aprender a sentir.

            Cierro los ojos. El hombre solo camina por el campo continuo:

            ocre, amarillo, rosa. La lejanía es una sombra violeta donde

            viven, pensados, unos montes de piedra. Más cerca hay manchas

            verdes de pinar que no se funden: cada árbol redondea, concreto,

            el dibujo de su copa.


Y más Soria, y más paisaje y color. Todo el Diario es como una exposición de cuadros que hubiera compuesto Mussorgsky para D. R.


            Vengo de las tierras altas; de lo más áspero y desnudo de la meseta.

            Los paisajes de mi infancia son aquellos campos "que tienen

            alma", aquel páramo de Villaciervos cuyas formas y colores -casi

            ni lo uno ni lo otro- surgen de lo hondo de mi imaginación

            cuando cierro los ojos. Y aquellos pinares altos y espesos -con

            helechos, con rocas musgosas, con fuentes que saben a hierro,

            con burlonas ardillas- de San Leonardo a Vinuesa, por los que

            siendo aún muy niño y al caer la noche he pasado temblando y

            cantando, escapado de casa, montado sobre una yegua con los

            serones colmados de hogazas de pan. Y los picos -gris y

            violeta- de Urbión. Y el gran cabezo mondo del Moncayo corcovado.




ANTERIOR                                                                                                                   SIGUIENTE

PAG. 5 / 6