Montañas del Canigó

frescas son y regaladas

sobre todo en el estío

en que el agua baja helada.


Aunque el Canigó es puro Pirineo francés, sus frescas aguas son ampurdanesas y bajan hasta la Costa Brava. Allí, en Calella de Palafrugell pasé parte del mes de julio de 1953, con prácticamente los mismos años que tenía J. Pla cuando escribió, 35 años antes, este Cuaderno gris. De mi estancia recuerdo con agrado el paseo en barco que nos dimos desde Calella (tal vez desde Llafanc que es donde hay un pequeño puerto; de pescadores, en tiempo de J. Pla) pasando bajo el faro de san Sebastián, Tamariu, Aiguaxellida, Aiguablava y dando la vuelta a la altura del cabo de Bagur. No llegamos a la próxima Aigufreda.


Total, las aguas frías e incluso gélidas de la bella canción de coro antes de encontrarse con las bravas del mar. De lugares así habla J. Pla cuando se entretiene en su excursión divagatoria y gerundense a la vez que nocturna, esperando el exprés hacia Barcelona. -“dicen que Girona es una ciudad levítica”, dice a su vez nuestro autor- Y sigue:


… Había una pensión en la cual había vivido [ J. Pla] en la época del servicio militar -con otros soldados de Palafrugell-. Fue en aquella pensión donde uno de aquellos chicos -que había ido al pueblo sin permiso- me dijo que Hermós había matado a su gato de un escopetazo, enloquecido porque se le había comido un dentón que había pescado … Hermós había tenido un gran disgusto porque había decidido regalar el pescado, que pesaba más de tres kilos a doña Rosa Barris y quedar bien. Realmente era un poco extraño que Hermós, tan razonable a pesar del aspecto feroz que tenía, conviviese en Aigua-Xellida con aquel gato insaciable, seco, afilado, negro y fosforescente.


Pues con ese solitario y viejo pescador Hermós vemos dialogar a nuestro autor más de una vez. Y no se pierdan los adjetivos con que adorna al gato de su vecino: lo conocía bien.


23 de agosto (1919) –Me voy a Barcelona. Cojo el tren pequeño en la estación de Palafrugell … después de la subida a Terranegra, el tren baja hacia Flaçà dando tumbos entre un estruendo desaforado de madera, cristales y hierros. A veces la máquina da un silbido de aspecto glorioso, que aún atolondra más a la gente. Los pasajeros son proyectados de un lado o de otro, a menudo el uno sobre el otro, según los acontecimientos de la vía y de la tracción. En el banco enfrente de mí, hay un payés alto, seco, flaco, sudado, endomingado y palurdo [¡ojo al adjetivo!]. Proyectado sobre una señora que está sentada a su lado -una señora apuesta, estática, vestida con tres sotabarbas, con un peinado hinchado pero erecto- Oigo que dice:

-¡Hay que sufrir, señora!

-¡Y qué vamos a hacer! … ¡Hacerse peinar para luego encontrarse en estas miserias! -dice la señora con una cara agria y ensombrecida-.


Con el permiso de J. Pla me voy a permitir aclarar estas miserias. Porque son unas miserias de pura venganza. De desquite, podríamos decir también en tono menor. He aquí mi complemento a lo que tan bien nos cuenta nuestro autor.


Como ya he dicho, en 1953 yo andaba por allí. Veníamos del Campo Universitario de Trabajo de Olot en el que estuvimos construyendo viviendas. Terminado el periodo de campo cogimos el ferrocarril de vía estrecha de Olot a Gerona para desde allí encaminarnos a Palafrugell y, por fin, llegar  a la playa de Calella donde nos habían prestado, interturnos, un campamento.


En Gerona tomamos el que J. Pla llama tren pequeño que ni siquiera llamándolo pequeño evoca a un trenillo. Era un tranvía de vapor que corría (cuando podía) sobre una estrecha vía situada entre la cuneta y la carretera. Saliendo de Flaçà hacia La Bisbal, enfrenta la cuesta de La Pera (muy descriptivo el nombrecito del municipio a la derecha de la carretera) y allí empiezan las fatigas de la locomotora. Tantas, que los paisanos del lugar nos sugirieron con mucha sorna que, si teníamos prisa, mejor haríamos bajándonos del tren para subir andando la cuesta y esperarlo arriba …


La explicación de este mismo tramo en sentido contrario con la que nos ameniza J. Pla justifica plenamente la reacción psicológica de la locomotora que cuesta abajo iría pensando: ¡Ahora os vais a enterar de lo que soy capaz!


Voy a extractar algo del 24 de agosto (1918) porque he encontrado una cosa que me ha llamado la atención y que quisiera aclarar. No me olvidaré de conservar lo que el autor constata con su buen sentido del humor.

Defectos de Calella. El Cap Roig es muy bonito. Desde la punta de los Forcats a los Canyers el litoral está ocupado por un alcornocal … Aunque yo no comparta el entusiasmo que tiene la gente por el pino, reconozco que al borde del mar este árbol gana considerablemente … El pueblo de pescadores es una pura delicia … El Canadell -“el barrio de los señores”- ya no lo es tanto. Estas casitas tiradas a cordel, con un jardincillo delante cerrado por una verja de lanzas de hierro, parecen departamentos de un parque zoológico -sólo que, cuando parece que tendría que salir el tigre o la jirafa, aparece un pequeño rentista, su señora o la niña- … Pero Calella tiene, a mi entender, un gran defecto: … El día que a las espaldas de Calella haya la botánica que le convendría -olivos, cipreses, pinos- aquella será una de las poblaciones más bellas de este litoral ...   Una cierta densidad botánica haría, además, que Calella tuviese  en invierno, una temperatura más benigna. Contra el viento no hay nada mejor que los árboles. El camino de Calella a Llafranc, por el litoral, es fascinante … El cabo de San Sebastián [con su faro], la playa y los pinares son las tres gracias De Llafranc. Cosa fina. Dos cosas exquisitas de Calella: el pescado, que es gustosísimo, y el agua, ligera, fresquísima …



Estás en: El cuaderno gris.

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


Pgs. 1    2    3    4    5    6