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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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El Ampurdán de Pla es el bajo, el que tiene a La Bisbal (la episcopal) como capital comarcal. El de la bella sardana que acabo de copiar es el total, el que incluye al alto, el de Salvador Dalí, con capital regional en Figueras. La letra de la sardana no explica -sería pedirle demasiado- que el valle placentero no se cae directamente al mar, sino que en sus ultimidades viene a resguardarlo de la bravura del Mediterráneo una serie de excepcionales prominencias costeras. Para eso sirve la Costa Brava. Para eso y para que entre esas prominencias rocosas podamos disfrutar de las primorosas calas que se nos ofrecen.


A propósito de la soltura sincera con que se produce nuestro autor, recomendaría al lector que se detuviera en el 15 de octubre del final del libro. Allí vera que lo aparentemente superficial y gris de la obra no elude cualquier profundización en el sentido común, por políticamente incorrecta que pudiera resultar. Voy a entresacar algunas cosas que nuestro autor escribe ese día, intentando ser fiel en la entresaca:


En estos últimos decenios los ampurdaneses hemos pasado … a ser dignos de ser investigados, no humana, sino científicamente. Los eruditos locales -tan pintorescos- han contribuido … A su manera, se han divertido.

Por haber llegado hace 20 ó 25 siglos cuatro griegos harapientos … a Empuries, resulta que somos griegos, -pero no parecidos a los griegos actuales -sino a los griegos artificiales de los eruditos. Todo lo que hacemos los ampurdaneses … bailar o tontear … es griego, pero no griego verdadero, sino griego de ánfora falsificada…


Me pregunto si la sardana no será un baile alrededor de un ánfora y me quedo sin saber si J. Pla es griego o no, pero sí me queda claro que es un sabio con gran sentido del humor.


Nuestro autor gasta el tiempo de su libro en soliloquios, tertulias y conversaciones mantenidas éstas, normalmente, con gentes particularmente sencillas. Por el contrario, las tertulias, son en compañía de gentes mayores que él, y de altura. En ellas no destacan sus aportaciones, sino las de los otros.


Me siento muy compenetrado con él porque a mí siempre me gustó, también y desde pequeño, ir con mayores que yo. Traigo a colación dos extremos. Cuando tenía alrededor de siete años, en cuanto veía salir a D. Manuel, el pintor, con sus arreos de pintar paisajes, me pegaba a él y allí nos íbamos junto al mar o al lado de los eucaliptos, en San Vicente de la Barquera. Hoy, en el entorno de mis 80 años me reúno los jueves en tertulia con colegas del entorno de sus 90.


En las tertulias (o peñas, según) de J. Pla (las de Palafrugell, del Ateneo de Barcelona o de algún café de la capital) se hablaba de todo; escribe: “Hay una libertad de juicio y de palabra prácticamente total”. Y él ha dejado registro socarrón de lo que era acreedor de su socarronería, pero también de las cosas serias que alguien sacaba a colación. Recuerdo que uno citó a Goethe en cierta ocasión con una de sus breves acotaciones: “Religión que razona, muere”.


Como las peñas están abundantemente nutridas y siempre hay virtuales amigos de los amigos que nutren indirectamente, y se habla de todo, pues J. Pla puede aportarnos descripciones como ésta, puesta en boca de un contertulio médico y amigo. La traigo aquí por lo significativo que es el personaje retratado. Ya saben, el de Tres horas en el Museo del Prado (y su Mantegna). También él frecuentaba la peña del Ateneo.


Conozco a D´Ors de toda la vida; es un gran tipo: agradable, simpático, que a pesar de tener un irresistible temperamento de vedette es un verdadero amigo. Cuando se trata, sin embargo, de cosas literarias o culturales, a pesar de ser de un afrancesamiento tan escéptico, es un dogmático, un definidor, una fiera. Está convencido de que la verdad la tiene él y nadie más que él. Es insoportable.


Pág. 523. He aquí una descripción, bien curiosa, por cierto, de José Mª de Sagarra, el de la obra de teatro La herida luminosa que tanto éxito tuvo en España en 1954, traducida y adaptada por José Mª Pemán. Y después llevada al cine por José Luis Garci. El gobierno español concedió a Sagarra en 1960 la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.

Leemos en El cuaderno gris, con zumba abundante:


Hoy ha aparecido [en la peña del Ateneo] Josep M. de Sagarra … es en estos momentos el astro ascendente de la literatura catalana -y concretamente de la poesía-. Se le ha hecho un gran recibimiento … se ha sentado a mi lado. Ha pedido café y coñac y ha encendido un cigarro de La Habana, considerable, magnífico [apreciemos las adjetivaciones de nuestro autor]. “Este chico no se priva de nada”, -se oye a un amigo que dice por lo bajo … con fingida admiración-


¿Dónde llegará Sagarra? Tiene una facilidad de pluma prodigiosa y el don de la lengua. Es jovencísimo [sólo 4 años mayor que J. Pla] … El tiempo lo dirá.


Sagarra es muy diverso y ante él es siempre posible encontrarse con la cosa más impensada. A veces se hace el ateo (no sé si lo es del todo), y entonces parece una monja exclaustrada. Otras veces se hace el católico (tampoco podría decir si lo es del todo, y entonces parece el vicario de Belén. ¡En determinados momentos es un hombre de un acceso magnífico, de una cortesía maravillosa, de un trato agradabilísimo! De repente, sin embargo, pone una cara como si se encontrara ante un traidor, os mira de reojo, pone unos ojos extrañísimos como si le hubieran ofendido … Su máxima complicación psicológica consiste en ser un malpensado … El personaje resulta incómodo y difícil.


Y yo añado: ¿Recuerdan lo que decía al principio sobre el adjetivo gris del título? Se comprueba que las personas somos demasiado complicadas, complejas y hasta acomplejadas.


… Pregunto a Sagarra si es verdad lo que se dice en las redacciones: que ha sido nombrado corresponsal en Berlín de El Sol de Madrid y de La Publicidad de Barcelona … displicentemente me confirma la noticia.

-Sí, no tardaré en irme. Ahora me van trayendo la ropa que me hecho hacer. (pág. 524)

-¿Ropa, dice? Pero si usted ha dado siempre la impresión de tener mucha.

-Claro, pero comprenderás que en casos así, vale más que no os cojan en calzoncillos. Añade:

-Me he hecho hacer unas docenas de camisas, he encargado zapatos y calcetines, varios trajes, un esmoquin, un frac, un chaqué …

-¿No se ha hecho una levita?

-La levita está pasada de moda, ya no se usa …

-Y abrigos, también se los ha hecho hacer? Tengo entendido que en Berlín hace mucho frío en invierno …

-Naturalmente, varios, y algunos con el cuello forrado de piel.

-Muy bien, magnífico, será usted el periodista mejor vestido de Berlín …

-… No quiero que me tomen por un muerto de hambre ni estoy dispuesto a entrar en  la mendicidad del oficio.


En esto se acercó … [otro], le felicitó y le deseó un gran éxito entre las señoras de Berlín.

-Será usted -le dijo- el verdadero representante de la raza latina entre las brumas del norte … y las mujeres se le fundirán en las manos, en sus manos divinas, que diría el amigo D´Ors. Esto sí, tiene usted que poner un anuncio en el balcón de la casa que habite, señalando su presencia.


Este tira y afloja conversacional me recuerda mucho a un zumbón de la mesa del comedor de fábrica que solía preguntar muy serio a un determinado colega: Oye, ¿hoy también llevas los calcetines a juego con los calzoncillos? … Y el otro le respondía adecuadamente y sin pestañear.