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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Pgs. 1    2    3    4    5    6    

                         

                           66 A mí, personalmente, las cosas finas me gustan. Me gustan, sobre todo, cuando son cosas de

                           minorías. Cuando se imponen, se vuelven, a menudo diabólicas, se deshumanizan.


72 [hablaba de Santiago Rusiñol] No está dicho, por ejemplo, que Rusiñol tenga la partida completamente perdida. Escritor relajado y adormecido, desordenado y caótico, partidario del salga lo que salga, sonámbulo de la pluma, que no resistiría ni un corte de pelo, tiene, sin embargo, a su favor, la creación de la figura del señor Esteve.

A mí me gustó L´auca del señor Esteve cuando la vi hace muchos años en el teatro Infanta Isabel de la calle Barquillo, en Madrid.

¿Por qué escribo estos juicios literarios?¿Con qué derecho escribo yo juicios literarios, yo, que no sé ni pizca de nada?


79 En Palafrugell, el alcohol me hace cambiar de vida. En Barcelona me levanto pronto para ir a la universidad. Llegar aquí y levantarme a las doce en punto es indefectible.

A veces siento que no seré nunca hombre de mañanas. Cada día mi curiosidad es más pequeña a esas horas del día … Es posible que me levante tarde toda la vida por delicadeza, para no molestar a la gente.

(Al leer este último párrafo veo que es un producto más bien de la astucia dialéctica que de la objetividad y de la razón. Lo que he escrito es contrario a la realidad objetiva …)


81 El paso por la tierra de una infinidad de generaciones de payeses oscuros puede dar, como resultado, la presencia de un hombre -en este caso yo concretamente- que no solamente no sirve para nada preciso, sino que sufre todas las penas del mundo cuando tiene que escribir una de estas cosas llamadas una gacetilla.


Podría seguir así pero voy a terminar haciendo una doble recomendación.

La primera ocupa desde la pág. 141 a la 158 dentro de lo escrito el 23 de agosto de 1918. El autor le da el título de Escenas de un primer amor (el de Conchita y Martín). Para mí, es un alarde de penetración psicológica, sencillez, eficacia y buen escribir.


La otra se incluye en el 14 de septiembre de 1918 (págs. 177 a 203). Realmente abarca varios días, porque hubo dos en que no escribió; eso justifica su extensión.

Y yo me justifico de esta elección porque, después de haber terminado el libro y olvidado muchas  de sus cosas, recuerdo vivamente esta historia, cosa con la que coincido con J. Pla: es una muestra sin igual de la bonhomía de nuestro autor. Llega a decir él en algún lugar del libro, que a esta secuencia la libraría de la papelera.


Por lo demás, sólo me queda ya invitar a la lectura del excelente prólogo de Carmen Rigalt. En él verán cómo ella aprecia la habilidad adjetivatoria que se despliega a lo largo de todo el libro.


Decía Juan de Mairena a sus alumnos (nos decía A. Machado) que con el adjetivo hay que tener mucho cuidado para no caer en el retorcimiento alambicado y huero del Barroco literario. Veamos los dos extremos: Homero calificaba una nave de hueca. Con ello la define. Es más, al final produce una redundancia: para que flote la nave debe ser hueca, no hace falta decirlo. En el caso extremo, si la madera pura y dura flota, es porque está hueca (porque tiene un peso específico inferior al del agua). Sería excesivo, de todas maneras, decir que un tronco de árbol (o incluso una balsa) es una nave, Para aprovechar bien el Principio de Arquímedes, mejor será construir la nave hueca utilizando madera, plástico o chapa de acero o aluminio.


Veamos a Góngora en el otro extremo:

Crestadas aves [las gallinas] / cuyo lascivo esposo vigilante [el gallo]  / doméstico [al corral] es del sol nuncio canoro [anuncia con su canto la salida del sol].


En el término medio yo situaría a nuestro autor. Su puesta en escena de muchos adjetivos no es otra cosa que ejercer la matización, siempre útil y enriquecedora. Hay que pensar que, hasta hace nada, hablábamos de los siete colores: hoy, con Photoshop tenemos nada menos que miles de millones de colores. Y nos viene la mar de bien.


Pero hay más. J. Pla además de adjetivar, verbaliza. Fíjense en lo que dice el 19 de octubre de 1919 (pág. 562) a propósito de estudiar:

Estudiar no solamente quiere decir leer y repetir. Estudiar quiere decir leer y además reflexionar, relacionar, integrar, detallar, aclarar, absorber, rechazar, decidir, saber lo que tiene importancia y lo que no la tiene … es hacer funcionar el espíritu. Estudiar es una forma del amor, de la sensualidad: la caricia mental más fina y delicada que el espíritu puede producir.